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Mientras tantoSí que quieren ser princesas

Sí que quieren ser princesas


 

«Las niñas ya no quieren ser princesas», decía Sabina hace años. Pero eso ya no es así. Para empezar, todas las niñas van de rosa. Vestidos, mochilas, todo. Al menos aquí. Las niñas pequeñas pasan su infancia sumergidas en sueños rosas. Es verdad que de pronto sufren una metamorfosis que las hace aparecer casi casi como perversillas (estoy siendo misericordiosa): es la (pre) adolescencia. Dicen los sociólogos que en esa etapa muy descaradota, ellas piensan que si su chico les da un día un soplamocos tampoco es para tanto. Si las controla (movimientos, amistades, etc.) tampoco. Tiene celos porque las quiere mucho. Virgen santa, ¿a qué me recuerda eso? ¿se llama ley del eterno retorno o algo así?

 

La publicidad acompaña siempre a los fenómenos sociales, también a los regresivos, claro.

 

Un ejemplo (voz femenina aguda y cursi que pretende –y no consigue– pasar por infantil): “¿Mami, creamos una pócima mágica que proteja los bosques para que las hadas puedan jugar?”.


No les puedo contar qué anunciaba este espanto caramelizado (me acuerdo de los anuncios que odio y de los otros, pero casi nunca recuerdo qué anuncian). Así que si han pensado por un momento que la niña era una especie de ecologista, votante futura de Equo, lo siento, pero en mi opinión los bosques no le importan gran cosa; esa niña pasará sin transición de las hadas a Myley Cyrus o como se llame, y luego se buscará un empleíllo cutre que no le disguste a su novio…

 

Y no quiero ni ponerme a pensar en el efecto letal previsible que van a hacer esas dos monísimas princesitas vestidas de colores pastel, con sus melenitas rubias, etcétera, en el imaginario colectivo materno-filial, sobre todo de ahora en adelante. Ni siquiera me extrañaría que les diera por teñirles el pelo; total, ya somos un país donde la mayoría de las adultas lucen pelo amarillo (o su variante en mechas)…

 

Mira tú por dónde, Sánchez Ferlosio publica en el número 1 de la revista El Estado Mental, (mayo), que yo no conocía, un perspicaz artículo (“Notas sobre feminidad, fotografía y publicidad”), donde dice que así como el siglo XX fue considerado el siglo del feminismo, el XXI parece que es el de la feminidad, que vendría a ser “la nueva alianza que en el siglo XXI se establece entre el mercado y las mujeres”. “El poder del mercado y de su ideología no sólo ha vencido, sino que se diría que también ha convencido”: su éxito ha sido mental. Un parrafito:

 

“Así es como el mercado de la feminidad de la industria cosmética, perfumera, de la moda, ha ido inventando un mundo fantasmagórico y cada vez más complicado de ocurrencias inverosímiles que acaba por inventar desde la nada ese fantasma social que llaman la mujer, en singular”. Todo esto me pone triste, no voy a negarlo.

 

El estado mental

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