Pues han nacido otros tres obispos para la Cristiandad. Aquí en Malabo, capital de la no-república de Guinea, se informa que va a haber en las próximas horas la consagración de dos obispos, para sendas diócesis en el Río Muni metido, en la selva, casi. Y de las informaciones que nos llegan, incluida la llegada de un enviado del Papa para el evento, se colige que más que un asunto de la Iglesia en la que se tiene a Obiang en primera plana, es un asunto del general-vitalicio Obiang en la que se tiene a la Iglesia como invitada especial. Y aquí se confirma, o se refuerza, lo que ya dijimos cuando descubrimos relaciones feudales en este país, con reflexiones que recogimos en la obra El derecho de pernada. Cómo se vive el feudalismo en el siglo XXI. Aquí lo que se pone en evidencia es que el ya mentado general, como hace siglos, con la consciencia remordida por lo que nos hace pasar, cree que obtendría indulgencia divina consagrándole a Dios un templo, y de ahí la basílica que, con un dinero que no debía tener, porque el puesto de presidente no debería dar para tanto, construyó en Mongomo, que es, hoy por hoy, de su propiedad.
El proceso se consolida con la consagración de tres obispos, poniendo de manifiesto que en muchas partes del mundo se mueve al ritmo de una historia distinta, pues está demostrado que bajo el laicismo, y la Unión Europea lo sabe, se vive mejor. Pero de la misma manera que en otras naciones africanas hay grupos de barbudos y cejijuntos musulmanes que quieren convertir a todos a su fe, imponiendo estas leyes en las que la intolerancia es la norma, acá, dando la espalda a la ciencia y al sentido común, se robustece la religión, no menguando ningún ápice los abusos contra el pueblo. Lo que no sabíamos era que en esto tomaría parte un hombre aparentemente progresista como el Papa actual.
Enhorabuena a los que se alegren por tener otros tres obispos de los que se sentirán dichosos, pero que sepan que cuando la situación socioeconómica se empeore, y tiene visos de que sí puede empeorar, es probable que reciban ayuda alimentaria de países en que los ciudadanos luchan porque se imponga el laicismo, vistos sus beneficiosos efectos. Países en los que, hay que decirlo, muchas iglesias están cerradas. Nos enredaríamos sobremanera si dijéramos que la práctica dolorosa de la religión es una necesidad impuesta a los hombres, algo que no tiene nada que ver con las preguntas sobre quién lo creó todo, que pertenecen al ámbito de la Filosofía. Nos enredaríamos más si dijéramos que la práctica de la religión tampoco tiene algo que ver con las obligaciones impuestas por el civismo, sino que es un asunto privado. Deberíamos decir, incluso, que ser de una confesión religiosa es como ser hincha del Bayer de München, algo del que no se debe preocupar ningún estado. (Si ni siquiera debería ser asunto público seguir al equipo conocido como Más que un Club, y esto se dice por aquello de su probable vínculo con Claret, que sí tiene algo que ver con Guinea, imagínense que lo pueda ser el seguimiento al equipo bávaro)
Cuenten las palabras, son 569. Y lo hemos dicho todo. Bergoglio, enhorabuena otra vez. Ya sabe, lo cortés no quita lo valiente.
Malabo, 20 de mayo de 2017