¿Por qué hay tan pocas mujeres jugando al ajedrez? ¿Es un deporte exclusivamente masculino? ¿Hay diferencias en el juego entre un hombre y una mujer ante un tablero?
Laszlo Polgar era un maestro húngaro disconforme con la educación de su país. A mediados de los años setenta, Budapest y el resto de Hungría se regía por un régimen comunista que te decía qué pensar, qué leer y qué estudiar. Laszlo, acompañado por su mujer Karla, decidieron que sus hijas no irían a la escuela. Ellos mismos se encargarían de educarlas en su casa. Las niñas sólo iban una vez al año para hacer los preceptivos exámenes. Laszlo y Karla tuvieron tres hijas: Zsuzsa, Judith y Zsofía. En el programa de estudios que elaboró Laszlo, el ajedrez se encontraba en un lugar preferencial. Desde niñas practicaban a diario.
A los 8 años Judith Polgar, nacida un 23 de Junio de 1976, empezó a destacar entren sus hermanas en el dominio del ajedrez. Su estilo era atrevido e imaginativo, algo impropio en una mente de tan corta edad. Siempre jugaba con un peluche al lado del tablero, ganando a jugadores experimentados y siempre acompañada por su madre Karla. En Budapest muchos jugadores profesionales, invitados por su padre, pasaron por su casa y desafiaron a las tres hermanas Polgar.
Aunque el padre insistió en que sus hijas no participaran en torneos femeninos, sólo en absolutos, donde importa el número de ELO, no tu edad o sexo, dos años antes de la caída del muro del Berlín, hablamos de 1987, Judith fue obligada a jugar el Campeonato del Mundo Sub-14 femenino y lo ganó. Tenía once años, y su ELO era ya de 2.355. El ELO sería algo así como tu importancia como jugador. Un jugador bueno tiene 2.000 ELO, un gran jugador 2.200, y Magnus Carlsen 2.780, lo más alto. Si ganas torneos te sube tu puntuación, si pierdes torneos te baja el ELO. 2.355 de ELO con once años, es excepcional.
En 1991 consigue ser campeona de Hungría, derrotando a los mejores jugadores de ajedrez húngaros, con quince años. Jugadores de la talla de Adorjan, Sax, Farago, o Portisch. Ahora ya solo jugaba torneos absolutos, y entrenaba siempre con su hermana Zsofía. Destacaba su juego agresivo y de ataque. No era muy experta en aperturas, la fase del juego que menos le gusta. Pero una vez llega el medio juego, es cuando se lanza al ataque con todas las piezas. A los quince años ya no llevaba los muñecos de peluche con ella, pero siempre rodeada por su familia. Con esa edad adquiere el título mayor para un ajedrecista Gran Maestro Internacional.
En 1993, con diecisiete años, decide aspirar al Torneo de Candidatos, es decir, unos Torneos preliminares que se suelen establecer cada dos años, para elegir los mejores que pueden aspirar al trono del Campeonato Mundial. Se presenta los 74 mejores jugadores del mundo, y nuestra Judith Polgar queda en el puesto 18. Ahora ya se empieza a hablar de las hermanas Polgar, y en especial de Judith. Otros jugadores húngaros, como Peter Leko y Ferenc Berkes, copian el método de estudio de Laszlo Polgar. Y éste animado por sus amigos publica un libro de ajedrez con sus 5.334 posiciones y las 600 partida que enseñó a sus hijas.
En 1994, con dieciocho años, gana el Torneo de Comunidad de Madrid acabando invicta. Todo el mundo quiere conocer a este fenómeno del ajedrez femenino, que desafía al mundo propiamente masculino del ajedrez. Y Judith Polgar es invitada a los torneos más prestigiosos. En 1996 gana el Torneo de León con Topálov; en 1997 es quinta en el Torneo de Linares (el mejor del mundo); en 1999 (con 23 años) gana el Torneo Hoogeveen (Holanda), por delante de Timman y Sparsky. Y por fin, en el año 2000, consigue colocarse en la octava posición en el ranking de los mejores jugadores de ese año. Y además derrota a Gary Kaspárov, la única mujer que ha conseguido ganarle.
En ese momento atesora un ELO de 2.700. La mejor ajedrecista de todos los tiempos. La única mujer que ha estado entre los diez mejores. Aunque su hermana Zsuzsa Polgar también es Gran Maestro Internacional, y la pequeña Zsofía Maestro Internacional, nunca han llegado a la altura de Judith. La escuela del padre Laszlo no fue tan mala.
Tres años después en el Torneo Wijk Aan Zee Judith Polgar derrota a Anand. En cuatro años ha derrotado a dos campeones mundiales.
En 2004 decidió tomarse un año sabático y ser madre. Y cumplir aquella promesa que se hizo en la niñez: “nunca me casaré con un ajedrecista”. Se casó con un veterinario, el distinguido Gustav Font, que le ha dado dos hijos, la graciosa Hanna Font y el vivaracho Oliver Font. A partir de aquí el juego de Judith mejoró notablemente. Y su marido, Oliver Font, ocupó el lugar de los peluches, y de su madre Karla, la silenciosa y firme Karla. Le dio la confianza y la estabilidad que necesitaba Judith.
No hay diferencia entre un hombre y una mujer jugando al ajedrez.
Si no tenemos más Judiths, es porque nos faltan más Laszlos. No es un problema de sexo, sino de educación, de estímulo, de interés, de paciencia. No hay malos alumnos, sino malos profesores como diría mi amigo Frank McCourt en su libro Teacher.
Lo repito una vez más: No hay diferencia entre un hombre y una mujer jugando al ajedrez.
Buenas noches.
Juan Bohigues