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Mientras tantoDe mi Diario / Semana 28 / 2016

De mi Diario / Semana 28 / 2016


 

OJO :

Para quienes deseen tener la posibilidad de leer desde el principio el relato de la visita de nuestra familia de Huelva, comienzo este anexo con el de los días 30.6. y 1. y 2.7., que ya figuran en la entrega anterior de esta  bitácora. Quienes no lo deseen o no lo necesiten pueden comenzar entonces por la entrada correspondiente al día 4.7. 

 

Weiß/Colonia, 30.6.

11:15 am. : Llegan la Nena, Mónica y Nuria en el vuelo FR 2647. Carlitos aparca en un lugar inhóspito y lejanísimo de la salida D–Oeste de la Terminal 2, y es porque han cambiado todo el sistema de aparcamiento del aeropuerto, que antes nos permitía hacerlo casi delante de la salida misma, y además gratis al menos durante ½ hora. Pero sea como fuere estamos al pie del cañón cuando llegan las tres, y nunca me felicitaré bastante por haberle pedido a Mónica que avise a Ryanair de que viajan con una persona impedida físicamente. La Nena llega en silla de ruedas y su monitor la guía cómodamente sentada hasta el auto de Carlitos, en medio de la jungla de los aparcamientos. Alabado sea el santísimo sacramento del altar.

 

4:45 pm : Al levantarme de la siesta, solo en casa y tomando un café bien cargado, me entero por un email de Vicente de que no habrá publicación de la historia de la la revista Camino, preparada con tanto mimo y con tanto fervor investigador por Javier. El propio Javier me lo confirma poco después con un email desde Alcalá de Bañares: «Precisamente anteayer recibí una carta de don Fernando Lauro Anaya, Jefe del Servicio de Publicaciones y Biblioteca de la Diputación de Huelva en la que me comunica que «dicho trabajo no se ajusta a los criterios que tenemos establecidos en nuestras Colecciones para realizar la edición». Dicha respuesta, más de dos años después de la petición, probablemente se deba a que estuve en El Rocío con Juan Villa, miembro del Consejo Editorial (sección Literatura), el cual se ofreció a «mover» el asunto con los colegas de la Sección Historia, obviamente sin éxito». Reacciono con un email colectivo al equipo caminero y a los amigos en Troglodia: «En este caso, y como troglodítica excepción, ojalá fuese cierto aquello de que un pueblo que ignora su historia está condenado a repetirla. Ojalá, ojalá surgiera de nuevo en Troglodia un grupo de los quilates del grupo que fue Camino. Pero me temo que todo lo que salga saldrá cortado a la medida de los criterios establecidos por la Diputación –¡qué nombre tan sugerente!– para sus colecciones. ¡Pobre Huelva, tan lejos de Juan Ramón y tan cerca de los yesofosfatos!» Sobre todo los mentales.

 

Resumen del día : Un día tranquilo en casa. Diny hornea pastel de carne para el almuerzo, tras del cual me retiro a domir la siesta mientras ellas cuatro se marchan a caminar hasta el Rhin y comprobar que viene muy crecido. Cuando regresan les descubro a Mónica y Nuria el exquisito arte de Lucero Tena, así como la peli Sevillanas, de Carlos Saura, y el inalcanzable martinete de Antonio en el tajo de Ronda, eso para no hablar de la escena de Pride and Prejudice, BBC 1995 (que es para Mónica, ¡y Nuria, a sus once años!, el non plus ultra de las teleseries), esa escena, digo, en que Lizzy rechaza la petición matrimonial de Darcy. Es la primera vez que la ven –y que la oyen– en inglés, y Mónica me dice que suena mucho más dura en inglés que en la versión en español. Y sí, sí. Esa Lizzy es brutal, el doblaje la dulcifica también en alemán. Luego la cena es una sopa de espárragos con jamón y la pobre Nuria se nos duerme a la mitad del segundo tiempo de Portugal vs. Polonia. Pero es que las tres visitantes andan con déficit de sueño, se han levantado a las 4 am en Huelva, para estar a tiempo en Faro. Yo, como siempre, me quedo haciendo la guardia al pie del Rhin, sobre todo porque pasan un episodio de la saga del inspector Banks que no me quiero perder.

