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Mientras tantoMi escaño por un caballo

Mi escaño por un caballo


 

Fantasea uno siempre con que Llamazares tuvo un sueño, como Luther King, que se hizo realidad cuando aparecieron las Femen en el Congreso, lo que es una manera alegre, nudista y esencial de reivindicación de izquierdas: una suerte de marxismo sobre el cuerpo femenino utilizado como medio de protesta. Un milagro o el nirvana gaspariano como una evolución virtuosa de la camiseta con eslogan que se pone a veces el diputado encima de la camisa y la corbata. Ya se dijo aquí que Valenciano debió de sufrir la tentación de enseñar aquel día su mariposa tatuada, tal fue la emoción, mientras Cañete debió de limitarse a observar la escena impasible, en parte gracias a su superioridad intelectual. El diputado comunista vio cumplido su anhelo y la candidata socialista lo logró antes de ayer cuando la amenaza machista se cernió definitivamente sobre los españoles. Cuenta la leyenda que Valenciano, una joven telefonista en los tiempos del golpe de Estado, pronunció entonces la frase, en parte también gracias a su don de lenguas, viéndose entre multitudes: “I have a dream”, y hoy, casi cuarenta años después, la oportunidad se ha presentado. Elena es la esperanza de las mujeres frente a la hidra del falocentrismo, y a Cañete uno ya casi le ve como a esas figuras mesopotámicas con el miembro viril desproporcionado sobresaliendo del escaño. A fuerza de imaginar se tienen visiones extraordinarias, y en esta nueva etapa de ilusión que se abre para el género femenino se ven hasta las alegorías, y de este modo ‘La Libertad (la primera Femen) guiando al pueblo’  de Delacroix con el rostro de la líder del PSOE. Los votantes lo deben de tener claro, y más aún después de confirmar Rosa Díez, con la mirada de Lorena Bobbitt, la presencia de la maldición. Si uno fuera Cañete andaría por esos pueblos con el cuidado de Gary Cooper en ‘High Noon’, mirando siempre a ambos lados de la calle, por mucho que pueda contar con el apoyo de García Tejerina (y con el de otras compañeras de partido embelesadas por el tamaño de su inteligencia), que hace las veces de Katy Jurado. No sabe por qué, pero uno siempre imagina a Llamazares en su escañil, ensimismado recordando su momento de gloria desnuda, indiferente en el ensueño hasta de ver a Cañete en el suelo, como Ricardo III, sin montura y acosado por su rival en medio de la batalla exclamando: “¡Mi escaño por un caballo!”.

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