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Mientras tantoLas Montañas de la Luna

Las Montañas de la Luna


 

 

África es morada de multitud de mitos del hombre blanco. Uno de los más hermosos es el de las Montañas de la Luna (Montes Lunae), las legendarias fuentes del río Nilo desde la época de exploradores del mundo antiguo como el griego Diógenes. Este aventurero, precursor de los grandes exploradores del siglo XIX, anotó el nombre que los nativos le daban a la cordillera de Rwenzori por la sobrecogedora blancura de sus cumbres nevadas. Las montañas de la luna es el título del maravilloso libro del Capitán Burton sobre su epopeya en África, donde persiguió uno de los muchos griales de su vida: las fuentes del Nilo (entre los otros se cuentan Sindh y Goa en la India, La Meca, Brasil y el resto de lugares, religiones, filosofías, lenguas y mundos por los que tránsito en su azarosa vida, auténtica anatomía de la inquietud).

 

Estar en la luna. La cara oculta de la luna. El viaje a la luna. Alunizaje. Lunáticos. Selenitas. Claro de luna. Eclipse de luna. Luna de agosto. Luna llena. Luna nueva. Cuarto menguante. Cuarto creciente. El sueño de Osmán y las Montañas de la Luna. La luna de Luciano de Samosata, de Plutarco, de Cyrano de Bergerac, de Debussy, de Hergé y del Apolo XI que alunizó en el satélite de la tierra el 16 de julio de 1969. Ahí sigue, pendiendo cual espada de Damocles sobre nosotros, como parte de ese cielo y el temor ancestral de que se nos acabe cayendo encima de nuestras cabezas, la gran pesadilla de Abraracurcix, el jefe de la irreductible aldea gala. Desde el albor de los tiempos la luna ha sido siempre un enigma para los seres humanos y una de las soberanas de su imaginación.

 

La luna ha desempeñado además en la aventura humana una importante función como medida del tiempo. De una raíz indoeuropea *meh―, “medir”, se llegó al protogermánico *mænōth, de donde proceden el inglés moon, el alemán Mond, pero también los respectivos month y Monate, para designar al mes, es decir, un ciclo lunar completo. Del latín mensis y el griego meis  o mēn proceden igualmente “medir” y “menstruación”. La etimología de luna es la raíz *leuk―, “blanco brillante”, a través de un *louksna― o *leuksna―, por lo que la luna sería “la luminosa”, “la brillante”, una poderosa fuerza de carácter femenino para los pueblos de la cuenca del mediterráneo, como griegos (Seléne) y romanos, aunque para los pueblos de estirpe germánica esa deidad, con su día de la semana, el lunes o Monday/Montag, tenía una naturaleza masculina.

 

En árabe las letras se dividen en “solares” y en “lunares”. Las letras solares son aquellas que asimilan la letra lām, tomando como ejemplo la letra por la que comienza la palabra sol: sham, porque al añadirle el artículo al el resultado en vez de Al-Sham es Ash-Sham. Las letras lunares, por el contrario, no asimilan la letra lām del artículo al. El ejemplo elegido es la palabra qamar “luna” (de donde toman su nombre las Islas Comores). Al añadirle el artículo al el resultado es Al-Qamar. Letras lunares.

 

Por hoy es suficiente. Este microrrelato sobre la blanca diosa que acude a la cita con el ser humano indefectiblemente cada anochecer continuará otro día.

 

Foto: Luna de Ibiza. Cortesía de mi amigo José del Río Mons ©

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