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Mientras tantoDe mi Diario: Semana 23 / 2014

De mi Diario: Semana 23 / 2014


 

Weiß/Colonia, 1.6.

Ayer olvidé consignar el encuentro con Marisa, en la estación del Metro, después del almuerzo en el italiano de Karstadt. No la veíamos desde el funeral de Juan, hace algo más de tres años, pero aunque soy un malísimo fisonomista la reconozco enseguida y la llamo y nos abrazamos y la plática sigue hasta Rodenkirchen, en el tranvía, porque ella vive muy cerca de esa parada. Por cierto que antes, en la de Neumarkt, donde la descubrí[mos], me di cuenta de que una mujer de unos 50 años se había parado al lado de ella y nos miraba de vez en cuando sonriente, así es que derecho viejo le dije sonriendo que qué bueno que se interesara en nuestro diálogo. Se disculpó por su indiscreción –puramente acústica– y nos contó que era colombiana y le había sorprendido gratamente oír su idioma en el mero–mero corazón de Colonia; que estaba de visita turística por Europa y recién acababa de llegar de España, a lo cual le comenté muy serio: «¡Ah, así pues no sólo vino a visitar Europa, también África!»   La llegada del tranvía me impidió que continuase con la deconstrucción de sus conocimientos geográficos. Merde alors!

 

Me escribe Willy, después de leer mi diario, diciéndome que Oostende no significa “el fin del Este”: «Antes había por aquí una isla, cuando la línea de la costa todavía no era tan recta, sino un desmadre; y la actual Oostende quedaba al este de esa isla. “Einde” es en este caso la palabra medieval neerlandesa para “lado”, así es que Oostende debe leerse como “lado oriental”». Y es lo que yo me digo, lo mismito que las putas con un alto sentido de la profesionalidá: Nunca te levantarás de la siesta sin aprender algo nuevo.

 

Weiß/Colonia, 2.6.

2:10 am : The Gard, una peli irlandesa para recordar. Me recordó la nouvelle de Kenzaburo Oé donde un soldado negro norteamericano, que se salva en paracaídas de un avión derribado, va a dar (y caer como prisionero) en una aldea japonesa de una isla, donde jamás habían visto a un negro. Creo que se titulaba La presa. La busco con ayuda de Miss Hortensia Google y hasta la encuentro en fomato pdf. El agente negro del FBI, en ese rincón perdido de Irlanda, es como la contraparte del soldado negro en la aldea japonesa de Oé.

 

Me llama el Dr. Ruppert: los resultados de los análisis son completamente satisfactorios, no hay valores que no sean casi idénticos a los del último examen que me hizo; incluso el suplementario hecho esta vez, de la tiroides, también está en orden. Su conclusión es que tiene que haber sido una depresión o bien un virus de los que andan campando por sus respetos en estas tierras; que continúe tomando ½ pastilla de Doxepin por la noche, durante dos semanas, y que le pida una nueva cita al final del otoño. ¡Albricias, podré seguir viajando a Escocia!

 

Al paso, contestando a un email mío, Carmen [Hernández–Pinzón] me contó lo de la abdicación del Borbón de turno, y ½ hora después mi deuda externa me pasó una invitación al referéndum para acabar con la monarquía. Me hizo pensar en la comedia de Bernard Shaw The Aple Cart. El primer ministro quiere la República, y el rey le amenaza con presentarse como candidato a su presidencia. Y aunque el pueblo está contra la monarquía como institución lo más seguro es que el rey gane las elecciones, porque personalmente es muy popular y tiene mucho carisma. En España podría ser un experimento interesante. Que un referéndum votase por la República, y que Felipe de Borbón se presentase como candidato a la presidencia. También personalmente pienso que ganaría, porque parece ser uno de los muy poquitos españoles de la clase política no contaminados (todavía)  por la corrupción general. Y no sería mala solución: ocho años más de Borbones –si lo reeligiesen– y luego adiós muy buenas, y gracias por los servicios prestados.

