No es que se haya caído de repente un foco y yo haya empezado a sospechar, pero sí he visto a los actores por detrás de las cámaras. Uno puede ver la película del Congreso y el camisetismo y la coleta y los puños en alto y demás, y a Soraya propinándole una somanta de palos a Irene Montero que ya no pueda ni sonreír sardónica. La vicepresidenta es la que interpreta los papeles que en otro plató haría Clint Eastwood, y Rajoy, por ejemplo, es Rajoy, que tiene cosas de Woody Allen y del hu, ha de Al Pacino haciendo de coronel ciego. A mí lo que me hace sospechar es el encaje de Irene y el de Pablo, que está dentro y al lado de ella. Los palos y su encaje y el ruido y la indiferencia. No es que estén encastados sino más bien encasillados. Yo ahora soy un espectador incrédulo después de ver la foto: está Hernando, el del PP, recostado en un sofá en el centro del grupo con su flequillo en actitud adolescente, al que flanquean sentados de lado el otro Hernando e Irene. Comidilla de portavoces. Son las posiciones, los gestos (incluso el de cierta sorpresa al advertir el objetivo) y la ausencia de papeles. Lo primero que se aprecia en la imagen es que esos tres se llevan bien, así que lo de delante de las cámaras tiene que ser cine. ¿Será que Hernando, el del PP, no es en verdad ese azote grotesco del que todo el mundo habla tapándose la boca? ¿Será que Irene no es en realidad Strelnikova? ¿Y si las tortas que da Soraya a todo el que se le pone por delante son tan sonoras y falsas como las de Bud Spencer? ¿Y si la coleta es un postizo? ¿Y si en realidad Errejón tiene quince años y Pablo Casado sesenta? Yo creo que todo esto puede ser una decepción como la que se llevaron los fans de Burt Reynolds al saber que toda su vida había llevado peluquín, así que yo no me voy a hacer fan de nadie, por si acaso y por mucho que me gusten las frases de Clint Eastwood, sobre todo en El sargento de hierro.