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Mientras tantoLombardía

Lombardía

De libros raros, perdidos y olvidados   el blog de Carlos G. Santa Cecilia

 

La Lombardía es un territorio fértil y próspero cuyos orígenes históricos se remontan a los etruscos y que ha luchado, a lo largo de los siglos, por preservar y afianzar su identidad. Los longobardos, que se establecieron en la región en el siglo VI, terminaron por asimilar la cultura latina y fundaron su capital en Pavía. Carlomagno les sometió para el imperio en el año 774, pero cuatro siglos más tarde, la Liga Lombarda fue capaz de desafiar y vencer al emperador Federico I Barbarroja en Legnano. Las generosas cosechas –gracias a los depósitos aluviales del subsuelo– permitieron el desarrollo de un pueblo industrioso y especialmente dotado para el comercio, hasta el punto de que lombardo era sinónimo en toda Europa de comerciante y banquero, como recuerda en Londres la Lombard Street. La rivalidad y lucha de sus florecientes ciudades, a partir del siglo XIV, conforman la historia de nuestra cultura, a la que se refiere Orson Welles al pie de la noria del Pratter en El tercer hombre, aunque los suizos no fueron ajenos a estas contiendas (y el reloj de cuco, por cierto, es un invento alemán).

 

Un giro por la Lombardía debe comenzar por su antigua capital, Pavía, pero antes es necesario detenerse en un paraje único, la Certosa de Pavía, donde confluyen el estilo gótico y el renacentista, y está enterrado Ludovico Sforza, el Moro, mecenas de Leonardo. La cartuja comenzó a erigirse a finales del siglo XIV por Gian Galeazzo Visconti, primer duque de Milán, que llevó a su dinastía al apogeo de su poder y también está enterrado allí. Ubicada en una posición estratégica, a medio camino entre Milán y Pavía, se accede por un largo camino de más de un kilómetro en línea recta jalonado por dos hileras de árboles. Esta tarde de finales de septiembre, las cosechadoras se afanan segando los extensos campos de cereal a los lados y se respira un aire denso y atávico, como si la Certosa hubiera surgido también del interior de la tierra.

 

Pavía es una ciudad alegre y universitaria con un vistoso puente cubierto sobre el río Ticino, afluente del Po, reconstrucción del medieval que fue derribado por los aliados en un bombardeo durante la Segunda Guerra Mundial. Una placa, en la arcada central, recuerda una frase de Albert Einstein en la que evoca la belleza del puente que conoció antes de la contienda. Aquí tuvo lugar el célebre cerco de Pavía y alcanzó la gloria Antonio de Leyva, su gobernador español, que resistió la plaza hasta la llegada de los refuerzos enviados por Carlos V. No sólo fue derrotado el rey francés, Francisco I, sino hecho prisionero y trasladado a Madrid, como veremos pronto inevitablemente en la serie de Televisión Española.

 

La ruta lombarda sigue a Cremona, donde se degustan unos inolvidables tortelli di zucca, a base de calabaza, amaretto, mostaza, queso y nuez. En la plaza se presenta el nuevo equipo de baloncesto de la ciudad y el sindaco (alcalde), micrófono en mano, exalta las cualidades de sus jugadores frente al Torrazzo, la torre campanario más alta de Italia, con sus 111 metros. Cremona es la patria de Antonio Stradivari y los lutier y un interesante museo muestra la historia y la técnica de esta escuela de afamados artesanos y artistas que lograron la perfección. Al sur de la ciudad transcurre caudaloso el Po, frontera sur de la Lombardía, que conforma la llanura padana, tradicionalmente el valle del río y modernamente la denominación de una aventura independentista, la Padania, que comprendía toda Italia por encima del Po y hoy vive horas de declive.

 

El giro continúa al lago de Garda, con el enclave de Sirmione, auténtico capricho de la naturaleza, una lengua de terreno que penetra en el lago y cuenta con las ruinas de una villa romana. Demasiado turista y oferta de helados, sobre todo para una región tranquila y alejada de las hordas modernas de visitantes que antes fotografiaban monumentos y hoy se fotografían a sí mismos.

 

Entrar en Mantua es sumergirse en el Renacimiento. La ciudad surge del agua, pues está circundada por tres lagos artificiales, y su Palacio Ducal contiene una de esas joyas que justifican un viaje: la Camera degli Spossi que pintara al fresco Antonio Mantegna entre los años 1465 y 1474. Ver esta representación de la familia Gonzaga en su emplazamiento original es una de las experiencias que te hacen sentir europeo durante más de cinco minutos; no mucho más ya que, por razones de conservación, sólo se puede permanecer en la estancia diez minutos, aunque hoy parece que los vigilantes son permisivos (ventajas de viajar a finales de septiembre y evitar las aglomeraciones de Florencia y Venecia).

 

A la ciudad alta de Bérgamo se accede mediante un funicular. Rodeada de una muralla, conserva su aspecto medieval, una basílica bella y profusamente ornada, Santa Maria Maggiore, y un torreón, la Torre Cívica, que permite una panorámica sorprendente hasta que te sorprende el campanazo encima de tu cabeza. Arrasada en mil batallas, cerca de aquí, en el monasterio de Pontida, surgió la Liga Lombarda a mediados del siglo XII. De Bérgamo, hacia los lagos. Los pueblos de Lombardía conservan con altivez su historia y dibujan un paisaje llano y frondoso, fruto de su privilegiada situación entre los Apeninos septentrionales y los Alpes.

 

Como, que fue gran colonia romana, da nombre e identidad al lago. Aquí nacieron los historiadores latinos Plinio el Viejo y Plinio el Joven, cuyas efigies presiden el pórtico de la catedral. Es la única que he visto en mi vida con las puertas abiertas de par en par (tal vez se celebraba algún evento) para solaz del viajero, y cabe añadir que en ningún templo lombardo se cobra la entrada, a diferencia de lo que ocurre en España.

 

El lago Maggiore, al oeste, es más agreste. El perfil de las montañas que lo circundan se agranda hacia el norte hasta llegar, ya en Suiza, a Locarno, una ciudad impoluta y fea. La contemplación del lago trasmite la paz que no posee el mar. Desde uno de los hoteles regios y antiguos de Verbania-Pallanza, ya en el Piamonte (exactamente el que hay más a la izquierda en la fotografía), la serpenteante frontera oeste de Lombardía salpica, con sus casas diseminadas y encendidas, el atardecer que se cuela y persiste entre las montañas.

 

En los años noventa, Umberto Bossi fundó, a partir de la Liga Lombarda, la Liga Norte con el lema “Roma nos roba”, el sueño de una inconcreta Padania que sólo estaba en su imaginación. Su lucha contra la corrupción terminó con sus propios escándalos de corrupción y su independencia, en manos de Silvio Berlusconi, de cuyo gobierno formó parte, y luego de la extrema derecha. De vuelta a Milán, una ciudad que vive con tranquilidad su Expo, nadie quiere acordarse de aquella “bufonada”, según define un periodista y viejo militante de la izquierda. Un infarto cerebral –se dice que en comprometedoras circunstancias– le retiró en 2004 a una presidencia ornamental del partido aunque todavía aparece, enfermo y gastado, para rechazar el euro, condenar a los emigrantes y reivindicar la independencia.

 

 

 

Lago Maggiore.

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