 

Raddatz en Kampen, su refugio en la isla de Sylt: «Despacho en la oficina postal cartas para Grass, Botho Strauß, Hochhuth y Enzensberger. El funcionario que me atiende se llama Max Frisch».

 

10:15 pm : El juez y el asesino, una peli de Bertrand Tavernier que es de las pocas suyas que aún no había visto. Me ha dejado harto confuso, aunque tal vez se deba a las varias, ¡a las muchas!, interrupciones en la visión, ocasionadas por Diny viniendo a dejarme sus últimas instrucciones acerca del lavavajillas, de una ropa que vendrá –si es que viene– a recoger Paul, del agua que debo regar en la maceta de la planta de lavanda del cuarto de los invitados, etc. etc. etc. En fin, esto es algo que lo dejé escrito y publicado hace mucho tiempo: «El amor es envejecer juntos, dominando todas las veces los ocasionales deseos de retorcerle el pescuezo a la pareja».

 

Weiß/Colonia, 3.6.

Diny a Bélgica, con Willy, a las 6:26 am. La despido con la mano, desde la ventana del cuarto de los invitados. Miro de reojo la maceta con la planta de lavanda y me devuelvo al catre.

 

Antes de ir a La Modicana, me graba Carlitos un mensaje para la presentación del libro de José Alias sobre su relación con Cortázar. Será pasado mañana, en Madrid, y estará presente Fabio Martínez, es decir, sólo faltaremos Omar y yo, de los cuatro que pasamos la primera hora de la soledad de Cortázar ya en su tumba, el día de su entierro. Creo que mi mensaje les divertirá, es una de las mejores anécdotas que tengo acerca del Gran Cronopio, y hasta ahora inédita de un modo público: la he insertado en la conferencia del día 12, en el Cervantes de Hamburgo.

 

Weiß/Colonia, 4.6.

Voy a la oficina postal a despachar un grueso sobre con fotocopias de muchas contratapas de Mi Libro Favorito, una sección que hubo durante año y ½ en el suplemento cultural de Diario16 y en la cual colaboré de una manera activísima, consiguiendo aportes de gente como Ignacio de Loyola Brandão, Lizandro Chávez Alfaro, Salvador Garmendia, Antonio Cisneros, Luis Fayad, Vlady Kociancich, Álvaro Mutis a algunos de los cuales les adelanté el honorario de mi propio bolsillo, sabiendo cuánto se dilataban los pagos del diario. Otra de mis muchas inversiones a la pérdida. Y a propósito de pérdidas, hoy, al regresar a casa en el autobús, de pronto me pregunté si seguiría siendo la misma la dirección postal de José Luis, a quien acabo de enviarle ese centón de fotocopias. Pero como vive en un pueblito tan cagada–de–mosca en el mapa, no creo que el cartero tenga la más mínima dificultad en localizarlo, si es que acaso cambió de domicilio.

 

Traduzco para mi blog en El Espectador dos páginas de Navegação de Cabotagem, el libro de recuerdos, más que de memorias, de Jorge Amado. Qué difícil es traducir algo tan fácil en ese original tan sencillo en apariencia pero escrito al ritmo de una plática, de una rememoración casi en voz alta, sin pretensiones literarias prima facie. Menos mal que puedo contar con la ayuda de Laís cuando termine y quiera chequearlo con alguien que tenga como idioma natal el “portugués con azúcar”, según Eça de Queiroz llamaba al que se habla en el Brasil.

 

Gracias a nuestros vecinos nigerianos del piso de abajo, cuya cocina queda exactamente debajo de la nuestra, puedo decir que disfruto de una pituitaria africanizada. Me pongo a pensar cómo el olor distingue a las comidas aun cuando se cocinen a miles de km de su lugar de origen. Pero también cómo es que cuando hice mi servicio militar –de marzo 1961 a julio 1962– Madrid  olía a coles, y ahora huele a gases de escape. Sic transit!

 

Weiß/Colonia, 5.6.

