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Mientras tantoNarrativas periodísticas sobre Oriente Medio: ¿cristales opacos?

Narrativas periodísticas sobre Oriente Medio: ¿cristales opacos?


 

El holandés Joris Lyendijk comenzó a trabajar como corresponsal para Oriente Medio en 1998. Estaría en la región hasta 2003. Primero informando desde El Cairo y más tarde desde Israel y Palestina. No era periodista, aunque su formación incluía una estancia en El Cairo estudiando árabe. En su libro Hello Everybody (Península, 2013) recuerda algunas de las historias sobre las que informó durante varios años, antes de dejar su puesto de corresponsal, desencantado con su función como periodista: sentía que se había convertido en una pieza más de un engranaje informativo que, en muchos casos, sólo tenía una relación circunstancial con la verdad.

 

El libro de Lyendijk contiene algunas observaciones a tener en cuenta sobre la cobertura mediática de los asuntos que acontecen en Oriente Medio, una región omnipresente en los medios de comunicación internacionales. El amplio caudal informativo no garantiza, sin embargo, que la información resultante sea una información modélica. Una de las cualidades más significativas del libro de Lyendijk es que nos permite aprender a leer las noticias: algo que deberían enseñar a hacer en las escuelas

 

Escuchemos mejor a Joris Lyendijk explicando algunas cosas con propias sus palabras en la siguiente selección de citas de su libro. 

 

El show debe continuar: “Parece normal que uno adopte inadvertidamente los principios de la organización que representa; tal era mi caso también. Tenía que trabajar tan duramente para cumplir con las exigencias y tareas impuestas por mis jefes de redacción, que apenas me quedaba tiempo para reflexionar sobre ello. Por lo tanto, cuando mi artículo  «El Frente Islámico amenaza a Estados Unidos con nuevos ataques» apareció en grandes titulares de portada, me sentí lleno de orgullo. Era un resumen de cables de agencia y de la prensa local, y con Internet bien podía haberlo escrito en Ámsterdam. ¡Pero conseguí la portada! Y de la redacción me llegaban parabienes”.

 

Los nombres importan: “Entonces, ¿diferiría si en los sucesivo hablásemos de diarios como la Vida, Oriente Medio y Las Pirámides, en lugar de Al-Hayat, Asharq al-Awsat y Al-Aharam? ¿O dejásemos de mencionar los canales de televisión Al-Yazira, Al-Manara y Al-Mustaqbal, y en su lugar citásemos «La isla», «El faro» y «El futuro»? Quizás incluso el miedo cedería un poco si dijéramos «Devoción»,  «Partido de Dios» o «La base» en vez de Hamás, Hizbulá y Al-Qaeda”.

 

Destellos de lucidez: “Por un momento llegué a pensar que había descifrado el problema periodístico en el mundo árabe: las noticias únicamente muestran aquello que se desvía de la norma, y si no se conoce la norma, lo que se obtiene es una imagen distorsionada”.

 

¿Con quién hablar?: “Este es el problema de los activistas pro derechos humanos en los países árabes. Los árabes acaudalados gastan billones en misiones islámicas y construcción de mezquitas, pero los activistas pro derechos humanos se mantienen gracias a los subsidios occidentales. La probabilidad de recibir un subsidio crece a medida que uno se hace un nombre y, por supuesto, los periodistas occidentales contribuyen a darlo a conocer. La consecuencia es una dudosa danza de periodistas en busca de una frase estelar y de activistas pro derechos humanos en busca de publicidad”.

 

Herramientas I: “Cuando llegué a El Cairo pensaba que la práctica periodística era un conjunto de herramientas con las que comunicar a todo el mundo. Pero no es que la democracia y la dictadura sean dos coches de marcas distintas, no: si la democracia es un coche, la dictadura es una vaca. O un caballo. Por tanto, quien vaya allá armado de un destornillador o un soldador, está perdido”.

