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Mientras tantoDe mi Diario: Semana 39 / 2013

De mi Diario: Semana 39 / 2013


 

Weiß/Colonia, 22.9.

Fanny Ardant, una entrevista con ella en el magazin finisemanal del diario. Fue la compañera de François Truffaut, cuya muerte, cuando ella recién acababa de dar a luz a una hija de ambos, la sumió en un trauma que duró bastante. Yo la cuento en mi decena francesa (Moreau, Deneuve, Ardant, Huppert, Binoche, Bonnaire, Béart, Marceau, Tautou, Seigner) y no me pierdo una sola peli suya. Y lo que más admiro de ella, aparte de su talento como actriz, es su capacidad, que raya en el cinismo, de burlarse del mundo. Por ejemplo, en esta entrevista cuenta, y me parece verla explicándolo, con cara de palo, que hace algún tiempo quiso «ir donde los guerrilleros de las Farc, en Colombia. Me ofrecí como canje para la política Ingrid Betancourt porque siempre se quejaba de que quería regresar a su casa. Sólo que la gente bienpensante no me tomó en serio: “¿Cómo puede usted tomarse a broma a la pobre mujer?”. ¡Pero es que hubiera sido súper, con esos bellos varones en la jungla!». Y más adelante«No tengo ganas de llegar a los 120 años ni tengo nada en contra de emprender lo que sea para finiquitar el proceso de envejecimiento. Lo de pensar permanentemente en la salud no es más que otra forma de fascismo. De todos modos me gustaría que me mataran. Preferiblemente con un buen cuchillo. Seguro que sería más fácil de un disparo. Pero con un cuchillo es más dramático». Ay Fanny Fanny Fanny, te adoro

 

Teutoburgia es una urbanización verde, para obreros de la zona hullera y siderúrgica del Ruhrconstruida a principios del siglo XX, y que era un auténtico oasis dentro de esa región, hoy en día ya muy regenerada tras el cierre de las minas. Y en Teutoburgia existe un Klub kochender Männer, es decir, un club de hombres cocineros, que funciona de manera muy semejante a las sociedades gastronómicas vascas. El canal Arte le ha dedicado hoy su reportaje sobre la cocina regional. Y lo que más me ha impresionado es ver cómo hombres y mujeres cocinan y festejan por separado, casi como castas indostánicas. Temo por el desarrollo demográfico de la zona.

 

En el canal 3sat un documental de 85’ acerca de América antes de la llegada de los europeos. Al llegar el minuto 44, el narrador nos cuenta que Colón partió para su viaje descubridor del puerto de Sevilla. Me cago en su puta madre y desconecto la tele hasta dentro de hora y ½ que empieza una del comisario Beck. Que empezaba. Porque hora y ½ después, cuando regreso a la sala y me dispongo a ver la policial sueca, en ese otro canal siguen enfangados en entrevistas y estadísticas relacionadas con las recontramilputísimas elecciones, y vía una línea sobreimpuesta nos informan de que se cancela sin más ni más la emisión de la serie. ¿Pero a quién coño si no es a los políticos profesionales les interesa esta cháchara y este malabarismo aritmético con los porcentajes? Si eso es información, yo soy el Emperador de Abisinia. Vuelvo a desconectar la tele y decido ver un buen DVD, no sin antes servirme un buen whisky y mirar la bandeja de entrada en mi estafeta. Del impuesto a las letrinas, en Roma, no recuerdo cuál emperador dijo que «Pecunia non olet!». De la política, qué más decir hoy que no sólo huele, sino que hiede, apesta, atufa, en fin, bushea.

 

Weiß/Colonia, 23.9.

