Uno siempre mirando a Latinoamérica, respirando el salitre denso del Caribe en el que se pergueñan los pasados y los futuros, buscando pistas de por qué el desdén del Norte, de cuál es rémora mental que tenemos en Europa. Y me topo, de pronto, sin buscarlo, con el dolor en su más pura –angustiosa, necesaria, infinita, injusta- expresión.
Zhivka Baltadzhieva ha vivido un par de décadas agazapada en un Madrid que yo pisaba sin saber de su existencia. Eso no me parece justo. «En la hierba y en el trueno del rocío de las heridas,/ que nunca se cierran/ estoy contigo». Pero no, no hemos estado ahí, nos nos hemos conocido hasta ahora. Me da vergüenza Europa y su historia. Zhivka me lleva a Bulgaria de la mano de su palabra cadente, profunda, hiriente.
Este continente está manchado de sangre hasta tal límite que insiste en hablar de Derechos Humanos. Es como el fascista que gusta de hablar de tolerancia, como el maltratador que habla de justicia… «Tormento mío, exilio, libertad,/ mi odio, que yo odio, mi llanto, que es el tuyo,/ mi amor, que clonar /ni intentan».
Libertad y exilio es una pareja tan europea como mentira e imperio, como pogrom y construcción de paz…. las mentiras se acumulan en las fosas comunes que alimentan la historia del llamado desarrollo europeo. Este continente encontró hace siglos la fórmula del dolor y sigue aplicándosela. Bulgaria o Rumanía agonizan como mafiocracias que las multinacionales rusas y europeas expolian a su antojo. Mientras, Ucrania se convierte en la moneda de cambio de la histórica brinca entre el autodenominado Occidente y el denominado Oriente.
«¿Acaso existe vida fuera de este paisaje?».
Gracias Zhivka por ayudarnos a fugar (nos) de lo real.
* Zhivka Baltadzhieva acaba de presentar la segunda edición de Fuga a lo real (Amargord).