 

Heramientas II: “En los países occidentales dispones de sondeos de opinión, puedes mirar las mociones en el parlamento y seguir las páginas de opinión de la prensa. Pero los «parlamentos» y los «periódicos» árabes no son dignos de tales nombres, y los sondeos de opinión, o no existen, o no son fiables: ¿quién, en una dictadura, le va a explicar a una voz anónima por teléfono lo que realmente piensa?”.

 

¿Quiénes son los “nuestros”?: “Si tuviera que resumir el mundo árabe en una sola imagen, elegiría el juicio-espectáculo: regímenes que acaban con la oposición sin esconderse, con el argumento de llamarla terrorista. Occidente se mantiene al margen, mira y, si es preciso, echa una mano. Por tanto, no se puede saber nunca con claridad si la oposición es la variante islámica del fascismo o de la democracia cristiana”.

 

Allí, sí, pero aquí no: “En el mundo árabe siempre me había movido en un lenguaje partidista: los musulmanes que basan sus convicciones políticas en la fe son «fundamentalistas»; a un candidato a la presidencia de Estados Unidos con tales apegos religiosos, en la mayoría de la prensa occidental se le denomina «evangelista» o «profundamente creyente». En caso de que este último ganara las elecciones, casi nadie diría que el cristianismo avanza, pero si unos musulmanes cuya política está inspirada en el Corán alcanza la cumbre, muchos comentaristas occidentales hablarían del «imparable avance del islam». Si un líder árabe entra en conflicto con un gobierno occidental, entonces es un «antioccidental». Los gobiernos occidentales jamás son «antiárabes».

 

Ellos, nosotros: “Hamás es «antiisraelí», pero los judíos colonos no son «antipalestinos». Los palestinos que usan la violencia contra ciudadanos israelís son «terroristas», los israelíes que usan la violencia contra los palestinos, «halcones» o «intransigentes». Los israelíes que tratan de encontrar una solución pacífica son «palomas», y sus homólogos palestinos «moderados», con lo que se insinúa que los palestinos, en el fondo, son fanáticos. El doble rasero queda claro si planteas las cosas a la inversa: «El judío moderado Simón Peres ha sembrado la inquietud entre las “palomas” palestinas con su discurso antiislámico».

 

Complejidad: “No todos los sionistas son judíos, no todos los judíos son israelíes y no todos los israelíes son judíos. […] No todos los árabes son palestinos, no todos los palestinos son musulmanes y no todos los musulmanes son palestinos”.

 

Marketing: “La guerra mediática es marketing: tan importante como el mensaje es la frecuencia con que lo das a conocer a tu grupo de receptores. El gobierno de Israel era mejor [que las autoridades palestinas] a la hora de jugar el juego”.

 

Palestina: “Al igual que me había sucedido en el mundo árabe, me había perdido algo por el camino. ¡Los palestinos tenían una dictadura! La represión no llegaba a los extremos de sus vecinos, pero el líder y sus acólitos estaban por encima de la ley y velaba sobre todo por sus propios intereses”.

 

Noticiable sobre Israel y Palestina: “Dicho de otro modo: la ocupación nunca era noticia, pero cada nuevo atentado sí […] En los tres primeros años de la segunda intifada murieron tres veces más ciudadanos palestinos a manos de la violencia israelí que ciudadanos israelíes a manos de la violencia palestina. Pero en todo caso se hablaba «atentados sangrientos» y nunca de «ocupación sangrienta»”.

 

Facilidades: “En las dictaduras árabes los corresponsales se mantenían muy reticentes con las cosas que no sabían, pero en el caso de Israel y Palestina callaban la boca sobre las cosas que sí sabían. Al menos yo nunca leí o escuché informaciones como: «El gobierno de Israel sugirió que utilizáramos a este colono en las noticias», o bien «Las autoridades palestinas nos han facilitado el acceso a este familiar superviviente»”.

 

Guerra no declarada: “Una dictadura es también una guerra, de un régimen contra una población civil”

 

 

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