Twitter es de esas cosas modernas, redes sociales, que no acabo de entender.
Un sitio en que lo más importante parece ser que no puedas escribir más de 140 caracteres.
¿Homenaje a Gracián? Pues no le veo la gracia, la verdad.
Supongo que es lo que le pide el cuerpo a la mayoría de los cristianos y de otras confesiones, incluso los descreídos como yo, pero lo que es a mí esto de twitter como que no me entra, o no me sale.
El sitio ideal para pensamientos breves y que parezcan con sustancia, que cualquier quinceañera con las hormonas desatadas, con sus ataques de histeria de manual, con sus convulsiones y todo, pueda aprendérselos de memoria y meterlos de rondón en cualquier charla con las colegas.
Con premios añadidos de conseguir ser trending topic o como se llame eso de tener nuestro minuto de gloria, que diría Warhol.
Lo cierto es que mucha gente a la que respeto, y admiro mucho, publican tuits muy divertidos e interesantes.
Yo no lo pillo, la ciudad Twitter no es para mí.
Lo siento, sólo leo lo que me viene de los amigos y yo no publico nada, que bastante tengo con escribir estos posts que ya me comen bastantes neuronas y algunas horas entre pensar, plasmar y subir (esta es la parte más dura, porque no sabéis lo que es intentar subir un post desde Burkina Faso).
La biblioteca OLVIDO, con su personal, todos me dicen que no me preocupe, pero claro el blanco soy yo, no lo veo tan claro. Eso sí, si me secuestran ni un euro. Queda dicho públicamente, otra vez
Lo de abrirme una cuenta en Twitter para mí y otra para la Biblioteca OLVIDO que he puesto en marcha en Burkina Faso fue cosa de mi consejera en redes sociales, mi buena amiga Montse, que me ayuda mucho a intentar conseguir ‘visibilidad’, como ella lo llama, que yo lo que quiero es que se vea lo que hacemos aquí, que tampoco está tan mal para ser sólo cosa de un descerebrado como yo.
Bueno, pues me hizo escribir algún tuit mientras estuvo de visita en Burkina, pero lo estoy dejando.
Lo de los tuits, de hecho, lo estoy dejando desde hace casi un año.
Pero como las redes sociales son contumaces, además de que les gusta la pela como a todos los hombres de buena voluntad y a los de mala les gusta aún más.
Habrán pensado estos de Twitter que hacerse de oros y no pegar un basto más en la vida, como el pavo dueño de Facebook, (no me pidáis que busque el nombre, que me rechazó la amistad en FB), ya sabéis al que le hicieron un biopic, pues que estaría bien.
Y supongo esa la razón porque últimamente me envían mensajes con tuits que suponen me interesan o pidiendo que complete mi perfil, que es parecido al de Hitchcok que salía en blanco y negro en la TV en los ’60: orondo.
Hasta que ya por curiosidad me dio por entrar en Twitter y en mi perfil.
Y mirando veo que a los que yo estoy siguiendo ganan por goleada a los que me siguen a mí.
La mayoría son familia, amigos o antiguos y nuevos compañeros de trabajo.
Y moviendo la barra de desplazamiento de mis seguidores, pura curiosidad egocéntrica, mis ojos topan con un usuario sin rostro, pero su nombre me hiela la sangre: HERMANOS MUSULMANES.
¡¡¡ME ESTÁN SIGUIENDO LOS HERMANOS MUSULMANES!!!
¡¡¡AAAAAAHHHHHGGGG!!!
Ya sé que pensaréis que estoy bromeando pero a mí me entró su aquel…
Así, como lo veis: me siguen
Desde hace más de 4 años que me llamaron varias veces de la Embajada de España en Costa de Marfil (en Burkina Faso no hay legación) para decirme que debía abandonar el país, que no era seguro.
No se sabe cuántos millones de euros costó al Estado español lograr su liberación, pero si me jode que mis impuestos se los lleven los corruptos de turno, imaginad que esa pasta se dedique a financiar el terrorismo islámico. Vamos, que no.
Consecuencias: el Gobierno saca instrucciones para decirnos que estamos en zonas desaconsejadas por el Mº de Interior y que es bajo nuestra absoluta responsabilidad y poco menos que ni se van a interesar por nosotros, ni por nuestra suerte. Ni pagar un euro, ni destinar recursos (humanos, supongo) para liberarnos, llegado el caso.
Es como que a resultas del caso Bárcenas (el último de todos los Tesoreros del PP procesados) el año pasado sacaron unas disposiciones por la que no declarar hasta la última canica que tengas en el extranjero te puede suponer la expropiación sancionatoria de todo y mucho más.
La cuestión es que no dejo de ser público objetivo, o un buen blanco para un secuestro (broma recurrente que me suelen hacer los amigos listos y de Twitter) y, claro, saber que nada más y nada menos que los Hermanos Musulmanes (espero que no todos) ‘me estén siguiendo’ me ha dejado descolocado, porque este Twitter no te avisa.
Aquí una hermana, musulmana ella, con su nicab y todo, llamando a los Hermanos para darles mis coordenadas (‘está en el despacho’), o lo mismo sólo está llamando a la familia…
Si hubiera sido en Facebook, “los Hermanos Musulmanes te piden amistad”, por ejemplo, ya estaría yo sobre aviso y lo mismo hasta les aceptaba como amigos y les mandaba a los Hermanos Musulmanes el típico mensaje de buen rollo:
PAZ, HERMANOS (MUSULMANES), o alguna frase lapidaria de Paulo Coelho (¡ahora lo entiendo, hay sitios en Internet donde están colgadas todas esas gilipolleces que dice!).
O les soltaba un arabesco, ¿o será arabajo, como latinajo?
Su salamalekum o su bismilá.
Algo que parezca que soy de los suyos o de cerca.
Lo malo es si leen las cosas que a veces escribo en Facebook o en estos posts de FronteraD donde pongo a las religiones como la mierda, tal como las siento.
En todo caso si me piden hacer una quedada no pienso ir a entregarme. Yo no soy tonto.
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