Conversación telefónica raptada en el metro:
Tía, defínelo. Pues sí, que no me puedes decir que me invitas al teatro, lo siento, pero no. No, no me puedes decir que me invitas al teatro, así, sin más. Pues mira, justo ahora el paradigma ha cambiado, ya no me puedes invitar al teatro. Pues lo buscas. En el diccionario. Que para eso existen los diccionarios. Sí, para-digma. Pa-ra-dig-ma. Al teatro, así a secas, no. Que no, no me puedes decir que me invitas al teatro. Defínelo… Me tienes que especificar si se trata de teatro teatro, de teatro de texto, de artes vivas, de artes vivas vivas, de teatro de texto de texto, de teatro trasverso, de teatro transversal, de teatro performativo… No, no es todo lo mismo, tú lo ves muy sencillo, pero las cosas no son así, no, no lo son… No, ¿teatro? El teatro ya no existe, el teatro así a secas ya no existe. No estás nada al día, ¿eh? ¿No? Ah, ¿no sabes qué es eso a lo que me estás invitando? ¿Otra vez vuelves con lo de ‘te invito al teatro’? Saltimbanqui, que eres una saltimbanqui, anda y vete a invitar a tu abuela… Si no sabes ni a lo que me invitas, ¿pa qué me llamas? ¡Hala, a tomar viento!
En este momento colgó el teléfono, sacó un libro y se puso a leer.
Que os lo habéis creído, la gente ya no lee en el metro. No sacó ningún libro, solo se puso a trastear en el móvil con cara de pánfila.
@nico_guau
