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Mientras tantoDe mi Diario: Semana 17 / 2014

De mi Diario: Semana 17 / 2014


 

Weiß/Colonia, 20.4.

0:30 am : Acabo de ver a Lagardère en la tele, gozando con sus aventuras como si fuese aquel muchacho de 15 años que las leyó en un libro, y todo el tiempo estuve pensando en su devoto Marcos, en Caracas, y en que a ver cómo se libran de ese Gonzaga podrido de maduro que les ha caído en mala suerte. La he vuelto a ver (la peli) porque corrían a la par cuatro obras maestras pero revistas todas muy recientemente, y ésta, aunque no es una obra maestra, hacía años que no la veía, y es con Daniel Auteuil, uno de mis actores «más predilectos», genial no pocas veces.

 

Brunch en lo de Montse. No en el jardín porque, aunque luce el sol, corre demasiado viento. Estamos todos menos Uwe, aún reconvaleciente de su operación, y Angie con Vincent, que andan esquiando en el Tirol, pero en el italiano, en el Alto Adigio. Es una atmósfera distendida y feliz, como para justificar la primera frase de Anna Karenina. Paso mucho tiempo con Henri, sencillamente contento de estar sentado a su lado, mientras comemos, luego en el sofá, cuando se pone a ver una serie de dibujos animados. Eso es antes de que Chico inserte en el televisor un USB con las fotos de su viaje a Hong Kong, espectáculo al que asisto como si se tratase de mera ciencia ficción. El Lejano Oriente me interesó alguna vez, de joven, de muy joven, como escena de las novelas y cuentos de Somerset Maugham. Sus novelas y cuentos los sigo releyendo, pero ahora no me importa el lugar donde transcurren, sino sólo sus personajes, sus avatares.

 

Descanso de Cortázar, Deschner y Raddatz leyendo la última entrega (alemana) de la saga de Montalbano. En ella, por cierto, aparece una colombiana de la que Camilleri postula que es «una mujer capaz de reducir un hombre al tamaño de una estampilla pegada a su cuerpo». No por casualidad se llama Dolores. Pero lo que más me gusta de este episodio, el décimotercero de la saga, es que Montalbano lea una novela suya, de Camilleri, El segundo beso de Judas, y que sea esa lectura la que le da la clave para resolver el caso. Madonna, che raffinato, dottore!

[Como no me gusta adornarme con plumas ajenas, dejo consignado que esta pulcra ortografía italiana se la debo a Héctor].

 

Uno de los mejores episodios de Lewis, el primero de la sexta temporada. Y he podido ver la programación adelantada, pasarán la temporada completa, no como sucede a veces con otras series, de las que sólo dan capítulos sueltos, la recontrarremilputa que los recontramilparió.

 

Weiß/Colonia, 21.4.

Como Angie & Vincent andan esquiando en el Tirol, Diny invitó a Chico a cenar hoy en casa, chile con carne, que Diny cocina muy bien y que a Chico le encanta. Pero hubo que cambiar el plan y vino a almorzar, porque Olaf (su amigo de la infancia, con quien estuvo de vacaciones en Hong Kong hace poco) le regaló una entrada para el partido de esta tarde, donde el Colonia FC puede consagrarse ya como campeón de la 2ª división y saber que la temporada siguiente jugará en la Bundesliga. ¡¡Al cabo de dos años en la segunda división y en el cincuentenario de haberse proclamado, en 1964, el primer campeón de la Bundesliga!! Va a ser un partido “histórico”, ay.

 

Antes de irse a dormir, Diny me pide que vea cómo anda el partido Colonia vs. Bochum, busco en internet y encuentro que acaba de empezar el segundo tiempo y Colonia va perdiendo 1:0 en su propio estadio. Diez minutos más tarde abro cuidadosamente la puerta del dormitorio y veo que Diny aún no duerme: «El Colonia empató, 1:1». Veinte minutos más tarde vuelvo a abrir lo más pasito que puedo la puerta del dormitorio, y constato que Diny sigue sin dormir, ¿leyendo? todavía: «2:1 para el Colonia, faltan sólo diez minutos para el final», le anuncio. Poco después, ya sin cuidarme, sabiendo que Diny no duerme, abro la puerta una vez más: «3:1 para Colonia, faltan tres minutos para terminar, el Colonia ya está en la Bundesliga». Y ahí es donde ya sé que nos va a resultar difícil dormir hasta no saber, mañana (¡ojalá sea mañana!) que nuestro Paul ha regresado indemne a casa. El problema es que hay una prohibición absoluta, por parte del club y de la policía, de que, en caso de una victoria, los hinchas invadan el césped. Pero sabemos, y por el mismo Paul, ayer, en casa de Montse, que sí invadirán el césped, y ése no es el problema sino que Paul tiene su asiento de abono en las primeras filas, que son las que sufrirán la avalancha de las filas de arriba presionando contra las vallas metálicas. Así pues, me iré a dormir sin saber si voy a poder hacerlo, después de ver en pantalla cómo los hinchas sí han invadido el césped pero al parecer sin incidentes, cantando y celebrando a la manera renana, la más desinhibida, la más alegre del país. Creo, espero, que todo está bajo control. Oremus.

