La relación entre las mujeres y el ajedrez, no me refiero a las que lo practican, pasa por varias fases. La primera es un período de fascinación porque el chico al que han conocido y que les gusta mucho, entre otras cosas juega al ajedrez. Imaginad todo lo bueno que se puede deducir de ese dato. Es inteligente, analítico, comedido, serio, reflexivo, caballeroso y sobre todo, teniendo en cuenta que la mente debe estar clara para jugar, analizar las partidas, y estudiar para seguir mejorando en el juego; pues no será bebedor ni consumidor de otras sustancias cuyas características principales son el nublar, cuando no anular, el cerebro. –Qué suerte has tenido tía. Escucha de todas las amigas. Va por la calle sonriendo porque va a salir con un …vaya con un intelectual–. Qué mono, mira, ajedrecista.
La segunda fase es cuando por décimo sábado consecutivo hay que volver pronto a casa, pero pronto, a las doce y treinta, antes del café y casi sin probar el postre. Y no le queda a ella más remedio que mirar con envidia a sus amigas, con las que se quedaría tan a gusto y poner tono de sacrificadaperofeliz porque –imaginaos, mañana juega en la Liga y como están a punto de ascender lo han convocado especialmente a él para que defienda el quinto tablero– . En esa fase comienza la duda sobre si seguir apoyando a su pareja, seguirle aguantando las justificaciones y las depresiones cuando pierde. Estaba mejor, que digo mejor, estaba ganado, pero no vi que su peón coronaba primero y con jaque. –No importa, tú eres muy bueno y te preparas muy bien, verás como no te sucede eso más. O definitivamente soltarle un: “pero a ver mi amor, para que te preocupas si siempre te pasa lo mismo, déjalo ya que sólo es juego. Pareces un niño cuando le quitan la piruleta en el patio del colegio. Por favor madura de una vez. Ya está bien ¿eh? Igual ya no estás en edad de seguir avanzando, o eso es un juego para mentes, digamos, más capaces que la tuya. Ella duda, y le gusta más la segunda opción. Sobre todo al pensar que ahora la dejará en casa sola y se irá a la suya para preparar la apertura de mañana. Y piensa, no sin cierta dosis de envidia, que sus amigas estarán en una discoteca donde quizás, por suerte para ellas no vayan ajedrecistas. Ella duda, pero teme perderlo y decide un poco de sacrificio, o no, más bien utilizar algo de estrategia. Cuando terminen las obras y él venga a vivir con ella, todo será distinto. Poco a poco le irá ganando terreno a ese juego idiota en el que se piensa y piensa para nada útil. Es muy cariñosa, le quiere cada vez más y tiene otras artes a las que no se podrá resistir-. Adiós mi amor, cuidado por ahí. Que ganes mañana mi campeón. No te preocupes por mí que tenía que revisar el capítulo cuarto del proyecto. Si hasta te lo agradezco.
La tercera fase aparece de golpe. Ella no ha querido hacer caso a los signos que le decían que su estrategia no estaba dando resultados. No logro que dejara en casa de sus padres los cientos de libros y miles de revistas de ajedrez. Contrato a un profesor que viene a casa dos noches por semana para prepararle mejor y que nadie sepa cuál será su nuevo repertorio de aperturas, y como no termina de entender eso de: ¿Qué hacer cuando no hay nada qué hacer? Ese profesor es muy joven pero gana cada hora más que ella en sus clases de la universidad. Le ha propuesto un plan fantástico”,que salga tres fines de semana con sus amigas, y otro vaya al pueblo con sus padres para él poder jugar todos los torneos que le permitirán poner en práctica los nuevos conocimientos y hacer las correcciones pertinentes. Se ha comprometido con ella a que cuando alcance los 2250 de ELO FIDE comenzarán a buscar los niños que llenen sus vidas de adulto, y por supuesto nada de ajedrez. Todos esos signos parecían barreras pequeñas hasta una mañana de domingo en que le siente levantarse temprano. Ella ha dicho que sus padres no estarían en el pueblo, que irían a puthdssnnsnnsnsnsnsnsnnsns o cerca de por ahí. Algo del inserso. Y se ha quedado en casa. Cena romántica. La noche ha sido larga porque ha usado todas sus artes amatorias, más las aprendidas en unos vídeos “infalibles” según la carátula. Lo ha dejado exhausto, totalmente satisfecho, pero que no puede ni levantarse a por un v y de paso agasajarme aso de agua. Ha dicho mil veces –te adoro, mi reina, mi amor, mi dueña, pide lo que quieras, soy tuyo para siempre, eres lo mejor que me ha pasado en la vida. La sonrisa de satisfacción de ella quedo atada a su rostro mientras dormía, era una satisfacción doble, la del placer sexual y la de comenzar a ganar, a reconquistar lo suyo. Nada resultados de una buena estrategia bañada por ese audaz golpe táctico de la noche.
