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Mientras tantoDe mi Diario: Semana 36 / 2014

De mi Diario: Semana 36 / 2014


 

Weiß/Colonia, 31.8.

Para su fiesta de cumpleaños Diny compró comida y bebida como si los Badas y los Hansens fuésemos a atravesar el Sáhara. Ayer, cuando Frans trajo a Henri, se llevó una caja entera de botellas de cerveza. Y hoy apareció Paul mientras Diny se encontraba en la casa de nuestros vecinos los Perič, de regreso de sus vacaciones de dos meses en Mallorca; Diny les ha cuidado la casa, regado las plantas, recogido la correspondencia, y hoy la invitaron a tomar el té con ellos y es en ese momento que justo llega Paul preguntando por Diny. Le explico por qué no está, y a mi vez le pregunto si puedo ayudarlo en algo. «Es que la abuela me dijo el viernes que me podía llevar todas las botellas de refresco que habían sobrado de su fiesta de cumpleaños». Y sí, voy a la cocina en busca de una bolsa grande y sólida, y Paul sale cargado hasta los topes. Lo veo irse, desde la ventana del cuarto de Diny, y de repente observo que se detiene junto al automático de los cigarrillos, al final de la rampa, y que esculca arriba, en el engullidor de monedas. Pero luego no saca un paquete de cigarrillos, sino algo que no sé qué es, se vuelve y se despide de mí con la mano. Cuando Diny regresa me cuenta que ella lo vio desde la terraza de la casa de los Perič y salió a saludarlo (esa parte me la perdí) y él le entregó lo que había extraído del automático, una tarjeta de crédito de la Caja de Ahorros de Bonn y Colonia, a nombre de Rui Eire da Costa, un portugués. Buscamos en la guía telefónica, pero no encontramos ningún Eire, y de los Da Costa que figuran en ella ninguno se llama Rui ni vive en Weiß o en algún lugar cercano. Diny decide llevarla mañana a la Caja de Ahorros, cuando vaya allá a sacar dinero para la semana.

 

Escribiendo la entrada anterior recuerdo cómo compraba Heinrich Böll, según confesó en su inolvidable “Carta a mis hijos, o Cuatro bicicletas”, que traduje para El País en 1985, poco antes de su muerte, y donde describe, de mano maestra, sus andanzas durante los últimos días de la guerra. Casi al final de su extraordinario testimonio, don Enrique –como siempre lo llamé– dice: «Quizás comprendáis ahora mejor algunas cosas que seguían siendo para vosotros extrañas, quizás incluso inexplicables: que no es que nos resulte difícil, sino imposible, tirar pan; que me cueste mucho tirar el té o el café; que me lleve a mi cuarto de trabajo lo que sobró durante el desayuno de esos líquidos nobles y valiosos; y que no pueda dejar de fumar, y que mis compras de alimentos tengan siempre un carácter marcado por el pánico». Mismamente como Diny.

 

Weiß/Colonia, 1.9.

Pasada la medianoche : Hay una nueva serie policial de la BBC, y con Andrew Davies como guionista. Se titula El patólogo, y transcurre en el Dublín de los 50. Me perdí el primer episodio el domingo pasado, porque estaba en La Esquina, invitando a mi gineceo. Pero no lamento habérmelo perdido, es una serie sombría y con una banda sonora descompensada, hay que estar con el telemando constantemente a mano para subir el volumen en los diálogos y bajarlo en la música. No es la calidad BBC a la que estoy acostumbrado. En cambio sigue despertando mi admiración la que protagoniza el inspector Gently, cuyo nuevo episodio acabo de ver. Por cierto que en la fiesta del cumpleaños de Diny me enteré de que era la serie predilecta de uno de sus cuñados. Rara avis porque Gently no tiene nada de xenófobo, antes al contrario. Pero así somos los seres humanos, puras contradicciones semovientes.

 

Termino de leer la cuarta novela de la saga de Jimmy Perez, un poco condicionado por el hecho de que ya conocía la quinta, que fue la primera que leí. Pero hasta creo que ha sido mejor así, no me ha dolido tanto el final como me hubiera dolido, de haber leído la serie cronológicamente. Y la isla Fair se me ha quedado impresa en el corazón.

 

Weiß/Colonia, 2.9.