 

Weiß/Colonia, 1.7.

Diny salió a pasear con las visitas, por el pueblo, y luego el cementerio y el parque de juegos infantiles que se encuentra al otro lado de su seto. Y allí los 11 años de Nuria han descubierto el artefacto ideal para jugar, uno que ella llama algo así como “el tiralina”, aunque el Oxford Duden bilingüe me asegura que su nombre es “el funicular de neumático”. Sólo que el ejemplo gráfico difiere del artefacto que tenemos en Weiß, donde el neumático fue sustituido por una especie de sillín de plástico. Pero debe tratarse de la variante “for avanced people”. Lo dicho, Nuria está chocha de la vida con él, y a lo largo del día logrará convencer un par de veces a su madre para regresar al lugar del crimen. Total, está a la vuelta de la esquina.

 

Vienen Chico y Vincent a saludar a la parentela onubense. Y al rato llega Rebeca, que dormirá esta noche en casa para partir mañana tempranito con Mónica y Nuria, en tren. Hacía mucho tiempo que el aire de este apartamento no sufría una agresión fonética de tantos decibelios. Dejo constancia del hecho de una manera científica y alegre al mismo tiempo.

 

¡¡¡Gales en semifinales!!! ¡¡¡Si hasta rima!!! Y ahora a mandar a tomar viento fresco (por no decir algo más rotundo y à la Camilo José Cela) a los insufribles portugales, en especial a uno, excesivamente cristiano para mi gusto.

 

Weiß/Colonia, 2.7.

9:30 am : A la hora a la que me levanto ya han partido Mónica y Nuria, de la mano de Rebeca, ellas viajarán en tren y en la estación central se les unirá Mecha llegando desde Bonn.

 

10:00 am : Llegan Chico y Angie, con Vincent, que se llevan a Diny.  Me enfrento a cuerpo limpio con el destino de afeitarme y ducharme y estar de punta en blanco a las 11:00, cuando pasen Ulli & Carlitos para buscarnos a la Nena y a mí. Oremus.

 

11:00 am : Superada la prueba, sin resbalón redentor bajo la ducha, veo bajar el nuevo Peugeot de Carlitos por la rampa. Alea iacta est!

 

Weiß/Colonia, 4.7.

A dos días de la fiesta, me atrevo a hacer una reconstrucción en frío, escueta y memorialista, de los eventos nada consuetudinarios (o quién sabe si no sí) que acontecieron en ellos partiendo de los apuntes casi taquigráficos que tomé durante las 48 horas precedentes.

 

Anteayer, sábado 2.7. :

 

Carlitos y Ulli pasan puntuales a buscarnos y vamos la Nena y yo con ellos a Beek, y a pesar del desvío en Oberhausen llegamos puntualmente a la 1:00 pm a la casa de Harry.

 

En la explanada delante de ‘t Peeske reencuentro de los Bada de Huelva con Montse, al cabo de veinte años. Y al mismo tiempo conocen a Henri, todo un hombrecito, con chaqueta y pantalón, que les gana de inmediato los corazones.

 

41 son los familiares y amigos (de los que 17 ya estuvieron en nuestra boda) presentes hoy para festejar las de oro nupciales; entre los 24 restantes, y de la familia más cercana, sólo faltó Paul, retenido en Colonia por la organización de la fiesta de despedida de su promoción escolar, cuya fecha –hèlas!– aún no había sido fijada cuando organizamos esta de nuestro jubileo.