Y de pronto le siente levantarse: irá al baño; piensa medio dormida, ni siquiera abre los ojos. La sonrisa sigue en su sitio, es una sonrisa real, plena: Quizás tarda mucho. El olor a café no le presagia nada bueno: quizás necesita reponer fuerzas y de paso agasajarme con un desayuno romántico. –Amor regreso después de las tres, si quieres come sola porque quizás se alargue la partida. No lo puede creer, este idiota prefiere irse a jugar al ajedrez que estar la mañana de domingo con su esposa desnuda, cálida, en la cama, llena de todo el cariño que una hembra puede dar a un macho y de todo lo bueno y lindo que tiene vivir en pareja cuando el tiempo invita a estar cerca, sentir la respiración del otro, y la voz, y los roces casuales, y… Abre los ojos y ya está vestido: –Odio al ajedrez y a ti por…Y a todos los que lo jugáis y a quién lo inventó, que sois más raros que una pata hecha de espárragos. Y vete donde quieras y conmigo no cuentes más para nada porque yo haré mis planes de vida, y nos veremos cuando dios quiera si es que coincidimos en algún momento, ah, y que pierdas, hoy y siempre, todas las partidas de tu vida. Y no me cuentes más de ese maldito juego. Que no te extrañe si cuando vuelves ya no hay biblioteca de ajedrez en esta casa. Y si vuelvo a ver a tu párvulo profesor por aquí le echaré de ostias…
Y esta fase es muy dura porque dura toda la vida. Las mujeres no comprenden que el ajedrez es tan bello, apasionante, voluptuoso, misterioso, inasible y voluble como ellas. Que es un compañero también para toda la vida y que siempre te reclama más. Porque cuando no le atiendes, como a ellas, te rompe el orgullo.
Por eso él llega al club donde jugará su partida de mañana, y aunque está muy herido no lo demuestra. Hoy ganará. Tiene mucha rabia dentro. Saluda a su rival, un jugador fuerte y muy buen amigo. Lo siente pero ella no tendrá razón. Él ganará. Y se desarrolla la siguiente partida:
Blancas: Él.
Negras: El amigo
(Partida final del Social del Club):
1. Cf3 f5. 2. e4 fxe 3. Cg5 Cf6. 4. d3 d5. 5. dxe Ce4 6. Ce4 dxe 7. Dh5 g6. 8. De5 Tg8. 9. Ac4 Ag7. 10. De4 Tf8. 11. Cc3 Dd4. 12. De2 Cc6. 13. Ae3 Dg4. 14. f3 Dh4. 15. Af2 Axc3. 16. bxc Df6. 17. 0-0 Ad7 18. Tb1 0-0-0. Hasta aquí ha sido una partida extraña, donde se manifiesta como está el cerebro de él, agresivo y queriendo a toda costa mantener la iniciativa.
Es cierto que esta jugada del amigo permite que toda la furia y la rabia con la que ël salió de casa, se manifiesten en 19. Aa6 si toma es mate…Ca5. 20. Aa7 De6. Jugada que parece que resuelve todo y que incluso gana pieza 21. Tb7 amenaza mate… Cb7 22. Tb1 Dc6. 23. Tb7 Db7. 24. De4 c6. 25. Da5 y el amigo se rinde.
En él queda un vacío, ama a su esposa, ama el ajedrez. El amigo y los presentes le felicitan, que bella partida. Él no podrá comentarla con quien más le importa en el mundo. Ella nunca sabrá.
Salvador Palomino