2:00 am : Acaban de pasar el que posiblemente sea el mejor episodio de la mágica 1ª temporada del comisario Wallander con Johanna Sällström en el papel de Linda, el episodio # 10, su título original sueco es “Luftslottet”. Al final Wallander tiene que asumir que ha ido demasiado lejos en su deseo de evitar que se le acuse de nepotismo si favorece las ideas de su hija, y que Linda ha sido quien desde el primer momento supo dónde había que buscar al asesino.

 

Leyendo el diario durante el desayuno, en la página dedicada a la Universidad hay un artículo dedicado a Enrique Schmidt, que ocupa ⅔ partes de la misma. ¡Enrique, el “prusiano rojo de Colonia”! Yo iba a alojarme en su casa cuando viajé en noviembre 1984 a Managua. Dos días antes, en San José/Costa Rica, me enteré de que lo había matado la contra en una emboscada. Terminé alojándome en casa de Lizandro porque no quería irrumpir en el duelo de Mariví y de sus hijos. Mariví había sido, ya casada con Enrique, la secretaria de nuestra redacción, y nuestra redacción en la Deutsche Welle una especie de consulado del FSLN en Alemania. Todos a una aportamos algo a la lucha contra Somoza, desde aquella redacción, y no fue por solidaridad con nuestra compañera laboral, con Mariví, sino desde el íntimo convencimiento de que había que acabar con aquella satrapía somocista. De la misma manera que todos estuvimos en contra de los Videla y los Bordaberry y los Pinochet, recontrarremilhijueputas todos ellos, que han pasado a la Historia por la cloaca, como las ratas. Gadafi, además, literalmente, por una alcantarilla.

 

En La Modicana, reabierta hoy tras las vacaciones de la signora en Sicilia, espaguetis con pulpo y almejas: puntaje 8 en la escala Mancinone. Yupiiiiiiiiiiiiii

 

Weiß/Colonia, 3.9.

0:50 am : Acabo de ver dos nuevos episodios de Masters of Sex, pero lo que quiero registrar acá es que al programar el canal para verlos estaba terminando uno de la serie criminal inglesa Scott & Bailey, que no me convence mucho. Pero sí este final que vi. Ambas detectives detienen por fin al criminal, junto a un canal o un río, y él se entrega sin resistencia diciendo, ni siquiera como excusa, que cometió el crimen porque estaba «en el momento incorrecto en el lugar incorrecto». Y Rachel Bailey, cuya vida sentimental es un caos al lado del cual Casablanca casi parece una comedia de Benavente, le dice: «Tiene usted toda la razón. ¡Bienvenido al club!» Chapeau!

 

Contándome inconsolable que colorín colorao / la serie del DI Lewis s’ha terminao, mi Susanita del alma firma su email “Mourning Susanita”, y le contesto diciéndole que al respecto tengo una anécdota linda que contarle: «No sé si sabés cómo funciona en la BBC el reclutamiento de personal para las redacciones extranjeras de su servicio exterior. En cualquier caso, se exige que el postulante sea tanto redactor como locutor y que, desde luego, domine el idioma inglés no sólo oralmente, sino también traduciendo, porque gran parte de sus tareas informativas están relacionadas con los textos generados por la redacción–madre, que es la inglesa. Pues bien, y esto es histórico, me lo contó Luis Gerardo Tovar, un DJ venezolano que en los años 70 era el hombre del Hit Parade en el programa para América Latina. Una vez llegó a la redacción un radiofonista criollo que se quería postular como colaborador y, a todo evento, le hicieron una prueba. Entre los textos a traducir había una noticia que se refería al éxito de la reposición, en un teatro del West End, de Mourning becomes Electra, el drama (maravilloso) de O’Neill. Pues bien, nuestro hombre tradujo que “en el teatro X se ha vuelto a poner en escena, con gran éxito, la obra del Nobel norteamericano Eugene O’Neill Mañana llega el electricista”».