 

Rebeca llega con Mecha, Mónica y Nuria, casi 45’ después de haberse iniciado la fiesta. Ni que decir tiene que la culpa del retraso corrió a cargo de los Ferrocarriles Alemanes. Yo estaba con los nervios de punta, casi temiendo que finalmente no aparecieran. Pero sí aparecieron, loados sean los dioses. A excepción de Mercurio.

 

Actúa Willy como maestro de ceremonias y le cede el micrófono a Montse, perseguida –entre las risas de todos– hasta al pie de la mesa del buffet por Henri (como si temiera que su madre se fuese a marchar). Montse nos ofrece el regalo de nuestros hijos y nietos: es un álbum hecho a mano, de fotos nuestras, una por cada página, para que los invitados puedan dejar en él alguna constancia escrita de su paso por ‘t Peeske en esta fecha tan señalada. [Repaso el ábum después de escribir las líneas anteriores y compruebo que sólo 22 de ellos pergeñaron algo en él].

 

A continuación mis palabras, que luego lee Willy en su versión neerlandesa, y que mis hijos y nietos siguen en la versión alemana hecha por Carlitos y que les entregué impresa, al llegar aquí:

 

«Queridas familias de Beek, Colonia y Huelva (por orden alfabético),

 

sólo unas breves palabras, y algunos largos números, para celebrar el hecho de que el 2 de julio de 1966, Diny y yo nos casamos en la iglesia de Beek. Y aunque por el Registro Civil –¡¡¡pero no por la vara de medir de mi suegro!!!– ya estábamos casados desde el día anterior, incluso aquella noche del 1 al 2 tuvimos que dormir en dos casas distintas: Diny en la de mis suegros, y yo en la de Opoe, la abuela de Diny.

 

No somos, dentro de nuestras respectivas familias, los primeros en celebrar unas bodas de oro conyugales. Mis suegros lo hicieron el 17 de agosto de 1988, el día del 49 cumpleaños de Diny. Pero lo que me interesa destacar aquí, ahora, son las dimensiones temporales de lo que significa un medio siglo.

 

Estos 50 años nuestros significan 18.263 días (contándose entre ellos trece 29s de Febrero) y 18.263 días a su vez significan 438.312 horas, esto es: 26.298.720 minutos, o bien, para decirlo de una manera menos complicada, nada más que 1.577.923.200 segundos.

 

Pero, como todos sabemos de sobra, no se puede amar a tiempo completo. Es imposible amar a tiempo completo porque hay que descontar, por lo menos, un promedio de ocho horas diarias de sueño (¡incluida la siesta!) Descontando, pues, 146.104 horas, creo poder decir que he querido a Diny todo el resto del tiempo, es decir: 292.208 horas, las que a su vez significan 17.532.480 minutos, o sea, 1.051.948.800 segundos.

 

Hoy, como ayer, cuentan con todo su valor las palabras del bolero de la primera vez que bailamos juntos el 2 de julio de 1965 en Berlín («Solamente una vez / se ama en la vida, / solamente una vez / y nada más»), tanto como las palabras que hicimos grabar en nuestras alianzas, el 5 de diciembre de 1965, en una joyería de Arnhem. En español, idioma harto lacónico, son dos; en alemán son tres, y en neerlandés, idioma metastásicamente rico en diminutivos, son cuatro: Diny, te quiero. Diny, ich liebe Dich. Diny, ik hou van jou».

 

Habló luego Willy a propósito del regalo que nos harán los 17 miembros de la familia Hansen y que, según él, se lo inspiró el recuerdo de una gran novela de Max Frisch, El hombre aparece en el Holoceno. Se trata de un amonites que mide 14,6 x 12,2 cm, pesa 4.162 quilates (± 0,8 k)… y que por problemas con la firma expeditora no ha llegado a tiempo de sernos entregado hoy, razón por la cual tenemos que conformarnos por ahora con la foto de este bellísimo fósil:

 

 

Nuria quiere saber más del libro de Max Frisch, se lo resumo de manera apresurada al mismo tiempo que procuro darle a entender la relación profunda del tema con el regalo del amonites, cosa que a mí me parece un acierto fenomenal de Willy, a quien sin duda se debe la idea.