Al levantarme, y como de costumbre, lo primero es activar la compu, y mientras tanto ir a la cocina, servirme un gran vaso de agua (de la nevera, con sabor a manzana, “el agua del abuelo”, como la llaman mis nietos, y es la que prefieren), y luego pasar por el baño a refrescarme la cara en el lavabo. De regreso a la compu, abro la estafeta y encuentro la bandeja de entrada llena, repleta, de emails que me anuncian todos la muerte de Álvaro Mutis. Estoy largo rato mirando como ausente la pantalla. Ni siquiera tengo a Diny para consolarme, la están operando por segunda vez, ahora del ojo derecho. Cuando regresa a casa enseguida se da cuenta de que me pasa algo, y se lo cuento sin andarme por las ramas. Es un mazazo. Ella y Carmen se quieren de manera entrañable. Paso el día contestando emails, llorando, y en algún momento de la tarde abro el fólder con nuestra correspondencia (¡esa letra de Álvaro, que con 60 palabras llenaba una hoja DIN A4!) y siento que se me corta la respiración: la primera carta que está a la vista es una desde México,  de fecha 28.7.87, y comienza así: «Querido Ricardo; no, no me he muerto». La impresión es tan fuerte que tengo que dejar de leer. Otro rato largo. Luego termino de leerla; me dice que no se ha muerto ni se ha olvidado de mí, que le acaba de entregar a Carmen Balcells el manuscrito de Ilona llega con la lluvia y que ya empezó la tercera de la saga (Un bel morir). Decido cómo ha de ser mi homenaje a su recuerdo, sencillamente contar algunas de sus mejores anécdotas, de las que fui testigo privilegiadoY que llamaremos a Carmen el domingo, cuando su teléfono deje de estar continuamente comunicando.

 

En el primer canal estaba programado para las 11:30 pm un documental de 45’ acerca de la complicidad de la filial de Mercedes Benz con la dictadura argentina en la desaparición de sindicalistas que trabajaban en ella. En lugar del documental pasaron una peli intrascendente, por lo que ahora sería cosa que alguna vez programasen un documental acerca de la complicidad de la casa matriz de Mercedes Benz con la democracia alemana en la desaparición de documentales de la programación en un canal de derecho público. De mear y no echar gota.

 

Weiß/Colonia, 24.9.

Como está rehabilitándose de dos operaciones sucesivas, las actividades de Diny abuela se han reducido prácticamente a cero. Razón por la cual hoy, en vez de estar cuidando de Vincent, se nos une a Carlitos y a mí en nuestro canónico almuerzo en La Modicana. Con consecuencias de lo más benéfico puesto que parece que la visita le inspiró la cena de mañana: ossobuco. Y aquí me atreveré a decir algo por lo que a lo mejor me calificarán de antisemita, pero me cago en la tapa del órgano: la única razón por la cual el plato de lentejas goza de tanto predicamento es porque los israelitas desconocían el ossobuco. Y no diré más, para que no me crucifiquen.

 

Weiß/Colonia, 25.9.

Una cosa que me causa risa es el necio orgullo nazionalista, regionalista, localista, en lo que se refiere a los productos naturales. Reduciéndome sólo a España, es evidente que no hay jamón mejor que el de Jabugo, ni mejores pimientos que los del Padrón, ni mejor judía que la del Barco de Ávila, pero se diría que los habitantes de tales lugares lo interpretan como si eso fuese un mérito de ellos mismos, de los vecinos de Jabugo, del Padrón y del Barco de Ávila, quienes tan sólo son los usufructuarios por completo involuntarios de esos productos, ya que sus madres los podrían haber parido en Algeciras, El Ferrol o Piedrahita. Es como si un francés creyese que por haber nacido en la Champagne, existe el champán. Idiotas.

 

Otro miércoles sin Henri, otro día sin sentido.

 

Vi en la cocina, al ir a hacerme un café, varios libros de cocina abiertos por la página con receta de ossobuco, dos me llamaron poderosamente la atención: una era de nadie menos que Wolfram Siebeck, sumo pontífice de la crítica gastronómica en el sistema solar, y la otra de nadie menos que Michael Ballhaus, uno de mis camarógrafos predilectos; esta se encontraba en un libro con recetas explicadas por personajes de la vida pública, p.ej. Montserrat Caballé, Joschka Fischer, Maria Schell Y esta es la que finalmente eligió Diny, ossobuco alla milanesa, hmmmmmmm, Herr Ballhaus, no sólo maneja usted las cámaras como Dios, también las ollas. Cheers!