0:45 am : Repiten la 1ª temporada de la policial sueco–danesa El Puente, una de mis favoritas.

 

Todo el día dedicado a darle los últimos retoques “orales” al texto de mi conferencia Cortázar en Hamburgo, y finalmente se lo envío a mi consejo asesor y a un par de amigos más. Como se trata de un patchwork, o de un collage, de varios artículos míos sobre el Gran Cronopio –quien es el escritor al que le he dedicado más prosa a lo largo de mi vida–, entonces el someter este texto al consejo asesor es casi sólo cuestión de rutina en el buen sentido de la palabra, porque estoy seguro de que me descubrirán más de un fallo de teclado. Eso aparte de que en el texto les regalo una anécdota hasta ahora inédita en mi relación con Cortázar, aunque puede ser que no sea tan inédita como yo creo, porque hay al menos un chileno que se la atribuye como propia, igual que su participación en el Frente Sur de la embestida final sandinista contra Somoza, así como su calidad de guardaespaldas de Allende. Los italianos, sobre todo ellos, le creen todo cuanto inventa. Tienen tradición al hacerlo. También hay muchos que le creen a Berlusconi.

 

Weiß/Colonia, 6.6.

0:10 am : Pasaron en el primer canal el reportaje sobre el asesinato de Elizabeth Käsemann por los matones patibularios de la dictadura argentina. Hay cosas que uno presiente, pero que igual te duelen y aún más te joden si las ves confirmadas por la documentación. Desde siempre sentí una incoercible desconfianza acerca del dizque “gran ministro de Asuntos Exteriores” alemán de la coalición de los socialdemócratas y liberales después de la dimisión de Willy Brandt, el tal Genscher: desde siempre me pareció el prototipo del oportunista político que colgaba su ropa en el tendedero según soplaba el viento, y lo demostró en 1982 al cambiar su coalición y echarse en brazos de los cristianodemócratas con el único objeto de seguir en el poder. Y desde siempre alimenté un desprecio cerval contra el tal Neubauer, presidente en aquel entonces de la DFB, la Federación Alemana de Fútbol (la mayor organización deportiva del mundo), que se dobló en un servil ángulo recto, de 90° –hay fotos que lo demuestran–, para saludar al general Menéndez, el carnicero de Córdoba, en Argentina. Y desde siempre me pareció cuando menos bastante sospechosa la actitud del embajador alemán en Buenos Aires en todo lo que tuvo que ver con el secuestro, la tortura y la ejecución manu militari de Elizabeth Käsemann. El documental que acabo de ver me proporciona la prueba de que todas mis desconfianzas estaban harto más que justificadas, y de que, no sólo eso, además, estos tres individuos se deben contar entre los más vomitivos especímenes de la más reciente historia alemana. Diestramente, el documentalista ha  resumido la actuación de Genscher en esa silla vacía donde no acudió a sentarse para responder a las preguntas que le iban a hacer. Y los demás, sus dos secretarios de Estado, von Dhonanyi y la Hamm–Brücher, y no digamos el señor embajador, se autodelatan a cada momento con cada excusa o cada explicación que le quieren dar a lo inexplicable. Semejantes cosas hay que dejarlas dichas con las palabras que todos ellos se merecen, porque si no se convierten en anécdotas de la Historia, como las cacerías de elefantes del Borbón carminativo que abdicó el lunes. ¡Qué bueno recordar que le dieron el premio Carlomagno! Así colocaron el premio, una vez más (hay rebajas de verano en los ejemplos a su concesión), al nivel que le corresponde. El del inodoro.

 

Regresa Diny muy contenta de Bélgica, a la 1:15 pm, y la invito a comer en el chino para que no tenga que cocinar hoy. Estuvo con Willy en Oostende, en Zeebrugge (un puerto para barcos de contenedores), en Breeskens (a la desembocadura del Escalda, en Holanda, donde hace muchos años pasamos una vez las vacaciones de Semana Santa con los niños), y por último en Gante, donde Willy tenía que presentar una biografía, y a la presentación asistió Herman van Rompuy, que fue amigo del biografiado, en fin, que sin más ni más se vio catapultada al seno de la crème de la crème belga, o al menos flamenca.

