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Mientras tantoGrand Tour, año 15 de la era Google

Grand Tour, año 15 de la era Google


Tal día como hoy, hace quince años, Google estrenaba su buscador. No era el primero, pero sí el mejor. Hoy no podríamos concebir internet sin él, ni quizás la vida que llevamos. Con esa mezcla letal de panacea universal y gran hermano, propia de los verdaderamente poderosos, la empresa californiana no sólo ha conseguido cambiar la forma en que nos relacionamos con el mundo, sino hacer de nuestra adicción un negocio estratosférico. Cuando se dieron cuenta de que sólo buscar ya no era suficiente, pusieron todo el planeta al alcance de nuestra mirada. Y al comprobar que la objetividad vertical y distante de los satélites no bastaba para saciarnos, bajaron sus cámaras a nivel de calle y las metieron entre nosotros. Buscar, encontrar y mirar, todo sin movernos de la silla, esos son los ingredientes de lo que se ha acabado llamando turismo virtual.

A lo largo del s. XVIII, los jóvenes aristócratas ingleses solían recorrían las rutas artísticas de Europa —sobre todo Francia e Italia— como parte indispensable de su formación. Alguien que iba a tener un peso importante en el gobierno, las finanzas o las leyes de un país debía estar necesariamente instruido en arte y cultura, y eso significaba viajar por sus lugares emblemáticos y experimentar directamente las mejores obras. Aquél viaje, que podía durar meses o incluso años, se llamó Grand Tour y fue el origen de lo que actualmente llamamos turismo.

Hoy una universidad española —la Universidad Nebrija— ofrece un programa académico basado en la idea del Grand Tour. En plena apoteosis de las visitas virtuales y el acceso inmediato a la información, inmersos como estamos en una suerte de molicie telemática que aplana nuestra relación con las cosas y los demás, es más necesaria que nunca la experiencia local y directa del mundo. Ambas aproximaciones —la mediación telemática y el contacto directo— no deben ser nunca excluyentes sino complementarias, pero es importante saber asignar a cada una de ellas su papel a la hora de gestionar nuestro conocimiento.

Esa es, en mi opinión, una de las grandes reflexiones que plantea esta propuesta pedagógica. ¿Qué conexiones podríamos establecer entre ambas formas de relacionarnos con lo que nos rodea? ¿De qué manera sería posible combinar la capacidad de las TIC para eliminar el tiempo y la distancia, con la pulsión sensible que provocan el viaje —geográfico e interior— y el contacto físico con aquello que nos conmueve?

¿Ampliar el preciado cuaderno de viaje con capas digitales que propicien conexiones inesperadas? ¿Cartografiar a través de ellas las emociones que la obra de arte nos arranca, y ponerlas en común con quien no está físicamente ahí? ¿Qué es hoy el viaje? ¿Qué es hoy el conocimiento? ¿Cómo debe ser un Grand Tour en el año 15 de la era Google?

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