 

Weiß/Colonia, 26.9.

Clodia Pulcher, tan querida, leyó en Montevideo la nueva entrada en mi blog de El Espectador, y refiriéndose al último párrafo me dice: «Y te habrás cruzado con un chivito canadiense, que ni es chivito ni es canadiense, pero mucho más uruguayo que la milanesa napolitana que inventaron en Buenos Aires y nosotros adoptamos. Por algún lado tengo la foto de un pizarrón  anunciando un plato del día absolutamente metafísico: Vacío relleno. Lo voy a buscar y te lo envío». Pero le contesto a vuelta de correos: «Genial, ya lo vi gracias a mi amiga Miss Hortensia Google y me ha inspirado el siguiente tuit: “Confieso mi predilección por la cocina metafísica: en el Perú la causa con chicharrones, y en el Uruguay un buen vacío relleno”». Y Clodia: «En Buenos Aires, uno de los mejores restaurantes peruanos se llama Honor y Causa». En cuanto a mi tuit, creo que lo regalaré a Marjorie.

 

Weiß/Colonia, 27.9.

Me puse a considerar lo que podría suceder si todos los usuarios de servidores de correo virtual, desde Googlemail a Yahoo, pasando por el resto, nos concertáramos para una acción consistente en enviar a la NSA copia de todos y cada uno de nuestros emails durante una semana. No sé de números en semejantes macrocantidades, pero creo que las compus de la NSA colapsarían. De puro desagradecidas e hijueputas, porque nuestro único propósito sería el de aliviarles el trabajo.

 

Parece que los amigos se están concienciando de que hablo muy en serio cuando digo que no pienso viajar más, que si quieren verme tendrán que venir a Colonia. Acaba de llegar un email de Trini anunciando que piensan visitarnos, ella y Javier, el primer fin de semana de noviembre, que si nos vendrían bien esas fechas. Les contesto como la famosa Radio Eriwan: «En principio, sí, pero…» dependiendo de la fecha de la nueva operación de Diny, que recién sabremos el martes, cuando acuda a su cita con el ortopedista.

 

La entrada anterior, es decir, mi respuesta a Trini, me ha hecho recordar la epidemia de chistes alemanes en los años ochenta, protagonizados por una ficticia Radio Eriwan, emisora de un país del socialismo real, y a la que los oyentes escribían o llamaban por teléfono haciendo consultas. Y las respuestas de la Radio siempre eran positivas “en principio”. Busco un archivo en el que anoté hace años algunas que me gustaron: «–¿Podemos montar en la escuela el Guillermo Tell de Schiller? –En principio sí, pero ¿de dónde van a sacar ustedes la manzana?». «–¿Surte efecto la píldora anticonceptiva también en la Luna? –En principio sí, pero el traje de cosmonauta es mejor protección». «–¿Sería posible que en vez de Kennedy hubiesen asesinado a Krushov? –En principio sí, pero es dudoso que Onassis se casara con la viuda». Y un buen día, lo mismo que llegó la moda de esos chistes, desapareció sin dejar rastro. Si yo se los mencionase a mis nietos no tendrían ni la más mínima idea. Es más, creo que hasta mis propios hijos, que andaban entonces en la adolescencia, si acaso los recuerdan será muy remotamente. Eso aparte de que no los ordenarían en el contexto de la guerra fría y cómo se le podía sacar un partido hilarante, por ejemplo: «–¿Se puede ser buen comunista y al mismo tiempo buen cristiano? –En principio sí, pero ¿por qué querría alguien tenerlo doble de difícil en la vida?» «–¿Puedo leer en Moscú los libros de Solchenizin? –En principio sí, pero tiene que saber inglés o alemán». «–¿Podemos contar chistes acerca de Breznev? –En principio sí, pero para mayor seguridad, en vez de decir Breznev diga Nixon, o bien Mao».

