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Bai esan?

El rincón del moralista   el blog de Aurelio Arteta

 

Ni yo ni probablemente tú, estimado lector, conocemos el euskera. Aun si pertenecieras al incierto grupo que dice conocerlo, también sería probable que (como la mayoría de ese grupo) ni siquiera lo emplees. No hay que avergonzarse por ello. La razón de ese desconocimiento o de tal desuso es muy sencilla: no necesitamos usar esta lengua, ni por tanto tenemos deber alguno de aprenderla, porque nos entendemos en la lengua común o de todos.

 

No te dejes, pues, engañar por las repetidas consignas de nuestras autoridades en esta materia. Cuando ellas hablan de proteger los derechos lingüísticos de los ciudadanos, piensa que esos derechos protegen ante todo a los hablantes reales de una lengua, y no tanto a quienes manifiestan desear aprenderla. Porque hay en esta Comunidad otros deseos y necesidades  de trabajo, salud o asistencia social bastante más graves y universales. Si quieren una defensa de esos derechos lingüísticos, habrá que defender tanto los propios de los vascohablantes como de los castellanohablantes. Y, desde un punto de vista cuantitativo, más aún los de la mayor parte de nuestros conciudadanos, que son hablantes del español. Pues ya sabemos que la llamada lengua propia de Euskadi no es la propia lengua de la mayoría de los vascos.

 

Cuando se refieren a las discriminaciones por razón de lengua, ten en cuenta que los discriminados en el acceso a los empleos públicos de esta Comunidad desde hace décadas somos primordialmente los de lengua española. Y esa discriminación es sin duda la mayor y más frecuente injusticia pública  de nuestro país. Que la situación sociolingüística sea desfavorable para el euskera salta a la vista, pero no significa que eso sea culpa nuestra y que debamos remediar aprendiéndolo o usándolo. Al insistir en que el gobierno vasco tiene la obligación de imponer medidas que garanticen la «libre opción lingüística», vuelven a confundirnos. Porque para la gran mayoría, ajena al euskera, esa opción no existe si su lengua materna u ordinaria es el español. Otra cosa sería un uso anormal (falso, forzado, empobrecido) del euskera. Por eso, cuando se ofrece al ciudadano esta lengua minoritaria, la elección tiene mucho más de impuesta que de libre: nos mueve el afán de sumar puntos en algún curriculum, la mayor expectativa de trabajo, la presión social de esos pocos que quieren avergonzarnos por ignorar esa lengua… Es la «libre» (?) opción que ahora amenaza con sanciones a las empresas que no se adhieran en su práctica mercantil a esta política nacionalista.

 

Pero aquí vale todo, desprevenido lector. Los comisarios de la lengua tratarán a diario de dominar tu conciencia, incluso con datos tramposos o torticeramente leídos. Ahora resulta que el 55’7% de los vascos dicen ser  euskaldunes (que no es lo mismo que serlo); o sea, que «al menos, lo entienden y lo hablan, aunque sea con dificultad». Debe de ser con mucha dificultad porque, fíjate bien, «su uso en el hogar ha descendido» casi un 2 %. Tan enorme sinsentido sólo se aclara cuando tres cuartas partes de los encuestados reconoce todavía que su primera lengua es el castellano. ¿No habrá entonces que proclamar el colosal fracaso de esta política lingüística?

 

Y si el verdadero índice de la pujanza de un idioma es el número efectivo de sus usuarios, los datos fiables referidos a la lengua vasca todavía  son más inquietantes. Tal era ya la principal conclusión de la VI Medición del Uso de las Lenguas en la calle (2011) emprendida por el Cluster de Sociolingüística con todos los plácemes oficiales. Según este estudio, sólo el 13’3 % de los vascos recurre habitualmente al euskera, lo que significa que su uso está casi estancado durante los últimos veintitantos años. Si en Guipúzcoa sus hablantes parecen ascender al 32’7 %, en Vizcaya se quedan en el 9’4 %, en Navarra el 5’7 % y en Alava llegan justamente al 4 %. Llama la atención que en capitales como San Sebastián el porcentaje de usuarios sea el 15’9 %, el mismo que el medido hace diez años. Peor es que Vitoria y en Bilbao los hablantes reales ronden el 3 % y que en Pamplona oscilen entre 2’5-2’9 %.

 

Así que no queda más remedio que ser, como el príncipe de Maquiavelo, «un gran simulador y un gran disimulador». Al igual que éste para mantener el poder debía ocultar o fingir sus verdaderas intenciones, el ciudadano vasco debe simular en lo posible que sabe euskera y disimular que lo ignora. Así lo establecen las muy recientes Pautas y criterios que regulan el uso de las dos lenguas oficiales en las comunicaciones oficiales de la UPV/EHU. Esas Pautas fijan la prioridad del euskera en cuanta conversación, comunicación, mensaje, títulos, rótulos, trámites, solicitudes, página web, redes sociales, publicidad, anuncios y campañas tengan por sede, asunto o protagonista nuestra Universidad. Ya imaginarán que la comunidad universitaria -profesores, alumnos y empleados-, siempre tan obediente a las directrices, aún no ha dicho esta lengua es mía.

 

Será muy hermoso el modo como casi todos nos engañaremos unos a otros. El saludo inicial se dirá en euskera, aunque el nivel lingüístico de los interlocutores sea mínimo o nulo. Según el caso, las presentaciones y textos irán en ambas lenguas, pero siempre se ofrecerá al sujeto la posibilidad de elegir la «lengua propia» del país. Esas pautas controlan todo, menos el ridículo: «Si se desea realizar el acto [académico, se entiende] solamente en euskera, y si algún participante no es vasco-hablante, se puede utilizar la interpretación simultánea susurrada (xuxurlatua)». Al encargado de tal función le llamaremos el intérprete que susurraba a los vecinos de asiento.

 

Pero ni aun así consiguen ocultar lo inocultable, a saber, que también en la Universidad vasca el pensamiento y las ideas de la mayoría  se forjan en la lengua española común. Pues los anuncios y mensajes que ella redacte, «se pensarán en euskera, para que no sean meras traducciones de los creados en castellano». Es una confesión que lo dice todo. Nos informa exactamente de cuánto cuesta llegar a ser ese Pueblo, construir esa Nación, dotarnos de la Identidad… que sólo el nacionalismo vasco necesita para sus fines secesionistas.

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