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Mientras tantoUna noche con bisturí en la Ópera

Una noche con bisturí en la Ópera

Cinesporas en el blogo aerostático   el blog de Federico Volpini

 

En simpático, en honesto, en talentoso, ¿no se parece Adamo a Albert Rivera?

 

Adamo

 

‘Mi gran noche’, sin querer disminuir a “nuestro” Raphael, arcángel enviado del Señor, rechace imitaciones.

 

MENÚ

 

A punto de meternos en La Gran Noche de la Civilización: bombardear todo lo que se mueva mientras les vendes armas y les pasas dinero y los mantienes, porque conviene mantenerlos, a los que supuestamente bombardeas; a punto de decirle adiós a todo eso, estado del bienestar (cayó sin lucha), democracia, futuro, un trampantojo; a punto de volver donde las tres Religiones del Libro nos quieren desde siempre, quien las hizo las hizo: tendrás tarta, al morir, en el cielo; sujeta la mujer al hombre, a la maternidad; el hombre a su trabajo, al sudor de su frente, a quien le paga; el niño propiedad de los padres, sujeto a la mujer, sujeto al hombre, sujeto a la miseria, a la obediencia, ahora que no hace falta concederle que es sujeto pero de obligaciones y derechos. A punto de bajar por el desagüe y tan contentos, mira uno y da la risa. De nuevo se suscita (¿votar a Ciudadanos?, ¿al PP?, incluso ¿al PSOE?) un debate ficticio: con el Estado Islámico, ¿sí? ¿no? ¿quién empezó primero? ¿son galgos o podencos?

 

¡Para! ¡Para un momento! ¿Talar todos los árboles para apagar el fuego? ¿Y qué remedio aplicas a los árboles propios? ¿Quemamos el jardín y nosotros en él, como pretende hacerse con el bosque y con ellos, todos ellos, culpables o inocentes?

 

Ya. Ahora. Sin excusa. Dentro y fuera. Por tierra, ¡pero claro!: ¿para qué está el ejército? ¿Por qué, si no, ha de haberlo? ¿Por si los ciudadanos se desmandan? La policía –ellos mismos no quieren-, ¿la paga el contribuyente, los impuestos, para que lo vigile y no moleste a los que le sojuzgan y le explotan?

 

Ahora. Sin excusa. Ya.

Por la ley donde hay ley y cambiando la ley, que la ley es injusta.

Por la fuerza allí donde la humanidad no se respeta.

Primero éstos.

Sin excusa. Ya. Ahora.

Pero después, de segundo, los otros, los que abusan de nosotros. Los que ya no nos matan, todavía no nos matan otra vez, porque hoy no tienen necesidad de hacerlo.

 

A ver qué pasa el 20 de diciembre.

 

Sábado, 28 de noviembre. Empezó el lunes 20. Un 20 de noviembre.

 

Festival Internacional de Cine de Gijón. Quincuagésimo tercera.

 

UNA SECCIÓN OFICIAL Y TRES PROPINAS DE CINE

 

Mujeres al borde de un ataque de Ripstein.

 

La calle de la amargura

 

‘La calle de la amargura’, de Arturo Ripstein.

 

Dos prostitutas viejas se hacen a dos enanos luchadores para una sesión de acrobacia en la cama con somníferos. Pese a la miseria del ambiente, retratada con sabiduría, con cuidado, pese a lo que se cuenta, no hay en ‘La calle de la amargura’ sordidez. Sí desesperación. Sí pena. Sí ganas de vivir. Qué ha hecho nadie para merecer esto.

 

La delgada línea amarilla

 

La delgada línea amarilla divide la carretera entre el bien, que es ir por la derecha; y el mal, que es ir por la izquierda, no importa el sentido en el que se circule. Salvo cuando la línea es discontinua, que entonces ocupar la izquierda, si se quiere adelantar, es el bien. El que para adelantar haya que ir por la izquierda pero te obliguen a volver de inmediato a la derecha es una imagen del mundo en el que vivimos. Exceptuando los países de tradición anglosajona en los que se circula por la izquierda y se adelanta por la derecha. Vivir en la izquierda y utilizar la derecha para dar un salto hacia delante es algo que a China se le ocurrió después de Mao. Aunque en China la circulación es también por la derecha y se adelanta por la izquierda. Son las contradicciones: resolverlas.

 

ANDY MC KAY

 

‘La delgada línea amarilla’, de Celso García, divide la carretera igual que una franja amarilla dividía la pernera del uniforme con el que la pintaba el Séptimo de Caballería en las películas. Aquí la línea hay que pintarla a chorro. Un eficaz tratamiento convencional para una historia cotidiana, emotiva, servida por magníficos actores.

 

Much Loved

 

‘Much Loved’, de Nabil Ayouch.