 

Ricarda Huch, Trieste, 1899. Está embarazada y a punto de dar a luz cuando sucede algo que cuenta en uno de sus textos autobiográficos, tan “preñados”: «Uno de los primeros días de septiembre, al deliberar qué ibamos a comer, alguien deseó que fuese pescado. Raras veces lo comíamos, porque el mercado donde había que comprarlo quedaba lejos de nuestra vivienda; de ahí que yo no conociera bien los nombres italianos o locales de los distintos pescados. Me decidí por uno muy sabroso que, como era tan chico, se podía comer entero, con cabeza y cola, y calculé que necesitaría más o menos nueve por persona. Cuando le encargué a Giovanna [la sirvienta] que nos trajera 36 de esos pescados de cuyo nombre ya no me acuerdo, me miró algo extrañada, pero no dijo nada ni yo lo tomé en cuenta. ¡Había confundido el nombre del pescado con el de otro! Giovanna regresó de la pescadería, remolcando una carga de 36 voluminosas piezas. El Chimborazo de pescado que se alzó al mediodía delante de nosotros en la mesa fue causa de gran diversión, mi esposo podía desencadenar una interminable sucesión de chistes a partir del motivo más mínimo. […] A la caída de la tarde, anhelantes del frescor vespertino, salimos al jardín público enfrente de nuestra vivienda, y comimos helado. Cuando estábamos en medio de una plática acerca de cosas muy distintas, mi esposo logró darle un giro sorprendente hacia los 36 pescados, y nomás con la mención de esa palabra desató nuestra risa. A la mañana siguiente fue el parto; siempre he supuesto que mi criatura es hija de la risa». Esta anécdota me recuerda el día que Diny, a fines de 1967, todavía no muy ducha en español, fue a comprar a la vieja plaza de abastos de Huelva y le pidió al carnicero del puesto que le habían recomendado, que le cortase un buen par de lechugas. Creo que a partir de ese momento, el de la respuesta del carnicero, se le quedó grabada para siempre, en el disco duro, la palabra “chuleta”.

 

Weiß/Colonia, 28.9.

0:30 am: Vuelven a pasar en el canal ARD la primera temporada del comisario Wallander con Johanna Sällström. Hoy creo en Dios.

 

En las esquelas del diario encuentro, desayunando, una con un epígrafe famoso de Novalis: «Denn wohin gehen wir? Immer nach Hause [Pues ¿adónde es que vamos? Siempre a casa]». Lo sorpresivo del caso es que en vez de Novalis aparece como autor un tal Novaris. Y la verdad es que si ya no se puede fiar uno ni siquiera de la exactitud en la atribución de las citas, ¡y nada menos que en las esquelas fúnebres!, algo huele a podrido no sólo en Dinamarca.

 

16:27 pm : Me levanto de la siesta. A estas horas ya llevan hora y ½ del tradicional garden party del fin del verano en la Casa Heinrich Böll de Langenbroich. Este año no hemos podido ir, una combinación de circunstancias adversas lo impidió. Y es una pena porque tenía muchas ganas de reunirme informalmente con el resto del consejo asesor de las becas, hace años y años que no le concedemos ninguna a un autor de América Latina, aunque no es nuestra culpa, es que nadie se postula desde allá. Quería tantear a mis colegas del consejo si no sería bueno que yo animase a un par de autores que sin estar perseguidos ni política ni socialmente en sus países, sí les vendría bien pasar tres meses de descanso creador en Langenbroich, en plena naturaleza, aislados del mundanal ruido. Sea como fuere, y por mera curiosidad, he abierto la página de la Casa Böll en Wikipedia, busqué la lista completa de los becarios, y excepto los de dos debí corregir todos los nombres de autores latinoamericanos registrados en ella. Nueve, de un total de 134 en 23 años. Parecería que América Latina fuese algo así como alguna “mi peor es nada” de la Casa. 

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