Para el día 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, se ha convocado un paro de mujeres, pero pequeñito, sin demasiada información (me temo que quien no se mueve en las redes sociales no es consciente de que a nivel global se está planeando una “huelga” sui generis de mujeres) y sin la suficiente cobertura sindical. Los sindicatos mayoritarios y de clase, CC.OO. y UGT, no han considerado necesario convocar una huelga con todas las de la ley y con la protección a los trabajadores a ella asociada. Con esta decisión, pierden los sindicatos y también las mujeres.
Los sindicatos pierden porque demuestran que los problemas que sufren las mujeres en el mundo del trabajo no son lo suficientemente importantes para convocar una huelga y, con ello, abandonan al 50% de la población, siempre menos sindicado que el otro 50%.
Nos encontramos entre estos problemas con la brecha salarial, que se calcula en un 19% en España, quizás no sólo porque a igual trabajo corresponde un diferente salario para mujeres y para hombres, sino también porque las mujeres ocupan los puestos de trabajo peor remunerados y, además, son pocas aún las que llegan a las cúpulas de las empresas. Así, en 2015, las mujeres eran sólo el 31,37% de las personas que ocupaban puestos de dirección y gerencia, mientras que suponían el 60% de las ocupaciones elementales, el 58,33% de los trabajos en servicios de restauración, personales protección y venta.
Las mujeres tienen una tasa de empleo inferior a la de los hombres. Nada menos que once puntos les separan: el 41,05% de las mujeres están empleadas frente al 52,05% de los hombres, según datos de 2015. Y no es un dato que se vea sesgado por razones de edad (porque las mujeres mayores trabajen menos que las mujeres jóvenes, dado que en los últimos años se esté avanzando). Al menos, no del todo: sí es verdad que las mujeres de entre 20 y 24 años tienen una tasa de empleo 30,56%) muy similar a la de sus compañeros (32,27%), pero quizás es así porque no han aparecido los hijos, dado que entre los 25 y los 54 años la brecha se amplía: para esa franja de edad, la tasa de empleo femenino está en el 63,66% mientras que la de los varones sube hasta el 75,06%.
De los más de nueve millones de mujeres inactivas que había a final de 2016 en nuestro país, 1,7 millones lo estaban por el cuidado de niños o adultos enfermos, discapacitados o mayores, o por otras responsabilidades familiares o personales. De los 6,6 millones de varones inactivos, únicamente 120.000 lo están por razones de cuidados o responsabilidades familiares. El ‘quid’ de la cuestión: la desigualdad en el trabajo viene de casa o del papel social que se atribuye a las mujeres.
El paro también incide con más virulencia sobre las mujeres que sobre los hombres: la tasa de desempleo terminaba 2015 en el 22,06%. Para las mujeres, esa cifra alcanzaba el 23,55%, mientras que para los varones era de un 20,77%. En periodos de crisis, el paro se deja sentir más sobre las mujeres que sobre los hombres y las épocas de prosperidad son menos prósperas para las mujeres: en 2007, cuando la tasa de paro acababa en el 8,23%, en las mujeres era de un 10,70%, mientras que en los hombres era de un 6,41%.
La brecha salarial, la mayor tasa de paro que sufren las mujeres, así como sus carreras más discontinuas en el tiempo, porque se interrumpen por la llegada de los hijos u otras causas familiares, provocan que las pensiones que cobran las mujeres sean más bajas que las de los hombres. En 2015, la pensión media de jubilación en España era de 1.021,19 euros. La de las mujeres era de 733,48 euros y la de los varones, de 1.188 euros. También en la remuneración tras el retiro influye el hecho de que mientras las mujeres representan el 40% de los puestos de trabajo a jornada completa, también suponen el 72,5% de los empleos a tiempo parcial.
Son muchos los motivos estrictamente laborales, estrictamente cuantitativos, que deberían mover a los sindicatos a ser más beligerantes en defensa de las mujeres. A ello hay que añadir la violencia que sufren las mujeres, en primer lugar, la simbólica, tanto dentro como fuera de casa, tanto en el ámbito doméstico como en el laboral, así como la violencia real que se lleva la vida de una media de entre 50 y 60 mujeres al año, con éste 2017, por ende, registrando el peor arranque de la historia, con una veintena de mujeres asesinadas.
Los sindicatos, con este amparo a medias de las protestas promovidas por mujeres casi a título individual que van sumando voces, las dejan en la estacada. Y no están para abandonar a nadie, sino para enarbolar las banderas que siguen siendo necesarias. ¿Por qué las mujeres de Comisiones Obreras y UGT no han promovido que sus sindicatos lleven a cabo una protesta de mayor calado?, ¿es que el problema está en que las mujeres también son una minoría en las cúpulas sindicales?
Pierden los sindicatos porque dejan pasar una oportunidad de ser vanguardia del feminismo en el mundo del trabajo y en una convocatoria que podría ser histórica, marcando un antes y un después. Desaprovechan el caldo de cultivo perfecto para el éxito de la protesta, en un momento en que la conciencia feminista (cierta conciencia feminista) está creciendo. Pero han optado por dejar a las mujeres sin la cobertura legal que les permitiría hacer una huelga con garantías (o, al menos, con más garantías) y hacer visible su situación de desventaja en la sociedad y, específicamente, en el mundo laboral. Las mujeres, de esta manera, vuelven a situarse en un lugar subalterno.
Con los sindicatos, pierden las mujeres otra vez: con esta protesta a medias lo que queda patente es que las condiciones de trabajo de la mitad de la población sólo merecen un paroncito de media hora, o de dos horas a lo sumo, a modo casi de pataleta, de me retiro, pero no te preocupes, que luego trabajo el doble, que todo esto sin hacer tiene que salir.
Pone sobre la mesa también la idea de que las organizaciones “de todos”, como los sindicatos, en realidad no son tal y hacen necesaria, quizás, la creación de colectivos específicos para defender los derechos de las mujeres. Ahí lo dejo: ¿es necesario un sindicato de mujeres? Lo que está claro es que así no avanzamos. Aunque, como siempre, hay que dejar abierta la puerta a la esperanza: el abandono que sufren las mujeres por parte de las instituciones pueden terminar convirtiéndolo en un sujeto político que se organice a sí mismo, se haga fuerte, se emancipe y comience a acumular conquistas. En realidad, si repasamos los logros del movimiento feminista, siempre ha sido así.
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