 

Carlitos me subió ayer, cuando vino a buscarme para ir a La Modicana, la revista de la Deutsche Welle, que sobresalía de nuestro buzón. Con la revista, la crónica personal de la emisora, desde marzo a agosto, en unas listas que reflejan los nuevos empleados (periodistas, administrativos, de los servicios de mantenimiento), los que cambian de sección dentro de la emisora, los que festejan 25 años de empleo, los que se muerenEsta es la única parte de esas listas que suelo leer, por si acaso encuentro nombres de gente con la que trabajé a lo largo de 35 años de ser uno de sus redactores más exitosos y conocidos dentro de la propia emisora. Hoy, descubro que a la vieja amiga Waltraud la incluyen en la lista de muertos de junio y también en la de julio. Ay. Lo malo es que aquí no se vale aquello de «Los muertos que vos matáis / gozan de buena salud».

 

Trae Diny a Henri del Kindergarten, para que almuerce con nosotros, y se queda en casa viendo cortos de Pettersson & Findus hasta las 4 pm, cuando Diny lo lleva donde un amiguito suyo acá en Weiß, con quien va a jugar al fútbol. Al irse ya se ha endosado su camiseta del seleccionado nacional alemán, con el dorsal Podolski. Adoro a esta criatura.

 

Jackie [con un segundo título en alemán, ¿Quién necesita una madre?] es una peli neerlandesa muy buena, nada menos que con Holly Hunter. La descubrí por casualidad y la hemos gozado Diny y yo, a pesar de estar doblada al alemán y con subtítulos en el idioma de estos aborígenes (¿terminarán alguna vez de bajar de los árboles, che?) cuando los diálogos son en inglés.

 

Weiß/Colonia, 4.9.

0:35 am : Ya conocía este episodio de la serie de Håkan Nesser, con Eva Moreno, la comisaria de ancestros latinos; pero siempre lo vuelvo a ver porque documenta de una manera que siempre me deja desconcertado la religiosidad de algunos escandinavos. Es decir, no la religiosidad, sino una especie de asfixiante fe en la existencia de un Dios a quien hay que aceptarle todo lo que a Él, ¡Él!, le salga de los cojones, un Dios al que no podemos entender pero tenemos que aceptar que sus caminos son inextricables, y sus decisiones, hijueputas tantas veces, ineluctables. Algo así como una contradicción absoluta con la mentalidad abierta y crítica de los escandinavos, por  lo menos la de quienes han forjado la imagen de una Escandinavia que comienza a mitad del acto 3° de Casa de muñecas. Este episodio permite entender mejor que cualquier análisis de un teólogo o de un crítico de cine (uno bueno, claro está), la filmografía de Ingmar Bergman.

 

Weiß/Colonia, 5.9.

1:40 am : No había absolutamente nada que valiese la pena en la tele esta noche, a no ser en algún canal comercial. Vi que en uno de ellos estaba por terminar Inglorious Bastards, me dije que ya no pasarían publicidad (sólo quedaban 10’ de metraje) y decidí ver el final. Pero a mi rechazo visceral del cine tarantino se unió que a los dos minutos llegó la que seguramente era la última pausa con anuncios, así que mandé la peli a tomar por donde amarga el pepino, que rima con Tarantino. Y busqué el canal donde empezaban a pasar un documental espléndido dedicado a El Greco y Toledo. Qué gozada, pensando en la mercromina tarantina.

 

Leo en el diario, desayunando, acerca del descubrimiento del esqueleto del Dreadnoughtus schrani, el dinosaurio más grande del mundo, en la Patagonia argentina. Lo que me parece que le resta fiabilidad científica a la noticia es que en ningún lado se dice que posiblemente se trate del primer ancestro del Tiranosaurius peronensis.

 

Salgo de compras y la vecina del # 7 se despide a la puerta de una mujer que sé que es de su familia, pero nada más. Y que atraviesa por el jardincito triangular de la bifurcación, camino de la parada del bus. Voy tras ella y le digo que no tengo más remedio que reírme, porque hace un montón de años, allá por 1976, recién mudados nosotros, la vecina del # 7 me estuvo gritando una serie de improperios por atravesar el jardincito de esa manera, a lo cual le repliqué que yo no había abierto esa trocha, que ya estaba cuando me mudé acá en diciembre 1975. Así se lo cuento a esta mujer y le digo que eso fue lo que me dijo (me aventuré a suponerlo) su madre. «No es mi madre, es mi suegra. ¿Y usted, es español?» Le contesto que sí (como siempre mi acento me ha delatado) y me dice que ella también (casi no tiene acento). Que de dónde, le pregunto. «De Barcelona, ¿y usted?» «De la diagonal peninsular, de Huelva». Resulta que es maestra, recién jubilada, con dos nietas, vive en Weiß desde hace 23 años, y recién hoy venimos a enterarnos de que somos vecinos. Nos despedimos con afecto cuando me bajo del bus para ir al supermercado, y con su promesa de que nos visitará para tomar una copa con nosotros.