 

Como no podía ser menos, el Coro Hansen ha preparado su numerito, y esta vez es un relato trilingüe de nuestras vidas. Y como siempre sucede en estos casos, la gente ríe a carcajadas y al final aplauden hasta los que no han entendido las estrofas en neerlandés. Gracias a las cuales, al cabo de 50 años, vine a enterarme de un par de novios que tuvo Diny antes de conocerme.

 

El último número corre a cargo de Willy, quien descubrió una canción neerlandesa cuyo título, “Er is toe”, suena como el de aquella española “Eres tú” con la que Mocedades compitió por el premio de Eurovisión en 1973. Esta versión neerlandesa, al mismo tiempo que una parodia del original hispano, es un ditirambo humorístico dedicado a los postres, y es por eso que Willy la ha elegido para cerrar el encuentro. Y para demostrar sus facultades como cantante.

 

Mientras vamos, después de la multitudinaria despedida, a casa de Harry, para la post–fiesta, hago el balance de lo comido y resumo que casi no comí, sólo un plato de las tapas frías, dos tacitas de gazpacho y dos de sopa de pescado; el resto fue una copa de cava para empezar y vino tinto a lo largo de las cinco horas. Que será lo que siga bebiendo en casa de Harry, durante el partido de fútbol adormecedor entre Italia y Alemania. Todos los mochuelos vuelan a sus respectivos nidos al terminar el tiempo reglamentario y antes de que comience la prórroga: Diny se lleva a Nuria a la casa de Christel y Jos; Chico, Angie y Vincent van a la de Monique y Marcel; y Nena y Mónica son las que se quedan en lo de Harry, pero asimismo desaparecen camino de los brazos de Morfeo al compás del resto. Ya solos los tres, Thea, Harry y yo, seguimos apasionados el Krimi de los 18 penaltis hasta que Héctor, el único jugador del Colonia FC en el equipo alemán, le pone fin con un disparo que al principio parecía como si Buffon lo hubiese atajado, pero se le escurrió bajo el cuerpo hasta el fondo de las mallas. A las 11:58 pm también nosotros nos vamos a dormir.

 

Lo de dormir es un decir. Extraño la cama y el hecho de estar ya en ella tres horas antes de mi hora nocturna habitual. Aprovecho el desvelo para repasar la jornada y concluir que ha sido un éxito redondeado por el reencuentro de la Nena con la familia neerlandesa y el de Montse con la de España, también el reencuentro de Mecha y Theo que no se veían desde los días de Chile poco antes del pinochetazo, la presencia de tres de nuestros nietos paliando la ausencia de Paul, el primero en edad de los cuatro, en fin, la comida fue buena, el vino también, el servicio de primera, la atmósfera distendida, cordial, entrañable en algunos casos. Y estoy a punto de caer en un profundo sueño cuando llega la primera ráfaga de un huracán, larga, sorda, casi como una caravana de tanques en dirección a la frontera alemana. Me dormí recién después de la segunda ráfaga, que parecía que hubiese podido pasar por encima de la casa, aplastándola sin esfuerzo. Curioso es que no sentí el más mínimo miedo, sólo una especie de insana curiosidad acústica.

 

Ayer, domingo 3.7. :

 

Desayunamos con Thea y Harry, quienes nos cuentan que su caravana (donde han dormido para podernos ceder las camas de su casa) fue traqueteada por el huracán como si fuese de papel. Pero luego, conforme llega el resto de los “colonienses” que han dormido acá, resulta que sólo Thea, Harry y yo hemos tenido noticia del huracán. A eso es a lo que yo llamaría dormir el sueño de los justos. Y alrededor de las 11 emprendemos el regreso a casa: Angie y yo en el auto de los Bada Scholz, con la Nena, Nuria y Vincent; y a Diny, Mónica y Chico los llevan Harry y Thea a Wesel, donde tomarán el tren lechero camino de Colonia.

