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Mientras tantoMuy mal agüero en la tienda de Obiang

Muy mal agüero en la tienda de Obiang


 

Antes, de la Guinea de Obiang se decía finca, pero para muchos, ego incluido, tenía una connotación de ruralidad que no cuaja con el afán glamoroso de Obiang, que quiere que toda sea chic para que, de una vez por todas, nos olvidemos de que por un fenómeno curioso, ni él ni los hermanos y primos de su familia hicieron el bachiller, su mujer tampoco, y son ahora los que mandan en todos los rincones de Guinea Ecuatorial, y para todos los ámbitos de la ciencia. Son tan enfermizamente glamorosos que su flota  de coches es más que la del presidente de France, por ejemplo. O más que la de príncipe Rainiero, que para glamur, él. ¡Quién nos hubiera dicho hace unos años que Obiang mandaría crear una playa artificial, ¡con arena traída del lejano Corisco! Hubiéramos apostado un pueblo entero que ni había necesidad ni el general y dictador en jefe- se atrevería. Pero ahí está. Pero este gran despilfarro para auto engañarse, y de paso meter en el bolsillo a los bobos mandatarios africanos, y a los guineanos incapaces de ver el sol aunque se les lanzara al espacio, contrasta con lo ruinoso de la situación del país:

 

Guinea no tiene sistema educativo y no hay ningún interés por la educación. Hechos: el ministro de educación ni tiene siquiera bachiller y el llamado a suceder a Obiang por los huevos de Constancia es uno que ya tiene jet particular, Teodorín, pero de quién nunca hablaron de estudios. O sea, no tendría.

 

Guinea no tiene sistema sanitario, y hay unos hospitales súper modernos, pero privados, y construidos con dinero público, en los que, curiosamente, apenas van los miembros del régimen cuando están enfermos. El resto de los hospitales son un caos, campos minados para que los miembros menores de la dictadura se enriquezcan de la corrupción. Importa que se diga que los guineanos de pie no pueden pagar las facturas de estos hospitales es poco.

 

Guinea no tiene agricultura, no tiene pesca ni tiene ganadería y las masas urbanas se alimentan, mayormente, de productos del exterior. Las personas de los entornos rurales pasan hambre, siendo él único país cuya población rural pasa hambre teniendo tierra fértil y posibilidades de producir sus propios alimentos. Y es que la agricultura y la caza de subsistencia no son fuentes seguras de alimentos.

 

Guinea no tiene sistema judicial, y los miembros del ejército, desde Obiang hasta el último comandante de provincia, ejercen funciones judiciales para las que nunca estarán preparados.

 

Si no se hubiera explotado el petróleo, Guinea viviría de la mendicidad internacional, pues cuando la madera era la única fuente de ingresos, incapaz de revitalizar la industria del cacao, el dinero se dedicaba a traer raperos de Estados Unidos para entretener a los mayores del país.

 

En Guinea no hay casas para la población, y pese a los pocos que son los guineanos, hay algunas en construcción, y en las mismas no hay agua potable, no hay apenas electricidad y las ciudades se construyeron sin los elementos de saneamiento necesarios para ser considerados tales. O sí se construyeron y se destruyeron durante la furia destructora desatada por Masié.

 

Salvo eventos aislados para entretener a los adolescentes, no hay ni vida ni industria cultural en toda la Guinea Ecuatorial. En el mismo país en que las autoridades gastan millones de euros para organizar certámenes de miss, no se publica un solo libro en un año, o en dos, y nadie presta atención a la capacidad lectora de los niños, y de mayores, y a la posibilidad de producir obras literarias, salvo cuando son para ensalzar la figura de Obiang, propósito para el que tiene a personas encargadas, a quien agasaja con la inmensa posibilidad de delinquir y enriquecerse con la corrupción. Reiteramos en el hecho de que sea el único país del mundo que no publica un solo libro en 365 días, y sí existe un ministro de cultura y los cargos subalternos correspondientes.

 

Al no haber sistema judicial, todos los casos se intentan resolver apelando a la estabilidad del sistema vigente, un burdo intento que siempre degenera en represión y en tortura. En Guantánamo, y en los centros de detención de toda Guinea, se tortura como la primera opción. Ningún ciudadano tiene posibilidad de obtener un trato mejor. Los ciudadanos que se escapan de este trato son los dispensadores del mismo ante la menor oportunidad. La orgía machacadora es imparable.

 

La corrupción generalizada y la represión que sufren los ciudadanos ante la menor sospecha crean un estado de caos que se pone de manifiesto ante la menor incursión en la realidad nacional. En Guinea nadie es responsable de nada, y pese a que en la misma existe un Gobierno con el doble de miembros que Francia, país europeo de 66 millones de habitantes. Sí, los que visitaran Guinea y entraran en tratos con los que tienen poder en plaza quizá no puedan verlo, y debido al carácter pacífico de los guineanos, pero Guinea es un caos verdadero.

 

Bien, ¿cómo se puede salir de este caos? Bueno, confesar que existe y tomar la determinación de poner los cimientos para que sea un verdadero país. Ya es hora de que no sigamos a los demás africanos en la justificación de la tontería. No se puede seguir así. Y es que a este ritmo, ni duraríamos como humanos 10 años más, y pese a todas las previsiones de los ladrones que se benefician de este estado de cosas. Pero ocurre que mientras la lógica más llevadera exige que se empiece desde cero y se aplique la ciencia en la construcción de un país con variables culturales y étnicas, y con posibilidades amplias de prosperidad, hay grupos de guineanos, organizados como partidos, o en solitario, que luchan por formar parte de este caos reinante, justificándose en la búsqueda de la democracia. Este deseo buenista no desmiente el hecho de que muchas veces no están solos, sino animados y seguidos por personas de diversa procedencia, que apoyan sus iniciativas para tomar parte en el caos reinante en Guinea Ecuatorial. Son bastantes, y de ámbitos diversos de la ciencia, un seguidismo del que ya no debemos decir que es altruista.

 

Es hora de saber que detrás de este seguidismo, o apoyo tácito o soterrado, a los grupos que luchan denodadamente para formar parte del caos reinante, hay instituciones y personalidades de países que, hoy por hoy, no podemos seguir considerando democráticas, como España, Estados Unidos, etc. Y es que la práctica del día a día con sus nacionales no revela un trato sujeto a modos democráticos de relación civil. Y sobre este punto, hemos de decir que la intromisión de autoridades o personalidades extranjeras en los asuntos de Guinea, reforzando el caos, no solamente es por la posibilidad del control sobre nuestra economía, pues cuando no había mediación de petróleo no nos daban un trato mejor. Nunca, como negros que somos, y por otras razones, nos darán un trato mejor y dejarán que seamos autosuficientes. Miren, si no, cuales son los programas de ayuda cuando no había petróleo.

 

Dicho y visto lo anterior, insistir en la toma de la senda de la cordura y del compromiso serio nunca estará de más, y pese a que la intención primera de los políticos agrupados sea formar parte del caos para enriquecerse, un hecho del que muchos ya han dado ejemplos. ¡Y es que parecería que ante un caos semejante la primera medida sería la celebración de elecciones, como reclaman e insisten muchos! ¿No hay otro plan? ¿No hay una alternativa al seguidismo? Sea cual fuera la respuesta, es hora de que decir a los guineanos que afanosamente quieren compartir la mesa de Obiang, y a los extranjeros que los apoyan, profesores universitarios, juristas, comerciantes, etc., que se pueden llevar la sorpresa de ser mencionado cada vez que ruede la cabeza de un guineano.

 

Barcelona, 16 de septiembre de 2014

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