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Mientras tantoImposible no hacerlo...

Imposible no hacerlo…


Esta tarde te he hecho caso, imposible no hacerlo… Pocas veces nadie me ha contagiado su entusiasmo por las cosas como lo haces tú, con esa vehemencia tan tuya. Así que después de comer, he cogido El Revés y el Derecho de Camus, lapicero azul en mano como una niña aplicada y he vuelto a releerlo. Despacio como tú me pediste, sin prisa, con esa calma que me falta, siempre empeñada en hacerlo todo corriendo como si el mundo se acabase mañana y fuera a pillarme desprevenida con todo a medio hacer o con todo hecho, no sé…

Pero no, no era esta mi primera vez… De hecho tiempo atrás ya me sumergí en sus páginas, tal vez de ese modo alocado mío que tanto te hace enfadar. Esas páginas “torpes» que ya vivían en las manos de algunos privilegiados como tú… Pero esta vez ha sido distinto… esta vez ha sido mi primera vez de verdad. Con mi lapicero, he subrayado algunos pasajes, he vuelto a otros y he intentado impregnarme de ese espíritu suyo, intentando entender esa humanidad que a tanta gente cautivó, intentando hacerla mía, huyendo de su mano de tanta grisura como me rodea. Empapándome cómplice de su bondad, intentando encontrar esa felicidad de las pequeñas cosas. Esas pequeñas cosas que tantas veces dejo escapar más preocupada por descifrar este mundo mío que a veces se me antoja ajeno, que en vivir como tantas veces hago.

Conforme me adentraba en la lectura, más te entendía, más cerca de ti estaba, más a tu lado y del suyo… Desde el principio supe que era tu apuesta personal, que nada te gustaría más que Camus formara parte de ese grupo de “escritores elegidos” a los que cuido y vuelvo a ellos una vez y otra, como hago con todo aquello que considero mío. ¿Y sabes? A mí Camus, ya me cautivó cuando escuché aquel retazo de su vida en el programa de radio, aquel en el que hablaban de su infancia, de su vida en Argel, de aquel calor hermoso que imperó en su infancia y que le privó de cualquier resentimiento. Aquel programa que oímos los dos juntos, ¿Te acuerdas?

Y no, no necesité más. Tantas cosas me cautivaron. Me cautivó sobre todo su madre que no sabía leer y acariciaba sus libros, esa madre callada que no había podido leer la carta en la que le comunicaban que su marido, el padre de Albert, había muerto en el frente. Y fíjate, a mí me pasa un poco como a él, tal era su adoración, que si me dan a elegir entre Camus y su madre, elijo a su madre. Me inspira tanta ternura esta mujer… hizo tantos sacrificios en medio de la pobreza…Como todas las madres trabajó hasta caer rendida por conseguir que su hijo estudiara y fuera lo que fue. Alguien capaz de transformar las miserias en luz, en dones que otros mejor situados no lograron nunca tener.

[Y te oigo decirme, deja reposar la lectura, deja que te susurre, no te importe cuanto tiempo pase, deja que se pose en ti; verás como vuelves, verás como buscarás su refugio….]

Estoy segura que no tendrá que pasar mucho para que vuelva a él porque ya está en mí… En el latido de la madre, el sol que habitó su infancia, las dos o tres imágenes sencillas con las que consiguió abrirme el corazón una vez primera…

 

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Foto: Albert Camus

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