 

Para tener el control sobre sí misma, para ser al menos dueña de su sexo, ¿en los países musulmanes la mujer tiene que venderlo? Nabil Ayouch, que ya sacudió conciencias con ‘Los caballos de Dios’, de triste actualidad, sigue, con ‘Much Loved’, haciendo amigos.

 

‘Masaan’, de Neeraj Ghaywan.

 

¿Cómo se reacciona si la policía nos sorprende en la cama de un hotel entre sexos opuestos, antes, o en vez, de el matrimonio? En España: consultando el calendario. Cuando Franco, la gente no se acuerda, esas cosas podían suceder. En la India el chico se suicida. O “un” chico se suicida: con uno, ya son muchos. Da idea del talante. En paralelo, diferencias de casta y de susana: otra verbena.

 

Pausa entre sala y sala

 

“Perdone: los servicios, ¿sabe usted dónde están?” “Ahí iba yo”

Para mí, mejor me hubiera ido de no ir. Para la humanidad, mejor, información sensible, no saberlo.

 

Por qué cuando, en España, los individuos de sexo masculino utilizan los servicios públicos, la madre de todas las micciones, no tiran de la cadena, es un misterio comparable al de por qué en España nadie pone el intermitente. ¿Se desgasta? ¿Cobran por tirar de la cadena? Cabe suponer que, si en los lugares públicos se abstienen, en casa será igual o peor. Irán por los pasillos sin intermitente, despistando a quien lleven detrás. Y en sus cuartos de baño será la marea de orines, la tempestad de efluvios. Se sentirían extraños, librados a la higiene: «¡he perdido el olfato! ¡No huelo nada!» No te laves, ya vengo. Porque es de destacar que, con frecuencia, tras NO usar la cadena, no se lavan las manos. El motivo es sencillo: por el intermitente. Preservan en las yemas de los dedos aceites esenciales y, como el intermitente no lo usan, a riesgo de mancharlo, se consideran exentos de limpiárselas. Otra razón para hacer el intermitente obligatorio.

 

Vuelta al cine

 

Land of Mine. Under Sandet

 

‘Land of Mine’. ‘Under Sandet’, de Martin Zandvliet.

 

Minas bajo la arena. Ponerlas es más fácil que sacarlas. Cinta de escenas duras y buenos sentimientos, previsible, que, aun así o por ello, mantiene la atención y se ve con agrado. No te lo crees, pero nos lo creemos. Lawrence de Arabia se saca, por delegación, una espinita.

 

The Final Girls

 

‘The Final Girls’, de Todd Strauss-Schulson.

 

Muerte en el campamento de verano. Nada que ver con ello: lo de siempre, presentado de una forma totalmente distinta. ‘La Rosa Púrpura del Cairo’ extiende, como Lobezno, sus espinas. Enloquecida, divertida, se olvida según salimos, todos, de la película.

 

Cop Car

 

‘Cop Car’, de Jon Watts.

 

No hay que entregar niños a los regalos. De regalo, a los niños, por ser malos, les traen un coche de policía. Tensión aunque, desde el primer fotograma, siente uno ganas de matarlos.

 

The Salvation

 

‘The Salvation’, de Kristian Levring.

 

Western danés. Salvaje. El desenlace, de haber permanecido Kristian Levring fiel al género hasta sus últimas consecuencias, hubiera sido otro. Hasta ahí, tan contentos.

 

Johnny Hallyday

 

‘Je suis un soldat’, de Laurent Larivière.

 

Lo que es capaz una de hacer por un salario, cuando se queda una sin trabajo o, peor, sin ilusiones. Tráfico de perros entre Bélgica y Francia. El fin, mordido por los medios. Estupendo, en su falsete, Johnny Hallyday.

 

Aferim!

 

‘Aferim!’, de Radu Jude.

 

Western rumano. ‘El manuscrito encontrado en Zaragoza’ podría perfectamente viajar en las alforjas del funcionario, sheriff con fez, que sale acompañado por su hijo, alguacil, en persecución de gitano huido de boyardo. Esclavos sin remedio en cruce cultural: rusos, serbios, turcos, religiosos ortodoxos de conducta discutible, mención a los judíos y prejuicios sobre todos los pueblos al alcance de la lengua, en un fresco lleno de fuerza. Magnífico blanco y negro. Disfrutar (y sufrir) desde el primer momento.

 

‘Taklub’, de Brillante Mendoza.

 

Supervivencia Asiática y Familia, sociedad nunca anónima. Brillante Mendoza filma, por encargo, las huellas del desastre. Tifones. Maremotos. Incendios. Queda un arma secreta: sacar las procesiones.

 

The Diary of A Teenage Girl

 

‘The Diary of A Teenage Girl’, de Marielle Heller.

 

El milagro se encarna en los rasgos de la protagonista: una chica a la que dan ganas de abofetear a fuerza de adorable, pero que acaba por aguantar el tipo.