 

Apenas llegada de Beek ya quería Nuria acudir al parque de juegos infantiles, para montarse en el famoso funicular del neumático sin neumático, pero tuvo que esperar a que llegase su madre, ni su abuela ni yo estamos en condiciones de locomoción como para acompañarla.

 

¿Qué comimos el domingo? El viernes fue bacalao frito, empanado. ¿Pero el domingo? Ah, ya, espaguetis con salsa de tomate y jamón cocido picadito.

 

En su día, Juan Carlos me mandó fotos de Bada, la pedanía asturiana de donde procede nuestro apellido; hoy, entre el correo, tenía un email suyo refiriéndose a mi entrada del día 16 en la que comento acerca de mi sangre galesa, y me dice: «No sé si proviene de la palabra inglesa o no, pero Merediz es un apellido relativamente abundante en Asturias; un buen amigo, fallecido recientemente, también Merediz, fue senador varios años y Presidente del Consejo Social de la  Universidad de Oviedo. Su abuelo fue un abogado de y en Villaviciosa, Asturias, que tuvo que salir del pueblo escondido en una carreta tapado con hierba, perseguido por los matones del cacique de turno en los primeros años del siglo pasado. Creo recordar que hay un pequeño pueblo, aldea, con ese nombre». Así es que haciendo tiempo para la cena (liviana, nos había prometido Diny) buscamos en el atlas de Aguilar, con la lupa king size, esos lugares tamaño cagada de mosca. Cuando se editó este atlas, en El País se ufanaron de que era el más completo que se hubiera hecho nunca de España, pero ya en la primera ojeada crítica descubrí que en el mapa de la costa vasca (pg, 40) falta la isla de Santa Clara, a la entrada de la bahía de Donostia. Pues bien, Bada y Merediz también faltan en el mapa de Asturias, y Montija en el de Huelva. Ver para creer, y no dejarse engañar por las exageraciones maximalistas de la publicidad.

 

El Francia vs. Islandia se decanta ya en el primer tiempo, y para no asistir a una escabechina, aunque sea desde tan lejos, apagamos el televisor apenas llega el descanso.

 

Hoy, lunes 4.7. :

 

Diny se marchó esta mañana con nuestras huéspedes a una primera visita por la ciudad. Las llevó al Museo Romano–Germánico para que admirasen desde fuera tanto el mausoleo de Lucius Poblicius como el mosaico de Dionisos, y en diagonal con ellos, delante de la cervecería Dom la fuente con los duendecillos de Colonia, cuya historia les cuento con detalle cuando vuelven a casa. Y almorzaron en Sion, un metro de salchicha de la carnicería propia. Diny fue la única que bebió kölsch, la cerveza de la casa, lo que en una cervecería coloniense es pecado casi imperdonable, pero nuestras visitantes son acquadictas.

 

Regresan Nuria y Mónica del dichoso funicular, para la cena, y como las cuatro almorzaron en Sion su comida de ahora es nada más que fruta, pero yo recibo una sabrosa ración de ½ docena de ćevapi à la manera bosnia; sólo que me doy cuenta de la mirada ávida de Nuria y le pregunto si quiere una de estas salchichas balcánicas, como un perrito caliente, y responde de inmediato que sí, así que le abro un pancito a la mitad, meto un ćevapi dentro y se lo entrego, no sin antes advertirle que es picante, pero parece no importarle y lo devora con fruición.

