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Mientras tantoOrdizia, Yoyes y el `derecho a decidir´

Ordizia, Yoyes y el `derecho a decidir´


 

En diciembre estuve de viaje en el País Vasco. Entre otros lugares preciosos, conocí Ordizia, en Guipúzcoa. Una guía local estupenda nos explicó la historia de la villa. Según las notas que conservo, fue fundada en 1256 por Alfonso X (“el Sabio”), que le concedió exenciones y privilegios que sus sucesores mantuvieron durante siglos. Situada en la ruta de salida de la lana y demás productos de Castilla, fue fortificada y guardada para defenderla de las incursiones de Navarra. Juana I (“la Loca”) le otorgó en 1500 el privilegio de “mercado franco” que continúa teniendo hoy. Ordizia produce el queso de Idiazábal, tan rico el que está ahumado como el que no.

 

Allí nació fray Andrés de Urdaneta, cosmógrafo y descubridor –por cuenta de la Corona española, claro de las Filipinas, y creador de la línea marítima regular entre Asia y California que cruzó el Pacífico entre 1508 y 1568. Vimos su estatua en una plaza flanqueada por edificios de nobles e ilustrados. En fin, una villa donde lo vasco y lo castellano/español aparecen apaciblemente enlazados por la Historia, donde la gente de la calle saludaba al grupo de turistas madrileños con llaneza y amabilidad evidentes, y esa es la impresión que guardé.

 

Por eso sentí una especie de sacudida cuando me enteré de que allí, en su pueblo natal, es donde asesinaron en 1985 a Yoyes, la ex dirigente de ETA. Por supuesto, la guía no nos llevó al lugar de la feria donde ocurrió el crimen, ante el hijo de Yoyes, de tres años. Se nota que todo el mundo ansía pasar página. Ni  tampoco recuerdo haber visto la escultura que hizo Jorge Oteyza, en homenaje conjunto a ella y a Nicolás Lekuona y José Sarriegui y que lleva el siguiente y nebuloso texto, según informa la Wikipedia: Configuración ternaria uno sobre dos.

 

Me pregunté cuántos de aquéllos simpáticos ordizianos/as (me temo que no se dice así) estuvieron aquel día de septiembre en la feria y cómo lo recuerdan. Recordé también un viaje a Sicilia. El guía, que también era magnífico, nos trasmitíó el cansancio de sus paisanos por la asociación que se hace urbi et orbi entre Sicilia y la Mafia. Estamos hartos, nos vino a decir. Pero un día que circulábamos por una autopista desvió el bus para señalarnos el lugar exacto del atentado que mató al juez Falcone, a su mujer y a su chófer, un acontecimiento que fue el principio de un cambio en la deriva de los acontecimientos.

 

A mayor abundamiento, me tropiezo en la TV con la película Yoyes, dirigida por Helena Taberna, que cuenta la historia con precisión y sensibilidad, y después de verla me digo que fue asesinada por ejercer su particular “derecho a decidir”, concepto que nunca me había parecido más lleno de sentido. Yoyes pilotó su propia evolución política y marcó, tanto ante ETA como ante el Gobierno español, un territorio propio, suyo. Había decidido ser libre, y eso era precisamente lo que los suyos no estaban dispuestos a aceptar.

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