 

Weiß/Colonia, 22.4.

1:16 am : El Padrino 3, una vez más. Han pasado los tres films entre sábado, domingo y lunes, las tres fechas pascuales. Y aún me asombra que haya quienes se asombren de que sea el tercer Padrino el que más me llegue. Yo no veo sólo con los ojos, el placer meramente estético a decir verdad me importa un carajo, yo veo mucho más con el corazón, y el corazón de la saga late acá, en este tercer Padrino. En el asesinato de Juan Pablo I. En la función de Cavalleria rusticana.

 

En La Modicana, con Diny. Casi al final del almuerzo surge el tema de las “honras fúnebres” por GGM en México y en Bogotá, y Carlitos me sugiere que recuerde el entierro de Böll, al que acudimos los dos, aquel 19 de julio de 1985. En Merten. Un pueblito chiquito al pie de las estribaciones del Eifel y las Ardenas, una iglesia de pueblo llena a tope y los que no pudieron entrar formando un enjambre humano de la puerta de la iglesia hasta dentro del pueblo, y en ese enjambre, como un ciudadano más, el presidente de la República, que supo que su deber era estar ahí en ese momento, aunque los Böll desearon que fuese una ceremonia privada, pero nadie quiso dejar de despedirse del viejo don Enrique (como yo lo llamaba), que nos había dejado huérfanos. No es que nos faltasen su literatura, sus novelas, sus cuentos, sus ensayos, todos estaban y seguirían ahí, pero lo que nos faltaría sería su palabra viva diciendo lo que pocos sabían decir como él, la verdad de lo que pasaba, y siempre desde una desconfianza –creo que justificada– frente al poder. Cuando el único poder serio del país era el de su máquina de escribir, a la cual le dedicó una página bien hermosa en su discurso de aceptación del Nobel. Esa máquina de escribir con la que dejó en cueros vivos al periodismo amarillista de Alemania y al poder que se amparaba en él. Y luego, en el camino de la iglesia al cementerio, un conjunto gitano tocando viejos aires, y detrás todo el pueblo, todos los amigos llegados de todos los confines, detrás del ataúd, en silencio. Sus hijos, su hermano, Günter Grass, Günter Wallraff, Lew Kopelew cargando el ataúd, y nosotros pocos pasos detrás de la familia, Carlitos y yo con Víctor, traductor de Böll al español, y María Wimmer, una novelista alemana, ella y Víctor llegaron la noche anterior de Friburgo y Heidelberg, durmieron en mi casa (Diny estaba en Nicaragua, y yo la llamé apenas supe de la muerte de don Enrique, para que se enterase por mí, para que no sintiera puñalada al enterarse por una noticia en la tele o la radio, en León, donde estaba ayudando a construir una escuela). Hemos recordado ese entierro hoy, ahí, saliendo de La Modicana. Un entierro sin faramalla oficial, pero en olor de muchedumbre, el de una gente huérfana. Huérfana no de una prosa ni una obra, sino de un ser humano irrepetible.

[Hay una foto casual que descubrí al día siguiente en el diario, donde se nos ve a todos, a la familia de don Enrique alrededor de la tumba, con Grass, Kopelew, Wallraff, y nosotros cuatro detrás del seto al frente de la tumba].

 

Donde Arzola, para “regenerar” la compu portátil de Diny. Al abrir el resorte Tools de AVG, a Arzola no le dio un infarto porque Dios es grande en el Sinaí. Como Paul y Oskar, cada vez que se vienen a quedar en casa, “juegan” en la compu de Diny, resulta que han almacenado ahí, sin desactivarlo luego, material bastante como para que el programa sea una víctima propiciatoria de una de las más nocivas guerras bacteriológicas virtuales desde que Bill Gates supo decir “Hi!”  Arzola se mimetiza en Cruz Roja y Ambulancia de Urgencias, y salva lo salvable. Laus Deo!

