La academia británica de Colegios de Médicos (Academy of Medical Royal Colleges, AOMRC) ha elaborado una lista de 40 tratamientos que no ofrecen ningún beneficio a los pacientes, que irán ampliando cada año y para cuyo desarrollo han contado con la colaboración de expertos de distintas especialidades médicas.
Entre los tratamientos considerados innecesarios están los análisis de sangre para detectar la menopausia en mujeres de más de 45 años, las radiografías en pacientes con dolor de la parte baja de la espalda, las escayolas para fracturas de muñeca en niños (un simple entablillado es al menos igual de eficaz).
En el caso de los niños con bronquiolitis u otros problemas respiratorios, la Academia recuerda que la mayoría mejoran sin necesidad de tratamiento. Respecto a la cura de heridas y rasguños superficiales, el lavado con agua del grifo es igual de útil que una solución salina.
El análisis del antígeno prostático específico (PSA) para la detección de cáncer de próstata en hombres asintomáticos es otra de las pruebas incluidas en el listado, porque se ha demostrado que no alarga la vida de los pacientes y por el contrario puede proporcionarles una “ansiedad innecesaria”. Algo parecido ocurre con la quimioterapia en pacientes con cáncer terminal, que puede suavizar los síntomas pero en ningún caso curará la enfermedad y puede aumentar el sufrimiento del paciente.
Pero la Academia no se limita a enumerar estas prácticas sino que va más allá y advierte cómo los propios pacientes presionan a los médicos para que les prescriban medicamentos o terapias. Tampoco la falta de tiempo de los profesionales y la presión asistencial con consultas sobrecargadas les permite a los propios médicos explicar a los pacientes cómo a veces descansar o simplemente esperar a que pase es el mejor tratamiento, una paciencia que no es tampoco fácil de conciliar con la sociedad “hiperacelerada” en la que vivimos.
Para implicar a los propios ciudadanos en esta campaña para evitar la sobremedicalización, la AOMRC les recomienda hacerse cinco preguntas cuando piensen que necesitan un tratamiento médico:
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¿Necesito realmente esta prueba o este procedimiento?
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¿Cuáles son los posibles riesgos o inconvenientes que puede suponer parra mi salud?
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¿Cuáles son los efectos secundarios que puede causar?
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¿Existen otras alternativas más sencillas y seguras?
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¿Que pasaría si no hiciera nada?
Evidentemente, es fundamental concienciar a los pacientes de que no siempre deben salir de las consultas con una receta de un medicamento o un volante para el especialista, pero para ello la primera labor debe ser divulgativa, porque para que se puedan hacer las cinco preguntas antes mencionadas necesitan información y sobre todo de fuentes fiables y no de lo que encuentren en Internet o se comente en las redes sociales, por ejemplo. Por ello, es una labor de todos, tanto de los profesionales, que deben ser capaces de transmitir a los enfermos que a veces lo más sencillo es también más eficaz (a corto y a largo plazo, porque como dice el refrán, «puede ser peor el remedio que la enfermedad”); como de los medios y las instituciones para hacer llegar esta idea a los ciudadanos y finalmente de la propia sociedad para asumir que más no siempre es mejor.