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Mientras tanto¿Alguien ha visto a Arnie?

¿Alguien ha visto a Arnie?


 

Cuando Sánchez se irguió en el Congreso con la chaqueta a punto de estallarle, mientras Hernando abría la boca a su lado y achinaba los ojos de tal modo que por momentos parecía el Di Caprio de ‘A quien ama Gilbert Grape’, para decirle a Rajoy que es un retrógrado, el referido columbró al norte (el sur ya se sabe que es Susana Díaz) con la expresión de quien se está pensando plantarse delante para que se lo repita si se atreve. La frase fue poco parlamentaria, más bien de patio de colegio, esos patios de la EGB donde un niño de Quinto amedrentaba a uno de Segundo que no podía hacer nada ante un gigante como Pedro, que ha crecido sano y fuerte. Pedro necesita soltarse en el parlamento y en realidad quien era de Quinto era el presidente, así que podría decirse que lo que hizo fue abusar de la edad del rival pavoneándose de su juventud, que es tentación común en el más débil. Rajoy ante el envite se lo pensó mejor y se quedó dónde estaba, bien confortable y sobre todo más seguro (Sánchez, a pesar del tamaño, nunca se atrevería a acercarse con Soraya tan próxima), recordándole la virtud de los viejos como Rubalcaba, a quienes, entre otras cosas, las chaquetas les quedan grandes. Uno ve a todos esos viejos como a Woody Allen, e imagina en un ascensor a Pedro y a Alfredo mientras un vecino le pregunta a éste: “¿Usted también va al gimnasio?”, a lo que responde: “No, yo prefiero atrofiarme”. Se teme que esta clase de genialidades, tan proclives en años pasados, vayan a echarse en falta dentro de poco con todas las Cámaras repletas de jóvenes preparados (y en forma) pues la sutileza, al contrario de lo que podría parecer, está en desuso como la caligrafía. Recurrir al franquismo, o a la fuerza bruta, es igual que madurar pero con etimología de Maduro, en cuyo país toda respuesta lleva el fascismo cosido sin que sea necesario acudir a otras fuentes, a otras lecturas. Después de esto (Pedrosench, en efecto, como le dijo el presidente, anda aún con el dedo dando golpecitos en el micrófono, soplándolo y, de vez en cuando diciendo: “probando, probando…”) ha debido de llegar a esta conclusión, que es la más fácil, y así uno no puede dejar de imaginar cualquier cosa en este ensayo constante e improvisado que es la oposición de Sánchez; por ejemplo hasta verle en Endora, ese pueblo descrito por Peter Hedges, como a Hernando mientras él imponía ayer su presencia física, preguntándole en alto a los suyos: “¿Alguien ha visto a Arnie?”, al tiempo que éste, Hernando (o Di Caprio), el hermano pequeño, se parte de risa con su juego favorito subido a un árbol, pero siempre vigilados por una madre excepcionalmente obesa (la de Susana no es una obesidad física sino política lograda tras casi cuarenta años de engorde de la Junta) que condiciona a toda la familia al no querer salir de casa, instalada en ese salón principal del PSOE que es Andalucía.

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