 

Weiß/Colonia, 23.4.

00:30 am : Inesperado email de ZMA. Lo aparco para contestárselo algún día, o no; lo que no puedo hacer es responderlo ahora. Además, no soy Goethe, tampoco puedo sacarme una “Elegía de Marienbad” de la manga.

 

Henri en casa un par de horas. Almorzamos juntos, le pongo en el televisor la aventura donde Pettersson & Findus van al circo, y es la que más le gusta. Eso me hace preguntarme si alguna vez sus padres lo habrán llevado a un circo de verdad, y como ahora tenemos aquí hasta junio al Roncalli, que es algo así como “el” circo coloniense por antonomasia, sería lindo que fuésemos nosotros quienes por primera vez lo acompañáramos bajo la carpa, igual que fuimos los primeros en llevarlo a ver una peli en un cine. Tengo que preguntarle a Montse.

 

Weiß/Colonia, 24.4.

Debo agradecerle a Manu que me haya «obligado» a leer el ensayo de Eduardo Escobar sobre García Márquez. Está muy bien, aunque tiene algún que otro desbarre anacrónico de lo más gracioso, por ejemplo: «A veces me pareció encontrar el germen de muchos libros de García Márquez en Thomas Mann. El entierro de Jacob en José y sus hermanos se parece al entierro de la Mama Grande; los ciclos temporales en  la historia de José evocan el tratamiento del tiempo en Cien años de soledad y el Eliécer de Mann a Melquíades. El amor difícil de la señora Grünlich en los Buddenbrook (sic) se asemeja de lejos al romance de El amor en los tiempos del cólera. Y hasta la Montaña Mágica (sic) trae ecos de esa mujer que en un cuento del narrador de Aracataca queda atrapada en un hospital siquiátrico cuando va a pedir prestado un teléfono».

 

Todo ese párrafo en vez de: «A veces me pareció encontrar el germen de muchos libros de García Márquez en Thomas Mann. El entierro de la Mama Grande se parece al entierro de Jacob en José y sus hermanos; el tratamiento del tiempo en Cien años de soledad evoca los ciclos temporales en la historia de José, y el Melquíades al Eliécer de Mann. El romance de El amor en los tiempos del cólera se asemeja de lejos al amor difícil de la señora Grünlich en Buddenbrooks. Y hasta esa mujer que en un cuento del narrador de Aracataca queda atrapada en un hospital siquiátrico cuando va a pedir prestado un teléfono, trae ecos de La montaña mágica».


Creo que se trata de uno de esos casos donde el orden de los factores sí que altera el producto. Me hizo recordar las muchas veces que tuve que oír, de latinoamericanos que visitaban por primera vez España, eso de que los andaluces hablamos muy parecido a como habla la gente del Caribe, a lo que siempre les replicaba: «¡Qué extraño! ¿No será quizás al revés?».

 

Una tuitera alemana de la que he traducido una ½ docena de trinos, saca uno, ahora, diciendo«A veces leo tuits míos traducidos en muy mal español. No me asombraría que pronto no me dejen entrar en el país». Como no tengo una dirección suya de contacto, busco la de un tuitero con quien se comunica, y le escribo allí, en alemán: «Me gustaría tener la dirección email de @ Hace poco ha sacado un tuit lamentándose de la mala traducción española de los suyos. Como soy quizás el único traductor de los mismos, me gustaría saber de dónde deduce la mala calidad de mis traducciones. Después de un minucioso cotejo de las mismas con sus originales, me parece que el juicio de @ es, por lo menos, por lo menos, juego sucio [=unfair]. Iría más allá y diría que sus originales son malas traducciones alemanas de mis versiones. ¡Por favor!».

 

Weiß/Colonia, 25.4.

2:00 am : Acaban de pasar el primer episodio de una nueva serie policial alemana. Es tan alta la saturación de policiales autóctonas en escenarios ídem que han surgido las policiales alemanas ubicadas en el extranjero: una en Estambul, otra en Venecia, una más en París, y esta de ahora, con el comisario Dupin, parisino, alérgico al pescado y desterrado a la Bretaña. Me interesó muy mucho porque trataba del asesinato del propietario de un cuadro original de Gauguin, que se lo habría regalado personalmente. Veremos cómo sigue. Ver tantos actores alemanes haciendo de franceses me desconcierta bastante. Los miro y les pregunto mentalmente: “¿Y a ustedes qué carajo se les perdió en la Bretaña, qué hacen ahí en vez de estar en Berlín, o acá en Colonia?”.