 

‘Umrika’, de Prashant Nair.

 

América, vista desde La India. O sea: por los indios.

 

‘The Ardennes’, de Robin Pront.

 

Muchos, cuando salen de la cárcel, sacan a la cárcel con ellos. La cuestión es si es mejor que no salgan, o no entren. Éste parece que deja poca duda.

 

‘Neon Bull’, de Gabriel Mascaró.

 

La vida es un misterio. El motivo por el cual cosas que son mortalmente aburridas al vivirlas: lavar la ropa, esperar, ir al baño, escuchar las monsergas que te cuentan, contar tú cómo te sientes, si hoy te duele algo, qué has comido, qué has hecho, los vecinos, la compra, la familia; la razón por la cual estas cosas se supone que son materia para el cine se me escapa. Pero igual, es verdad: no hay más que oír a la gente, a la gente le parecen fascinantes y creen que justamente eso es la vida.

 

Zurich

 

´Zurich’, de Sacha Polack.

 

Hay días en los que no está una para nada. Se le van muriendo a una camioneros por un sáltateme ahí ese quitamiedos. Mujer sobre canal junto a guepardo no logra eludir sus pesadillas. De la dificultad de darse. Amores perros.

 

La vida en un hilo

 

‘Right Now, Wrong Then’, de Hong Sang-soo.

 

El hilo sin puntada: eso es la vida. Director de cine llega a presentarla y a un coloquio sobre su película un día antes de la fecha en la que el acto va a tener lugar. Visita un enclave turístico que considera delicioso. Encuentra chica. La escena se repite, ¡válgame Buda!, de dos formas distintas. ¿Para qué? Dos veces de subirse en una historia y tomar la decisión equivocada: quedarse hasta el final en cada una. ¿Fue por esto la Guerra de Corea? Premiada en varios festivales europeos, aplaudida por la crítica en Gijón, lelo yo y 38 y paralelo, corro al hotel a ver ‘Casco de acero’. No hay necesidad de presentarla. No hace falta coloquio. Basta con la película.

 

Casco de acero

 

Inspiro hondo.

 

One Breath

 

‘One Breath’, de Christian Zübert, clausura el Festival de Cine de Gijón en su edición quincuagésimo tercera. Cooperación entre Grecia y Alemania. Joven griega viaja al primer mundo (llega a decirse en los diálogos) para garantizarse las patatas con que en su tierra pagan lo que Alemania, todos buenos, amables, comprensivos, pide por dejarles vivir. Entre ella y otra persona, ésta teutona, se las arreglan para que la película no salga de la Oficina de Objetos Perdidos.

 

Sábado, 28 de noviembre. Palmarés: los tres galardones principales.

 

Mejor guión: ‘La delgada línea amarilla’, de Celso García.

 

Mejor director: Arturo Ripstein, por ‘La calle de la amargura’.

 

Y hay, no lo voy a negar, mejor película.

 

El desencanto

 

Hoy estamos cansados de mí mismo. Y es bueno: experimentas unas horas lo que los demás sienten hacia ti todo el tiempo. Hasta las narices que nos tengo. A mí también. El conocerse uno lleva aparejado saber que no es capricho, que hay motivo, que es por algo el no querer ni verse. Hoy. Mañana ya hablaremos. Mañana, me conozco, corro, corro y, a donde voy, estoy: si me tirase desde un décimo piso, al llegar al suelo, yo, esperándome; mañana, ya que sé cómo soy, sé que mañana me volveré a mirar, bien: no con simpatía, pero sí con afecto. Hoy corrijo estas notas en las que me revelo espectador maldito y no me aguanto. Ser escritor maldito, un poeta maldito, Alejandro Sawa, Leopoldo María Panero, ‘Evame Malu’ Carlos Oroza, aparte del prestigio, que de eso no se come, está el consuelo de que lo elige uno. Los hay, también, que no es que sean malditos, sino malos. Son conscientes de ello y disimulan. Se autonombran malditos. Sobre todo, malditos para sí: no quieren que se den cuenta los demás ¿cabe mayor condena? Espectador maldito es sujeto pasivo. Es como comensal maldito. Escuchador maldito. No oyes, no degustas, no ves lo que la gente. Ni gloria, ni prestigio: eres idiota, piensan, con razón. Hoy, que discrepo de quienes se han mostrado encantados con ‘Neon Bull’, con ‘Right Now, Wrong Then’, mejor película en Gijón: obras maestras, escriben los periódicos; que me aburrí con ellas, me miro y veo un escuchador malo, un degustador malo, un mal espectador; pero aún hay más: voy arriba, agresión y respuesta, y leo que discrepo de los míos, que es como discrepar de mí. Un mal ‘yo’ y, por lo tanto (actor, testigo: malos), doblemente maldito.

 

Evame Malu

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