 

Sopa de puerros con carne picada de res, una de las especialidades más sabrosas de la cocina de Diny: en la heladera quedaba una porción, y como Diny almorzó hoy en lo de Montse, igual que todos los viernes, la descongelo (la porción de sopa digo, no a Diny) y me doy un banquete de padre y muy señor mío, acompañándola con una baguette recién horneada de pan rural mechado de mantequilla con hierbas de Provenza. Sólo me faltó el Vega Sicilia del 65 que Manu me anda debiendo. Pero, parafraseando de la bellísima “Sonata”, de Mutis, «No se puede tener todo».

 

Weiß/Colonia, 6.9.

Leyendo Homo sapiens, de Antonio Vélez Montoya, una cita luminosa en el capítulo dedicado al sexo. Es de Judith Lipton y Daniel Barash y dice así: «Resulta irónico que las prohibiciones religiosas sobre la contraconcepción se basen a menudo en la noción de que privar al sexo de su función reproductiva sería en cierto modo animalizante. La verdad es exactamente lo contrarioel sexo no reproductivo es una especialidad humana, una expresión de nuestra humanidad». Y quien diga lo contrario, miente, miente, miente, me cago en la recontrarremilputísima madre de la recontrarremilputísima madre de la Santa Madre Iglesia, incluídos todos sus santos Apóstoles, pero también todos, ¡todos sus santos ANOpóstoles!  O sea, todos ellos, maricas de pro. 

 

Vamos a la exposición de Claudia Robles Ángel, una artista colombiana que vive en Colonia y me contactó invocando una recomendación de Gustavo A., tan querido. Al terminar el recorrido sintiéndome el protagonista de En la ardiente oscuridad, de Buero Vallejo, le digo la verdad, mi verdad, que de haber sabido en qué consistía su exposición ni siquiera hubiese venido: padezco de una claustrofobia feroz que no sólo tiene que ver con el encierro en un espacio, sino también con la oscuridad, en la oscuridad total en un lugar desconocido me siento encerrado. Y luego, de la exposición nos vamos a La Esquina atravesando el barrio donde vivimos siete años, desde 1969 a 1975, «Este es el camino que hacía todos los días con los niños al Kindergarten Aquí estaba nuestra panaderíaAquí» va recordando Diny. En La Esquina no queda ni una sola mesa que no esté reservada, pero en la mesa grande del fondo quedan dos asientos libres, y la camarera le pregunta a los ocupantes si podemos sentarnos allí. Nos reciben de lo más cordial, son (creemos) dos parejas, una de ellas con dos niños. Pero no, resulta que es una pareja con los dos niños y los abuelos maternos, que se conservan bien jóvenes. Enseguida entablamos charla y sobre todo el abuelo se interesa muchísimo por nuestro viaje en un carguero de contenedores a Buenos Aires, en diciembre 2001. Me pasa su dirección email para que le mande material acerca de esa aventura y de las distintas posibilidades de hacer tales viajes, en barcos de carga. Tengo la impresión de que este puede ser el principio de una buena amistad, son colonienses 100% y de este barrio que es quintaesencia de lo coloniense, el Vringsveedel, el barrio de San Severino, donde siempre  nos sentimos tan a gusto y donde han nacido Montserrat y nuestros nietos, menos Henri. Y a propósito, la camarera, luego de anotar nuestros encargos, se decide por fin a preguntarnos: «Perdón pero ¿ustedes no son los Bada Hansen?», y cuando le decimos que sí, nos explica que es amiga de Montse y de Chico, que fueron juntos a la escuela, «y Ricardo [=Chico] me echó una mano en el examen de español. Yo he estado en lo de ustedes cuando era de este tamaño», y coloca la mano paralela al suelo una cuarta por encima del nivel de la mesa. Lo dicho: es el Vringsveedel, cómo no sentirse en casa en un lugar como este


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