 

Voy donde el otorrino y esta vez me toca sentarme en un cuarto distinto. En ese cuarto hay un óleo de unos 120 x 180 cm, que me recuerda otro que tenemos en casa. El nuestro es un cuadro muy pequeño. Lo pintó Pedro Gómez en un cuarterón de una puerta antigua, desbaratada al sacarle los peinazos. Es uno de los pocos cuadros oscuros de don Pedro, todo ocres y verdes casi negros; un caserío blanco, mínimo, al fondo de una hondonada. El cuadro nos lo regaló su nieto, Paco Pérez, una noche en Huelva. Nos ha acompañado en todas nuestras mudanzas. Tras la consulta, llego caminando hasta enfrente del Sommershof y me detengo. Diny estará  todo el día donde Montse y almorzará con los niños. Es mediodía y no tengo ganas de cocinar. Desde donde estoy veo el letrero del Orquídea, el restaurante chino. ¿Por qué no comer ahí?  Cruzo la calle y subo en el ascensor. Encargo un cuarto de vino tinto y el menú 19, sopa a la pequinesa y pescado frito con arroz y salsa agridulce. Antes, durante y después de la comida, leo a Camba. Pido la factura, son 15 euros, propina incluida. Vuelvo a casa con el autobús.

[Al empezar a escribir esta entrada me dio un venate y lo seguí; me he estado riendo por dentro todo el tiempo mientras la pergeñaba, y diciéndome que ese detector implacable que es Jorge, canario fino donde los haya, cuando lo lea se preguntará que a santo de qué viene este pastiche de Azorín. Es un homenaje a su olfato infalible].

 

Camba, ¡qué delicia de prosa! ¡Qué reputísima envidia leyéndolo! Pero envidia honorable, con el sombrero en la mano, destocado siempre delante del maestro. Tres Cs han sido mis maestros: Camba, Cunqueiro, Chesterton. De ellos aprendí el formato. De otros (Cervantes, Jane Austen, JRJ, Huxley, Lawrence, Faulkner, Böll) aprendí otras cosas. Pero el formato, que para mí, como escribidor mercenario, es esencial, ése lo aprendí de mis tres Cs, dos de ellos gallegos.

 

Weiß/Colonia, 26.4.

Mientras desayuno constato que eclosionó la décima orquídea de la maceta que tiene Diny en el alféizar de la ventana del comedor. Son dos vástagos, uno con seis, el otro con cuatro brotes (mi lenguaje técnico botánico es más josé que celestino y más celestino que mutis). Es una maravilla verlos renovarse una y otra vez, casi sin ningún cuidado especial. Entiendo bien la pasión de mi querido Guillermo Angulo por estas flores, y hasta sospecho, incluso, la de ellas por él.

 

A propósito del artículo de Arcadi sobre GGM en El Diario Catalán he recibido el ciento y la madre de emails, comentándolo de todos los colores. Hasta un notario de Barranquilla me ha escrito, defendiendo a capa y espada el prestigio periodístico internacional de GGM, a quien, según él, El Espectador envió a Europa para la cobertura informativa del encuentro de Stalin, Churchill y Roosevelt. Tales son las metástasis de la gabolatría, llegar a pensar que mientras todavía estaba estudiando el bachillerato en Zipaquirá, y sin ninguna experiencia de prensa, a GGM lo iba a enviar EE a Crimea para cubrir la Conferencia de Yalta. Realismo mágico a la enésima potencia. Pero esto no es nada con lo que todavía nos espera. Ya yo lo adelanté en mi reseña de uno de sus libros, que una vez muerto, el gobierno colombiano solicitará del Vaticano que se inicie el proceso de canonización de San Gabo. Milagros no son los que faltarán en el dossierdesde una puesta de sol por el Este (en Relato de un náufrago) hasta la ascensión de Remedios la bella en cuerpo y alma al cielo, ¡¡y llevándose las sábanas de la familia Buendía!!, no como la Virgen María, a quien nuestra Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Siciliana la hizo ascender al cielo sólo con lo puesto. Debe estar que trina, pobrecita mía. Y con razón.

 

***********FIN***********

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