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Mientras tantoDestruir el mito

Destruir el mito

 

Castelao escribió ese suicidio como expresión de la lucha de un hombre inconformista que, edificado en las ideas anarquistas, antes de estallar escribe en las paredes luego manchadas de sangre un grito postrero lleno de rabia que dice “PROTESTO”. Hablo del Rañolas de Os dous de sempre, pero podría comenzar con Cousas o con Os vellos non deben namorarse simplemente para plantearos la misma pregunta que le hice a varias profesoras de Gallego.


¿E ti, mestra, non crees que estades sobrevalorando a Castelao en calidade de escritor?

(¿Y tú, profe, no crees que estáis sobrevalorando a Castelao en calidad de escritor?)

 

Ante tal cuestión, te respondían con una negativa. Te decían con una contundencia absoluta que Castelao tenía una sublime capacidad de síntesis, cualidad más que suficiente para ser este individuo aclamado como una de las máximas joyas de la literatura gallega.

 

La primera vez que leí a Cunqueiro fue gracias a O incerto señor Don Hamlet, una pieza dramática basada en la obra de Shakespeare en la que Claudio resulta ser el verdadero padre del protagonista y este último, dueño del síndrome de Edipo, lo mata para así poder casarse con su madre. “¿Sabe-lo que se preguntan as pantasmas cando se atopan? le dice este nuevo Hamlet a Polonio–. Pregúntanse: ¿cómo podemos ó mesmo tempo existir e non existir?”. Yo creo que entonces  ya me había leído, si no todas, casi todas las obras de Castelao y no entendía que se le confiriese más importancia a este que al lucense en la asignatura de Gallego. Más tarde descubrí que seguramente la militancia de Cunqueiro en Falange Española tras la sublevación de 1936 y su colaboración con diarios y revistas afines al régimen, eran motivos más que suficientes para no ser generosos en el elogio hacia sus obras y que quizás, no era tan solo su dominio de la síntesis la que le confería al otro escritor el favor entusiasta de tantos profesores, sino más bien un cúmulo de afinidades ideológicas que nada tienen que ver con la literatura y de las cuales, por mucho que se niegue, se suele hacer apología obviando ciertos episodios de la historia política que sus representantes protagonizaron.

 

Además de que rechazo esa necedad de admirar o despreciar a un autor sobre la base de sus ideas cuando de lo que se trata es de analizar su calidad literaria, me preocupa el hecho de que en muchas ocasiones, te venden a Castelao como un revolucionario y un ejemplo a seguir. Es entonces cuando algunos adolescentes con ganas de jugar con las llamas de una falsa subversión, asimilan lo que ahora son sus nuevos dogmas. De pronto piensan como Castelao y convierten a este en su ídolo y, por supuesto, en uno de sus escritores de referencia. Porque a estas edades lo importante es no carecer de identidad y, mientras algunos, igual de ciegos, visten polo y náuticos mientras veneran a ese tal Primo de Rivera, ellos van con el Sempre en Galiza clavado en las axilas y me preguntan, con una inmensa perplejidad, cómo yo, Ana Uhía, la insaciable indómita, no escupo el mismo discurso revolucionario que ellos, aunque solo sea para molestar a aquellos a los que me opongo. Entonces les cito a Ramón J. Sender y les explico que él sí escribía bien. Les enseño un artículo suyo acerca de Casas Viejas y se escandalizan, porque es lo propio de un amigo del progreso ante las represiones que las autoridades ejercieron sobre el pueblo. Y antes de que busquen un fragmento de alguno de esos mártires galleguistas de la liberación nacional hablando de la fuerza de los pueblos, de libertad y de lucha les enseño, sin decir palabra alguna, los nombres de Otero Pedrayo, Vilar Ponte, González López, Suárez Picallo y su querido Alfonso Rodríguez Castelao en un ejemplar de 1933 de Solidaridad Obrera en el que se informaba de que estos cinco diputados del Partido Galeguista habían votado a favor de la decisión de Azaña que aprobaba la represión hacia el pueblo de Casas Viejas. Más de año después de esta publicación, el 17 de octubre de 1932, en la página 11 de El Pueblo Gallego , de nuevo Castelao aparece junto con otros nombres de conocidos pontevedreses apoyando un homenaje hacia la fuerza pública por su actuación en la Revolución de Asturias, en la cual un compatriota suyo (que acabaría por gobernar este país) había participado.  

 

Adelantándome a que a mis compañeros se les caiga del todo el mito de aquel que decía animar al pueblo a levantarse contra las injusticias, les susurro yéndome: 

 

Antes de que os dejen de gustar las obras de Castelao, leed de nuevo Os dous de sempre digo mientras cogen con sus propias manos los ejemplares de esos antiguos periódicos rescatados–. Vayan ustedes a saber si lo de Rañolas, más que un suicidio, no fue un asesinato.

 


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