La detección por la colaboración LIGO de la primera onda gravitacional, conocida como GW150914 por el día en que cruzó la Tierra, ha desatado una merecida ola de entusiasmo tanto entre la comunidad científica como en el resto de la sociedad. Y no es para menos. Este descubrimiento culmina un esfuerzo tecnológico y humano de décadas, inicia una nueva era en la que podremos estudiar algunos de los fenómenos más singulares y violentos del universo (como la colisión de agujeros negros que dio origen a GW150914 en una galaxia lejana) y confirma la última predicción clave de la teoría de Einstein, que apenas el pasado noviembre cumplía 100 años.
Además de un hito en la historia de la ciencia, poder escuchar las ondas gravitacionales es un premio a la persistencia de las miles de personas que se han volcado en este esfuerzo. La búsqueda de ondas gravitacionales comenzó en los años 60 y ha sido una lucha contra dificultades técnicas extremas debido a la debilidad con que nos llegan estas ondas. A pesar de ser causada por dos agujeros negros, cada uno 30 veces más masivo que el Sol y moviéndose a casi la velocidad de la luz, GW150914 produjo una señal minúscula, una deformación relativa del espacio-tiempo de apenas un factor 10–21. Esto se corresponde a la contracción de los brazos de 4km que tiene el detector en una milésima del tamaño de un núcleo atómico. En una analogía esto equivaldría a modificar el valor de toda la economía mundial en menos de una diezmilesima de céntimo de euro. Debido a la magnitud del desafío, así como a algunas presuntas detecciones que nunca pudieron confirmarse, la comunidad de ondas gravitacionales ha trabajado con una prudencia que ha rozado la paranoia, haciendo sofisticadas y constantes comprobaciones de sus instrumentos y sus resultados.
Otro de los ecos de GW150914 ha sido una entusiasta (y también muy merecida) celebración de la figura de Albert Einstein, quien predijo la existencia de las ondas gravitacionales poco después de formular su teoría. Entre los muchos artículos sobre su vida y obra, me han llamado mucho la atención algunas recopilaciones de los errores que Einstein cometió en su carrera científica. Estas reflexiones son muy interesantes, pero me preocupa que puedan interpretarse con sorpresa, como si existiera una contradicción entre los grandes éxitos de Einstein y estos errores.
Deberíamos dejar de sorprendernos de que Einstein cometiera errores y aceptar que estos fueron parte de sus inmensos progresos. Einstein se equivocó en muchas cosas (algunas muy famosas, la mayoría menores), pero precisamente por eso consiguió hacer tantos descubrimientos importantes. En su gesta para formular la teoría de la relatividad general empeñó casi 10 años de su vida, y pese a que se dejó guiar por una buena intuición e ideas poderosas, en esos años dio muchos pasos en falso. Lo importante es que cada vez que se quedaba estancado probaba algo nuevo, aunque fuera ridículo. Así nunca se dio por vencido, aprendió de sus errores y siempre hizo todo lo posible para continuar avanzando.
Por ello es importante desterrar la idea de Einstein como aquel genio de ideas brillantes que acaso nunca se equivocaba y sustituirla por la imagen, mucho más fiel a la realidad, de alguien persistente que tuvo el ímpetu de intentar todo cuanto estaba a su alcance y la capacidad crítica para descartar las ideas que no funcionaban. La imagen idealizada de la perfección es también muy dañina, tentándonos con la inmovilidad, haciéndonos reacios a asumir riesgos e impidiéndonos ver los errores como oportunidades para aprender y desarrollar nuestro potencial.
Uno de los famosos errores de Einstein fue pensar que las ondas gravitacionales nunca serían detectadas y visto lo que ha costado hacerlo no le faltaban razones para pensar así. A pesar de todo quiero terminar pidiendo que aprendamos la lección y seamos más optimistas. Uno de los comentarios recurrentes a raíz de la observación de ondas gravitacionales es que no tienen ni tendrán ninguna aplicación práctica. Pero aunque es cierto que la gravedad es demasiado difícil de manipular ahora, tal vez nuestros hijos o nuestros nietos encuentren la forma de usar las lecciones que estamos a punto de aprender de maneras que todavía no podemos ni imaginar.