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Crónica de una presentación de libros de teatro en la ‘Feria del libro’


 

Me preparé con mi mejor sonrisa perruna, una libreta, y un paraguas por si acaso, y me aventuré a la Feria del libro, porque se presentaban unos libros de teatro. Intuía que allí me podrían orientar acerca del fenómeno ese llamado ‘teatro’, del que solemos hablar en este blog…

 

Bien, no voy a engañar ni al lector ni a la lectora: no me orientaron, ni descubrí nada nuevo. Lo pasé muy bien, eso sí. Y he de contarlo aquí, porque, como dice Folguera, yo debería haber sido cronista de Oviedo. (Eso debe significar que tengo alma de cronista; que soy un curioso, en definitiva).

 

Pasé casi sin darme cuenta por la caseta de la editorial Antígona, de la que hace poco hablamos aquí. Mi olfato teatral (allí había muchos libros de teatro) me hizo girar la cabeza y encontré dentro a la señorita Piña con un caballero del cual no supe el nombre:

 

Antígona

 

Fuera de la caseta paseaba también el señor Pajón. Y de repente se acumularon alrededor de él mucha gente que aún no reconocí:

 

Encuentro

 

A continuación sentí que era tarde y que debía ir al pabellón de las presentaciones y allí fui corriendo… Todos me siguieron… Yo no quería perderme nada. Encontré a muchos autores de teatro, comúnmente llamados ‘dramaturgos’. Ante lo que se pueda pensar, este término no es despectivo. Todo lo contrario. Con ‘drama’, se hace referencia al teatro. Y con ‘turgo’… Con ‘turgo’, no lo sé; habrá que investigar. Pero en conclusión, este término designa a ese sufrido colectivo de personas que se dedica a escribir las palabras que otros dirán sobre un escenario (o dirán algo similar, porque con los actores y actrices, nunca se sabe). Estaban allí las señoritas Luque, Rodríguez, Pallín, Pascual, Ortiz, el joven Gil (que hablaba tanto de A Coruña que deduje que tendría alguna extraña relación con esa ciudad… investigaré…), los señores García-May, Armada… Algún actor, como el señor Cabrera o las señoritas Dimas y Vega… Mientras, la señorita Arranz fotografiaba el acto… Yo pensé que, con tanto dramaturgo y pensador del teatro, conseguiría respuestas a muchas cuestiones que me inquietaban desde hacía tiempo… Estuve atento… Muy atento…

 

He de decir que era natural, en un lugar atestado de libros, encontrar a los profesionales del teatro que escriben precisamente libros, y no solo a aquellos que se encargan de las obras teatrales, sino también a los que redactan otro tipo de libros… Porque algunos de esos dramaturgos, además, investigan y publican los resultados de sus investigaciones… Antes de empezar el acto alguien planteó la cuestión de «¿quién lee teatro?». Otro intentó responder, sin tino. No sé quién era. Yo pregunté otra cosa: «¿quién lee las investigaciones sobre teatro?». Todos miraron hacia otro lado, como si no hubieran oído nada… No supe qué pensar.

 

Entre los que investigan, vi al señor Doménech, al señor Vizcaíno, y a la señorita Herrero, estos dos últimos habían escrito sendos libros sobre dos personas muy interesantes, según dijeron:  Adela Escartín y José Estruch. Aquí se les ve a ambos hablando de sus libros:

 

 Presentación

 

Más tarde, les encontré firmando ejemplares en la caseta de la editorial Fundamentos, que es la que había editado los libros que se presentaban. Aquí el señor Vizcaíno, boli en mano, dedica uno de sus dos tomos (que le habían llevado muchos años de trabajo) a una lectora:

 

 Firma

 

A la izquierda se puede ver a la señorita Herrero, que acababa de firmar otro ejemplar a otro lector.

 

Tras la presentación de ambos libros, de otro con obras de las señoritas Fernández y Correa, y del señor Gómez, y del último número de la revista Acotaciones, que continuaba su etapa virtual (tras muchos años de etapa real), el acto se acabó y salimos fuera del pabellón… Hacía calor… Y abrí bien mis orejas a ver qué pillaba…

 

 

 

Nada.

 

Allí nadie decía nada digno de reseñar…

 

Ninguna frase digna de raptar…

 

¿Por qué?

 

¿Por el calor?

 

Sólo supe que todos tenían algo que ver con algo que se llamaba RESAD… No sé qué es… Investigaré. 

 

¡Ah, por cierto! ¡Me encontré al salir a la señora del fondo, que había ido a lo mismo que yo! ¡Quizá escriba su crónica! ¡Ojalá!

 

Cuando el señor Armada nos vio a ambos, a la señora del fondo y a mí, nos habló de El gallinero… Nos pusimos contentísimos… Y en nuestra nube estábamos cuando de repente… Desaparecieron todos. Era hora de comer. Me quedé con la señora del fondo, y mi libreta en la mano, con casi nada escrito…

 

Pero robé esto:

 marcapáginas

 

¡Guau!

 

@nico_guau


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