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Mientras tanto¿Cómo ponerle precio a las matrioskas?

¿Cómo ponerle precio a las matrioskas?


 

Un par de veces me han preguntado por qué razón algunas de mis muñecas bordadas tienen un precio de 53 dólares estadounidenses. ¿Por qué será que el precio de 18 dólares de otras muñecas no genera esta inquietud? (Será solo porque unas son «caras» y las otras, «baratas», porque uno es número primo y el otro es múltiplo de tres). Al fin de cuentas, en todos los números pareciera haber un fuerte componente aleatorio.

 

El tema sobre el que quiero tratar en las próximas líneas es cómo ponerles precio a las labores manuales o creaciones artísticas. ¿Qué criterios pueden iluminar la tarea de asignarles un valor monetario que compense por el trabajo, los materiales y la creatividad que supone un objeto con alto valor simbólico?

 

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Calcular costos

 

Cuando planificaba montar mi tienda en línea, en Etsy, hablé con un experto asesor en emprendimientos. Él me indicó que para dar un precio a mi trabajo creativo debía calcular meticulosamente:

 

1. El costo de los materiales

2. El costo de la mano de obra

 

El costo de los materiales implica echar en cuenta todos y cada uno de los componentes físicos que darán forma al producto final. Los hilos que uso, los trozos de tela, el relleno de las muñecas, la bolsa transparente de empaque, etc. Lo ideal es hacer una lista en una hoja de cálculo (Excel o similares) para calcular, valga la redundancia, cuánto se ha invertido en los materiales que se usan para una determinada figura. Normalmente, en el tipo de labores de mi gineceo, estos costos son relativamente bajos, pero no son despreciables.

 

El costo de la mano de obra debería reflejar el pago por hora a un trabajador que pueda realizar las tareas que yo misma hago: lavar, planchar y cortar la tela; imprimir, dibujar y bordar la muñeca; coser y rellenar la figura; tomar fotos de la matrioska y promocionarla en redes sociales; empacar y enviñetar el producto final. Es decir, aquí hay que considerar cuántas horas se tardaría un empleado en preparar los materiales y elaborar una muñeca, y cuánto le pagaría yo por hora o por día a esa persona. En esto fue enfático mi asesor: no calculés lo que vos ganarías por hora (soy profesora en una universidad y además hago corrección de textos), sino lo que ganaría un operario manual con cierta especialización.

 

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El factor creativo

 

¿Cómo se calcula el factor creativo –el diseño– de las muñecas? A mi juicio, este valor tendría que sumarse a los costos de mano de obra, solo que en este caso sí sería mi mano de obra. ¿Cuánto tiempo me toma llegar a un diseño nuevo desde que lo concibo hasta que se plasma en la tela? Aquí el cálculo de costos se complica, pues puedo tardar horas investigando en Pinterest, trazando bocetos, desechando modelos, etc. antes de definir lo que realmente haré. La verdad, les digo, aquí no sé dar una respuesta concreta… Ojalá alguien más que realice este tipo de trabajo (llámese artístico, artesanal, de diseño, estético) se anime a dejarme algún comentario al respecto.

 

Multiplicar por dos

 

Luego de haber calculado todos los costos (materiales, mano de obra, creatividad), la sumatoria se multiplica por dos. ¡He ahí el precio de las muñecas! El precio ideal, quise decir. O al menos eso indicó mi asesor.

 

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Precio contextual

 

Déjenme contarles la realidad real y verdadera. La llamaré «el precio contextual». Y este precio toma en cuenta dos factores:

 

1. ¿Cuánto cuestan otros productos comparables con los míos?

2. ¿Cuál es el precio que mis posibles clientes estarían dispuestos a pagar?

 

Cuando comencé a vender las muñecas desconocía la fórmula de sumar costos de materiales y de mano de obra, y multiplicar por dos. Si hubiese calculado así los precios, mis primeras matrioskas habrían sido bastante más caras. En cambio, el precio que les di –a 30 dólares vendí muchas de ellas– compensaba los materiales que yo compraba, aunque poco cubría las horas que dedicaba a cada figura. Sin embargo, me consideraba una aprendiz del bordado y de la creación de muñecas, y me sentía complacida simplemente con el hecho de venderlas.

 

Cinco años después de estar bordando matrioskas diseñadas por mí, la situación ha cambiado. Me he profesionalizado a fuerza de práctica. Así mismo, he variado los precios. Actualmente, en mi inventario de matrioskas tengo algunas de menor precio (impresas en vez de dibujadas y pintadas a mano), de las que puedo producir mayor cantidad (una docena, digamos, es una gran cantidad para mí). Hago otras más elaboradas, especiales, personalizadas, por las que cobro los 53 dólares de que hablaba al principio.

 

Precios fijos

 

Sin nombrarlo así, siempre he tenido una política de precios. Uno de los principios de esa política es que los precios de mis matrioskas son fijos. No faltan las personas que regatean. Mi posición es inflexible en ese respecto. Y lo que está detrás de ello es que no inflo los costos, más bien la tendencia ha sido la contraria, a desinflarlos.

 

Pienso que esta política es muy saludable porque es transparente con todos los clientes. Y también es justa conmigo misma. No regalo mi trabajo, lo valoro y aprecio mucho, y estoy sumamente agradecida con quienes han tomado la decisión de comprar una o varias de mis matrioskas. Ese es un estímulo invaluable para mí, que mantiene vivo mi gineceo.

 

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