Hic sunt leones. “Ahí hay leones” (en algunos casos, hic sunt dracones, “dragones”). Así se nombraba en los mapas antiguos a las áreas sin explorar, a los territorios sin cartografiar. Aunque, en propiedad, el león (Panthera Leo; Felis Leo para Linneo) no sea el rey de la selva, pues los leones no viven en la selva. Los leones viven en territorios como la sabana africana o incluso en algunas áreas montaños, pero tal vez por la impronta de las fábulas de Esopo, que como tantas cosas tenían su origen en Oriente, y por la pérdida de contacto con los leones, que se habían extinguido en Europa, se produjo algún tipo de error de traducción, pues los leones no viven en la jungla o en la selva. Y quien lo quiera comprobar sólo tiene que ver El Rey León, la historia del pequeño Simba (león en suajili).
Sí, aunque ahora sólo existan leones en los zoológicos (por supuesto, en cautividad), en un parque natural del estado de Gujarat en La India y en algunas áreas naturales de África meridional, en el pasado las dos principales especies de leones, la africana y la asiática, extendieron sus dominios y su reputación de reyes del reino animal por la mayor parte del continente africano (había incluso una subespecie en las montañas del Atlas, que se extinguió a principios del siglo XX) y del asiático. Y, en tiempos pretéritos, incluso en Europa, dejando recuerdos en los mitos de nuestro continente.
Uno de los trabajos de Hércules consistió precisamente en matar al legendario león de Nemea, cuya piel y cabellera pasaron a formar parte de su atuendo como una suerte de capa mágica, tal y como lo suelen mostrar las representaciones iconográficas del autor de los doce trabajos más arduos que nunca se hayan hecho. Heródoto nos cuenta que los leones aún eran comunes en Grecia en el siglo V a.C., hasta el punto de que durante la segunda guerra médica atacaron las caravanas de camellos de Jerjes que llevaban suministros a sus tropas en la península helénica. Poco a poco se fueron extinguiendo hasta el siglo I d.C., en que ya no quedaban leones en Europa.
En el Cáucaso sobrevivieron hasta el siglo X d.C. En la Edad Media, en época de las Cruzadas, la especie también desapareció de Palestina y Siria. Las armas de fuego acabaron con ellos entre el siglo XIX y el XX en el Norte de África y en la mayor parte de Asia en los que tenían su hábitat: Turquía, Persia y el Norte de la India. Hoy, como ya hemos dicho, el león asiático solo sobrevive en el santuario de Gir en Gujarat, donde aún quedan unos 500 ejemplares de la misma especie de león, blanco, de la que nos habla la Biblia y que aparece representada en los relieves babilónicos, asirios y persas. Se trata de la misma especie de león que es emblema de la India, Sri Lanka y Camboya.
La palabra ha llegado a las lenguas europeas a través del latín leo, leonis, quien la tomó prestada del griego λέων, que a su vez, debido a los intensos contactos culturales con los pueblos semíticos, procede de la raíz semítica ―lb’, *lab’, *labi’. De esa raíz proceden muchas otras palabras: camaleón, leopardo, leonino (ya lo dice la fabula de Esopo: la mejor parte es la del león), el signo del zodiaco leo y el nombre de persona León, nombre de Papas y de revolucionarios, pues así se llamaba realmente Trotsky: Lev Davidovich Bronstein, aunque para Leonardo Padura fuera El hombre que amaba a los perros. Y del león viene también el nombre de algunas monedas europeas: el leu rumano y el lev o leva búlgaro.
Varias ciudades y pueblos tomaron su nombre también de este animal emblemático. Singapur, del sánscrito Singa-Pura, “la ciudad del león”.Singh, “león”, es el sobrenombre que adoptan todos los Siks. Y es el nombre de la etnia mayoritaria de Sri Lanka (la antigua Ceilán), los cingaleses (de Simhala, “el pueblo con sangre de leones”).
Hoy en Ucrania, en el periodo de entreguerras en Polonia y antes de la Gran Guerra en el Imperio Austro-Húngaro, Lviv/Lvov/Lemberg/Leopolis, fue la ciudad fundada por el príncipe Lev I (León) de Galicia. Y en Argelia, Orán, de una raíz bereber que significa “León” ―hr, donde aún existe “la montaña de los leones”. Leones del Atlas, por supuesto, los leones de la novela de aventuras de un desvan de la infancia de Emilio Salgari En las montañas del África. En España y Francia tenemos dos ciudades vinculadas al león por etimología popular, Lion, que procede en realidad del galo-latino Lugdunum, “colina brillante” y León, la capital del viejo reino de León ―cuyo emblema aún campa, rampante, en el escudo armas de España― por confusión con el verdadero origen del nombre de la ciudad, Legio VII Augusta, ya que comenzó su andadura, como tantos lugares en media Europa, siendo un campamento militar romano.
Los leones representaban al Reino de Judá, a la Casa del Rey David,a la familia real de Abisinia y a la Casa angevina de Plantagenet, cuyos tres leones aún son el emblema del equipo de fútbol de Inglaterra. Y en nuestro imaginario personal aún está presente la representación de Daniel (Daniel, 6) en el foso de los leones en Babilonia, castigo al que lo sometió por adorar a Yahvé Darío, el rey de los Persas.
El león, sinónimo de valentía, de nobleza y de soberanía en tantas culturas. Y en Así habló Zaratustra la metáfora del superhombre, el hombre superior que se enfrenta a todo lo establecido para crear una nueva moral: la suya. Como un león. El Rey de la Selva.