Los muchísimos acontecimientos que han sufrido los hijos de las mujeres del mundo entero han hecho creer que estamos en los tiempos en que cosas grandes pueden ocurrir, cosas determinantes, y de ahí que hubiera que estar atento y responder al desafiante destino como se merece. Cómo sabemos que los hijos de las mujeres tienen este sentimiento, escribimos este artículo a nuestros colegas, ellos saben quiénes son, para que nos hagamos oír de una puñetera vez, y la nueva era deseada, o sea, el nuevo orden de prioridades del mundo entero, tenga adeptos y el pensamiento, y la práctica, lleguen a buen puerto. Esperamos que, otra vez más, estas reflexiones sirvan para que veamos que la ONU no es nada, no sirve para nada.
Dios. Algunos serían incapaces de escribirlo con minúscula, así, dios. Es la cosa más grande que ha salido de la cabeza de los hombres. Ellos solos, sin sus madres, fueron capaces de decir a los otros, e imponerlo bajo la amenaza de cuchilladas variadas, que Dieu es lo más de lo más, y es tan recto, poderoso y puro que, siendo omnipotente, lanza rayos mortales a los que lo ofenden o mancillan su nombre. Y si se despista y no inflige el castigo, otros hombres, generalmente barbudos e inflexibles, pueden hacerlo por él, y es cuando se puede vivir la escena esta de que Amnistía Internacional nos pida que mandemos una carta al emir de cualquier país para que evite la lapidación de cualquier adúltera, real o inventada, por haber tenido ayuntamiento carnal fuera de sus ridículas normas, leyes y desatinos cosidos con hilo divino. Bien, para erradicar prácticas tan extremas debemos hacer llegar a los ciudadanos que las sufren que no es posible que un Dios todopoderoso sea humillado desde abajo. Y hacerlo creer a los niños. Pero está claro que no vas a ir a un niño y decirle solamente que todo lo que dicen deDieu es mentira, sino que le tienes que enseñar otra cosa. ¿Lo pillan? O sea, además de esto, tiene que saber leer, escribir, conocer el álgebra y ser capaz de operar una hernia cuando sea mayor. Ergo, no tiene ningún sentido que todavía pudiéramos defender la difusión de mentiras, diciendo que cada uno tiene su cultura, que los intransigentes usen el látigo y las piedras y allá Amnistía con su pérdida de tiempo. ¿Lo han pillado?
Patria. Se dice bien, lengua antigua, latín. Viene de las potestades del padre. Como quien dice que la tierra es de los hombres. Pero en el mundo actual se actúa como si esto fuera la única verdad, y los hombres acaban diciendo que son de tal sitio si sus padres lo son, nada que decir de sus madres. Pues bien, si nos conminan a condolernos por las adúlteras de remotísimos países, está claro que tenemos potestad de preguntar por lo que se hace en países que, aparentemente, no tienen nada que ver con nosotros. ¿No? Porque, si fuera verdad lo de las fronteras, ¿quién paga, por ejemplo, por la contaminación hertziana del espacio de Annobón, lugar remoto sin fábrica alguna? Porque es bajo este epígrafe en que se discuten los recelos de guardianes de fronteras patrias ante la intromisión de foráneos sin medios económicos. O sea, cierra la frontera de Melilla que vienen los negros. ¿Eh? Como si no fuera suficiente el hecho de que miles de personas ejerzan de consumidor de productos de Apple para que los dueños se hagan millonarios. ¿Acaso creen que nos engañarán que tener un teléfono smart es de algún tipo de utilidad? Si profundizamos en esta parte, verán que todas las mujeres que han dado hijos deberían cobrar, por el ejercicio consumidor de sus hijos. Es un escándalo que todavía las mujeres sigan pasando hambre en todo el mundo.
Rey. Rex. Otra gran mentira. Los hombres antiguos se alzaban sobre el cuello de los otros y se hacían temibles; luego, con el avasallamiento de muchos, echaban de sus tierras a los más débiles y exigían tributos a su fuerza bruta. Por ejemplo, la batalla de Amiens causó 50 mil muertos, y miles de personas murieron en la isla de Fernando Poo cuando España echaba el ancla de su conquista colonial. Que no se conozca este extremo no quiere decir que no sea verdad que los reyes, de donde sean, reclaman su patrimonio sobre la sangre de los hijos de otras, y de estas mismas. O sea, cualquier reclamación de la república, de una forma republicana en el ejercicio del poder, es un homenaje sostenido en el tiempo a los mortalmente machacados durante la erección del reino. Y lo decimos bien, erección, porque no ha habido reinado sin mediación de esclavismo en la carne sufriente de la mujer, aunque el monarca del turno se llamara El Impotente. Y quizá sea en este asunto, el de los reyes y mujeres que son catapultadas a un campo de tonterías diversas en las que toman parte los hombres, en que se puede hablar de otras formas de ejercer el poder. Es decir, que cualquier rey beduino sería grandísimo amigo de un premier europeo porque hablan el mismo dialecto, el bajo latín. Por esto mismo, cualquier individuo se hace un gran servicio cuando, estando donde esté, socava el poder inicuo que más tenga cerca. Porque, al fin y al cabo, todos los reyes acaban dándose la mano, cuando lo que se dan no son besos descarados y, fingidamente, apasionados.
En los tiempos venideros, los que quieran adecuar el vertiginoso mundo de las tecnologías a un pensamiento humanizador, contemporáneo y compartible, como debe ser, han de saber que deben someter a riguroso escrutinio las nociones que tenían de Dios, patria y rey. Porque sería la única manera de no admitir, por ejemplo, que los abusos cometidos contra los apátridas puedan quedarse impunes o la soberana tontería de que castigar a los ofensores de Dios es loable, o que todos, al final, se merecen los príncipes ladrones que tienen porque es su destino, anclado en la indolencia.
Barcelona, 10 de junio de 2014