 

Último partido de la selección alemana antes de partir para el Brasil. Juega contra Armenia y he leído en el diario que lo hará Klose, así es que me siento ante la tele. Quiero ver cómo marca su gol 69 para la selección y se convierte así en el mayor goleador del fútbol alemán. Ya tiene 68,  la marca que se creía insuperable, de Gerd Müller. Y sí que llega el gol # 69 de Klose, a los 76’, al recibir una asistencia de Podolski; de repente aparece Klose detrás de un defensor, pareciera como disparado desde el suelo, y cabecea al centro del arco tirándose en plancha, un gol clásico de delantero centro hasta el tuétano, lo que ha sido y es Klose, desde siempre. El jugador que más he admirado, también siempre, entre los alemanes. Ahora sólo le queda marcar dos goles en Brasil y se convertiría en el mayor goleador de campeonatos mundiales de todos los tiempos. Es una gloria que le deseo, de todo corazón, porque no se trata solamente de un magnífico jugador, sino también de un ser humano modelo en su manera de ser fuera y dentro del campo.

 

Weiß/Colonia, 7.6.

Raddatz es implacable, no deja títere con cabeza. A Gadamer lo más suave que le aplica es un epíteto letal: Gebildeter Schwätzer [=charlatán ilustrado], y este juicio: «Se puede haber leído a Platón y a Nietzsche, y sin embargo no abrir la boca para otra cosa que mera palabrería».

 

Boyhood, qué peliculón. Rodado en doce semanas, pero a razón de una semana por año, para que el efecto visual del paso del tiempo por los personajes se reflejase también de una manera inequívoca en el paso del tiempo por los actores que los incorporan. La única posibilidad de comparación serían los treinta años, desde 1955 hasta su muerte, que Orson Welles estuvo liado con su Don Quijote, que además dejó sin terminar. Pero lo dilatado de la filmación de Welles no fue nada orgánico, sino impuesto por las circunstancias, en especial la falta de financiación del proyecto. En Boyhood el tiempo invertido en la filmación es tiempo ganado en la veracidad del relato. Hemos salido del cine con el asombro en el cuerpo. Y con una nota personal que nos hizo entrañable la peli: el extremado parecido físico de nuestro Oskar con Mason, o mejor dicho, con Ellar Coltrane, el niño cuyo desarrollo acompañamos desde los seis a los 18 años. Por cierto que en la sala éramos 16 espectadores, ninguno de los cuales volverá a cumplir los sesenta, lo que me pareció una divertida asimetría con el título de la peli, y con la propia peli.

 

A la salida del Odeon, camino de la parada del tranvía, hacemos parada y fonda en La Esquina, una taberna española enfrente de la iglesia de San Severino (siempre que la veo me acuerdo de la tos del padre de Heinrich Böll, en una de sus mejores estampas memorialistas). La camarera es argentina. Hasta aquí llega la pacífica invasión latinoamericana en la gastronomía española. Diny encarga una ensalada simple y una ración de garbanzos con espinacas, acompañadas de un Barbadillo frío. Y yo una ración de gambas al ajillo y otra de tortillitas de camarones, crocantes, deliciosas; de beber, un tinto navarro añejado en roble. 32 € incluida la propina, no es caro.

 

Luego, en el bus desde Rodenkirchen a casa, en la parada delante del supermercado ReWe sube una parejita joven, de menos de 20 años, que se les nota que viven juntos y que vienen de hacer la compra de la semana. Ella viste hot pants azules y una blusa transparente color humo, que deja ver su sostén, de cuerpo blanco y tirantas negras. Es absolutamente evidente que esta chica carece del más mínimo buen gusto al menos en materia de ropa interior. Una blusa y unas tetas como las suyas se merecieran otra lencería o, mucho mejor, un esplendoroso topless.

 

***********FIN***********

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