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Mientras tanto"Diré tu nombre": los dilemas y conflictos de la cooperación internacional

«Diré tu nombre»: los dilemas y conflictos de la cooperación internacional


 

El análisis de los dilemas y conflictos de la cooperación internacional se ha convertido casi en un género cinematográfico y casi también literario. La confrontación de la labor de los burócratas de Bruselas, de Ginebra, de Nueva York o de cualquier otra gran capital del norte, tanto cuando están en sus cómodos despachos como cuando desembarcan, temporalmente, a Kabul, a Monrovia, a la Sarajevo de los noventa, a Jartum o a Juba, con la de quienes llevan años sobre el terreno trabajando de médicos, organizando la construcción de infraestructuras o programas educativos ya es un tópico que han recogido Fernando León de Aranoa en Un día perfecto o Fernando Meirelles en el Jardinero fiel, basándose en la novela de John le Carré, por ejemplo. Si en la primera se incorpora el análisis de los horrores de la guerra, por un lado, y cómo algún personaje, irredento solitario, convierte la cooperación en un modo de escapar de su vida real; en la segunda, el hilo conductor es la labor de denuncia de la corrupción en que algunas veces se ven envueltas las organizaciones. Pero las dos coinciden en el choque entre la realidad de las oficinas y los planes sobre el papel, por un lado, con el trabajo diario en lugares donde las reglas están alteradas por la arbitrariedad de la guerra y por la continua lucha por la supervivencia. La burocracia no encuentra su sitio y se demuestra inútil cuando el trajeado de turno o el que lleva una impoluta y recién estrenada ropa supuestamente de batalla aterriza en un campo de refugiados.

 

¿Qué podía aportar Diré tu nombre, la película dirigida por Sean Penn que acaba de estrenarse? Incidir en el conflicto entre quienes confían en un reequilibrio del mundo dirigido por los países ricos y, teóricamente, más civilizados, para acabar con el desastre de la guerra, por un lado, y quienes han dado esa posibilidad por descartada y únicamente confían en paliar el dolor aquí, ahora, de esta persona concreta que acaba de pisar una mina. Diré tu nombre muestra el idealismo de la protagonista femenina que encarna Charlize Theron y su fe en las grandes soluciones fiadas seguramente al largo plazo, a la gran concienciación del mundo rico a través de ceremonias glamurosas a las que asistir y en las que aportar un poco de dinero para sentirse mucho mejor, mucho más humano y recrearse en la propia bondad. Ello se confronta con el pragmatismo del protagonista masculino interpretado por Javier Bardem, que ha abandonado toda fe en que la barbarie tenga fin, y menos con la ayuda de los organismos internacionales, y sólo cree en lo concreto.

 

Ésa es la aportación de la película de Sean Penn, que muestra también, aunque seguro que por casualidad, o de manera no intencionada, las contradicciones de quienes tienen una vida cómoda, incluso privilegiada, pero también comprometida con la realidad de su tiempo. Hollywood entero va a fiestas solidarias, viaja de vez en cuando al centro del horror para concienciar, pero cuando vuelve a casa, regresa a una mansión. Se le debe exculpar de la carga, porque siempre es más duro vivir con esa contradicción que se podría ahorrar por innecesaria que cerrar los ojos a lo que sucede. Siempre es mejor hacer algo que no hacer nada, siempre es más solidario prestar la propia imagen a la denuncia de una injusticia, poner de manifiesto la injusticia del mundo a través de una foto de un famoso con una víctima de la opresión, que vivir aislado, en la burbuja de la propia prosperidad.

 

Aunque esta película da un paso más allá, fundamental: ¿Qué ocurre si cuando se vuelve a una vida de lujo ésta se tiene “financiada” con un trabajo en el mundo de la cooperación internacional? No es infrecuente, cuando se visita un centro de acogida, por ejemplo, que quienes allí se alojan manifiesten en voz alta que los empleados de ese lugar tienen trabajo gracias a la miseria que ellos sufren. Algunos incluso llegan a la conclusión de que quienes les atienden quieren que siga habiendo pobreza porque a su costa mantienen sus puestos de trabajo.

 

Diré tu nombre mueve a estas reflexiones sobre si hay que delegar la solución del mundo a unos líderes políticos cada vez más deshumanizados si hay que hacerlo en organizaciones burocratizadas cuyos dirigentes, al fin y al cabo, prosperan con la miseria, si hay que arremangarse y actuar localmente, cada uno de nosotros, en nuestro ambiente, en la medida de nuestras posibilidades, o si en realidad ya nada tiene solución y estamos perdidos como especie.  

 

 

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