A la filosofía estos tiempos de gran agitación política le han proporcionado una pista de aterrizaje: algunas lecturas que hasta ahora eran meramente teóricas, de repente se concretan. Leer el análisis y la crítica de Simone Weil a los partidos políticos es revelador para entender lo que hoy se llama “revolución democrática”: en esta expresión están comprendidas las aspiraciones a cambiar el sistema de representación, las relaciones entre los ciudadanos y las formaciones políticas. También la idea de Hannah Arendt de que existe una felicidad pública ha podido encarnarse en la realidad: ¿acaso no están experimentando nuestros jóvenes pasión y entusiasmo en la tarea política?; y nosotros mismos, que participamos en las luchas de los sesenta y setenta del pasado siglo ¿no es verdad que de nuevo vemos brillar la luz de la felicidad pública, después de tantos años de oscuridad?
Hace unos días , leyendo la transcripción en castellano de las clases de Deleuze sobre Foucault leí esta frase: “Las luchas sociales implican, suponen cambios en los modos de subjetividad”. No puedo garantizar que se le pueda atribuir la autoría a Deleuze, en la medida en que se trata de una transcripción, o sea un escrito que no fue pensado como tal porque pertenecía al registro oral de una clase. Ahora bien, todo eso importa poco si nos hace reflexionar.
La frase plantea una dificultad, una ambigüedad: ¿”implican” o “suponen”? Si “implican”, las luchas sociales tienen que existir para que produzcan, como efecto, cambios en las subjetividades. Si “suponen”, los cambios en las subjetividades preceden las luchas sociales.
Un cambio en la subjetividad se parece a lo que antes se conocía como “toma de conciencia”. La diferencia -porque existe- estriba en que la fórmula “toma de conciencia” no parecía apelar más que a un acontecimiento puramente mental. Y aunque la toma de conciencia se tradujera en acción, esa acción estaba circunscrita, ocupaba una parte de la vida de la persona. Cuando Foucault habla de “subjetivación” y “subjetividades”, está poniendo de manifiesto que el sujeto cambia de identidad, es decir que toda su vida se ve afectada.
En cualquier caso, algo tienen en común la toma de conciencia y la subjetivación: en ambas la persona, el sujeto, vuelve sobre sí, reflexiona, toma distancia sobre sí mismo, se interroga. ¿Qué pienso, qué quiero, quién soy?
A mí me sirve la frase de Deleuze al pie de la letra. Y llego a la conclusión de que no hay ambigüedad sino complejidad, porque las luchas sociales realizan ambas cosas: implican y suponen cambios en las subjetividades.
Por un lado el mismo Deleuze, en conversación con Guattari -al que invitó a tomar parte de su última clase sobre Foucault-, señala que el cambio en la subjetividad tiene un primer momento de des-identificación. Ya no quieres ser como esos, ya no te sientes como esas. En mi experiencia, cuando era joven, ese fue el arranque de mi rebelión. En un primer momento era como si la línea de flotación de mi identidad sufriera un desequilibrio. En el desequilibrio, todo es posible. O no, no todo, la nueva identidad se forma a partir de los movimientos, las luchas, las subjetivaciones presentes. Existe un marco histórico.
Así pues, en un segundo momento, el barco que cada uno de nosotros somos se reequilibra con esos vientos, con aquellas corrientes. Y el sujeto cambia, se reconoce como antifranquista, feminista, independentista, socialista, anticapitalista, ecologista, etc. Las luchas sociales han envuelto el proceso entero, implicando y suponiendo, antes y después y, sobre todo, en medio.
La Historia no lleva una velocidad constante, sufre aceleraciones. Desde el 15M, nuestro país ha entrado en una vía de gran velocidad. Y eso provoca desidentificaciones, procesos de cambios en las subjetividades. Hay mucha verdad en afirmar que las encuestas pueden equivocarse, y si cometen un error, no será debido a la mala fe, sino a que -como dice Gramsci- las grandes cifras con las que analizar la realidad sólo son un buen reflejo de lo que hay cuando la población permanece pasiva, pero cuando hay sacudidas y movimientos ya no sirven. El socialista de ayer puede desidentificarse y cambiar. El pasota de antes de ayer puede desidentificarse y cambiar. Queda un mes y medio para las elecciones generales y mucho, no todo, pero mucho es posible. Hay que soplar y levantar huracanes que desestabilicen a muchas barcas. Soy una empedernida optimista.