 

Para deleite de Mónica y Diny, la Nena y yo recuperamos durante la larga sobremesa infinidad de anécdotas de nuestra infancia: los madrugones que siempre suponían aquellos viajes de seis horas de tren a Fregenal, los colegios de Huelva y las características de cada uno, las ridículas procesiones del franquismo (¡hasta canté lo que nos hacían cantar mientras nos hacían desfilar indefensos y a cara descubierta –no como en Semana Santa– por las calles de la ciudad!, ¡aaay dioses tutelares! ¿dónde os escondíais para no oírnos cantar tanta pendejada?) en fin, que nos divertimos recordando hastas las colas del racionamiento en los años del hambre. El tiempo es el gran remedio que todo o casi todo lo cauteriza.

 

Weiß/Colonia, 5.7.

Me levanto como zombi, sin ganas de nada, ni siquiera de morir, lo que ya es decir. Es decir, lo que es muchísimo peor. Y el descubrimiento subconsciente de la mentira esencial que reside en la expresión palindrómica alemana “wunschlos glücklich”, o sea, “feliz porque no deseo nada”. Si no se desea nada, ni siquiera la muerte, como esta mañana en mi caso, eso también puede ser un índice infalible de infelicidad.

 

Diny se va con las tres al centro, a hacer el recorrido que incluye la catedral, el ayuntamiento y la casa matriz de la colonia Farina, y luego andan de shopping por la zona peatonal hasta que a la 1:30 am pasa a recogerlas Carlitos para llevarlas a La Modicana, donde yo los espero a todos con la lasaña encargada desde el martes anterior. La de la signora las deja más que satisfechas, es una pura delicia.

 

Chico las pasa a buscar poco antes de las 4 para llevarlas a una merienda de café con torta en su casa. Con la consecuencia de que a su regreso a casa nadie quiere saber nada de cenar, basta la fruta surtida sobre la mesa. Diny se va a dormir temprano, agotada, y le pregunto a Mónica si le gustaría ver una de mis pelis favoritas, que tal vez no conozca, Pigmalión, con Leslie Howard y la inolvidable Wendy Hiller. Me dice que sí y también la Nena se anima a quedarse, pero al fin el sueño la vence. Cuando Mónica se va a la cama, encantada con haber descubierto esta joya del cine de los 40, me quedo levantado para no perderme “El francotirador”, uno de los mejores episodios de la saga del comisario Wallander después de la muerte de Johanna Sällström.

 

Weiß/Colonia, 6.7.

Van las visitas con Diny a lo de Montse, donde se les une Rebeca, y donde nuestras huéspedes conocen por fin a Paul, «Todo un hombre», me comenta luego la Nena. Ella y Diny regresan a casa, al poco tiempo, dejan que la gente joven se marche junta de museos y de shopping.

 

A mediodía, solos Diny, la Nena y yo, tomamos un tentempié de pancitos con fiambre y luego le pregunto a la Nena ni quiere ver Pigmalión completa (anoche se perdió más de ¾ partes), y sí quiere y la ve y le ha gustado mucho. Después descubre entre los que hay en la mesita de la sala el libro de cocina de Huelva, de Bernardo Romero, y se pone a copiar recetas. Yo: «¡Pero si te las puedo fotocopiar!” Ella: «¿Y entonces en qué me entretengo?»

 

He pasado casi toda la mañana y buena parte de la tarde escaneando fotos viejas, el membrete de una factura de la vieja fábrica de papá en el Matadero

 

 

el borrador (a máquina y a lápiz) de una octavilla de publicidad de su primera tienda, La Cubana, en la calle José Nogoles, donde se prometía al comprador de un par de zapatos que si el número de tres dígitos del comprobante del pago coincidía con el premiado ese día en el sorteo de la ONCE, se le devolvería el importe de dicha compra, en fin, retazos del pasado que logré rescatar para la familia, y todo lo escaneado lo despacho por email al directorio donde los tengo agrupados, a todos mis Bada de Huelva.

 

Regresa Rebeca con Mónica y Nuria, y la cena de despedida es uno de los platos típicos de la cocina alemana, la Rinderroulade, el enrollado de carne de res, a cuya preparación le dedicó Diny gran parte de la mañana, no es un plato sencillo de cocinar. Todavía menos en el caso de Diny, que le teme a las comparaciones, ya que Rebeca es una especialista consumada en el arte de prepararlo. Pero el enrollado de hoy le salió de chuparse los dedos, tirios y troyanos.

 

Aburrición³ (a la tercera potencia, sí) el partido Gales vs. Portugal. Si esto es fútbol, yo soy el Archimandrita de Absurdistán. Ojalá que Alemania y Francia se mienten la madre mutuamente mañana en Marsella.

 

Weiß/Colonia, 7.7.

Estampo en una página de guarda de La generación del 39, el único ejemplar que poseo además del nuestro, unas palabras harto elocuentes: «Este ejemplar, que era el de mis suegros, se lo dedico muy cariñosamente a mis primos Reme y Pepe, como compensación por el suyo que le prestaron a Conchita Pérez Blanco un día y ella nunca se los devolvió. Y para que conste, firmo la presente dedicatoria en Colonia, Alemania, a 7 de julio de 2016, festividad de San Fermín». El ejemplar se lo entrego a Mónica para que a su vez se lo entregue a Pepe, quien me pidió muy encarecidamente que no dejase de hacérselos llegar. Y cumplo con la palabra dada.

 

Carlitos llega puntual a las 9:30 am para llevar las visitas al aeropuerto, el vuelo del regreso a Huelva, el FR 2658, decola a las 11:40. Mi primera providencia al llegar al aeropuerto es ir al mostrador de Ryanair y encargar una silla de ruedas para la Nena. Por dicha estas emergencias son ya el pan nuestro de cada día en la aviación civil y en menos de ½ hora hemos hecho la gestión y despachado el equipaje, tan sólo les queda esperar en un lugar señalizado ad hoc, de donde 50’ antes del vuelo pasarán a buscarlas y llevarlas directamente al avión. La despedida, pues, tan sobria como cariñosa. Y el deseo de que tengan un buen vuelo de vuelta.

 

Llamo a Huelva a las 6 pm: me dice la Nena que no tuvieron el más mínimo problema y a las 5 ya estaban en casa. Sea por siempre bendito y alabado sea el santísimo sacramento del altar.

 

Alemania pierde 2:0 contra Francia. Dos experiencias muy disímiles las del once alemán en este campeonato. Por primera vez le ganaron a Italia en un encuentro de competición, y por primera vez desde el Mundial de Inglaterra (1966) también pierden contra el país anfitrión de un campeonato: hace dos años le dieron a Brasil la increíble paliza del 7:1 en Belo Horizonte, la más abultada  derrota encajada por país alguno en unas semifinales. Pero ya lo dijo el sabio Heráclito en sus buenos tiempos: «Todo fluye». Hasta en la historia del fútbol.

 

Weiß/Colonia, 8.7.

Por primera vez desde el día 30 me levanté a “mi” hora, las 11:11 am. Y he pasado todo el día despachando correspondencia acumulada, mientras Diny planchaba ropa acumulada en la casa de Montse. “Vidas paralelas”, que diría el compadre Plutarco.

 

Weiß/Colonia, 9.7.

Voy de compras a Rodenkirchen y me encuentro otra vez el culo perfecto en la parada del bus. Mi descripción de hace un par de semanas le gustó tanto a ILF que me escribió diciéndome que pensaba canibalizarla en alguna de sus novelas. Sólo que esta vez no vestía pantalones sino una falda de vuelo, y fue el viento quien me reveló de qué culo se trataba, en una ráfaga que le ciñó la falda como se ceñía la capa a Juan Belmonte en sus medias verónicas irrepetibles. Esta vez, por cierto, le dediqué más atención al resto de su anatomía y lo que vi me hizo recordar un tuit leído hace un par de días en la cuenta Twitter de @pelucavieja: «Existe una modalidad de culo perfecto que solo tiene gente con cara fea». Ecco!

 

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