Desde el año 1968 en que Guinea asumió, en teoría, los destinos de su historia, los nacionales de este país han estado recorriendo el camino de otros. Tamaño error ha hecho que al día de hoy ni siquiera la construcción teórica de lo que son las estructuras de su país esté hecha, porque los guineanos no saben lo que son, o se avergüenzan, sin decirlo, de su verdadera naturaleza.
Primero vino la autonomía, y como había habido aquel apartheid cultural durante la época colonial, los pocos que pudieran hablar de Guinea se pusieron delante y empezaron a hablar de la descolonización. No estaba claro que tuvieran claro lo que aquello significaba, porque, por ejemplo, debían entender que pedían la dirección de un país cuyas labores agrarias se habían hecho por la fuerza, muchas veces justificada la misma basándose en criterios de superioridad de una raza sobre otra.
Lo segundo que vino fue asumir una independencia sin tener el conocimiento del territorio, sin poseer los recursos para administrarlo y sin haber reflexionado sobre lo que suponía la guineanidad, una entidad política que solamente podía ganar viabilidad si muchos de los supuestos rechazados durante la lucha por la independencia se asumían por inevitables. Por ejemplo, los ciudadanos del nuevo país debían reconocer que su cultura autóctona no les había permitido conocer la ciencia de la navegación marina, así que la comunicación con los puntos distintos del país se haría bajo el amparo de los representantes coloniales. Además, aquello implicaba, y esto lo debían asumir también, que aquel desconocimiento significaba que la unidad nacional nunca podía ser un dogma si no se quería justificar la colonización.
Lo tercero que vino fue la exaltación de la ignorancia como vía única para reclamar la autenticidad africana, y por la vía de la eliminación de los escasos exponentes de su incipiente intelectualidad. Fue cuando, como ocurrió en muchas partes del mundo, bastó con abrazar una postura determinada para adquirir el estatus de político, además de “nacionalista”
Hoy Guinea vive lo que en el interior llamamos “Guinea Mejor” y con un panorama exterior caracterizado por la diseminación de guineanos por muchos países del mundo, rechazando su ingreso en el país si la concepción y los modos de la política no cambian. Pero por los avatares históricos, y por contaminación de lo que se hace en el mundo, muchos de estos guineanos víctimas de la exaltación de la ignorancia reclaman un estatus de político sin conocer los elementos más importantes de su anclaje en la historia. Como se sabe, la mera actividad política, o la reclamación del estatus de político, exime a los individuos de acreditar suficiencia en el atesoramiento de formación, incluso de formas cívicas de interacción con la ciudadanía. Pero si los políticos guineanos pueden ser analfabetos, y esta condición puede ser compartida incluso con los que están en el exilio, va a ser difícil saber enjuiciar las acciones que mantienen al país en el atraso. La ignorancia es un estado transitorio que los guineanos deben saber combatir.
Así pues, lo que el destino exige a los ciudadanos es una serie de condiciones cuyo cumplimiento hará que los guineanos retomen su propio camino:
–La política debe dejar de ser el refugio de los mediocres, o de los cretinos. Es un contrasentido destinar fondos para la formación, exigiendo excelencia educativa, formativa y profesional a los egresados y sostener un equipo político de analfabetos. Sería la vía, además, de eliminar ciertas formas de nepotismo.
–Los ciudadanos deberían estar obligados a mostrar interés por los resultados de la gestión de la política y es un asunto que no se debería dejar de fomentar.
–Desterrar de una vez por todas, y hacer el propósito de instituirlo en la comunidad guineana, la idea de que un solo hombre hace partido, o que dos o cuatro personas crean plataforma política. Abolida en el futuro la posibilidad de ganar la vida bajo la sombra de una falsa entidad política, se evitaría la posibilidad de que individuos ambiciosos se amparen en inexistentes estructuras políticas para tomar parte, y de manera egoísta, en eventos que determinan el devenir social del país. Sería la vía por la que se eliminarían los casos de bicefalia creados por la dictadura para hacerse con partidos críticos con sus prácticas deleznables. Además, la infinitud de siglas políticas de un solo miembro es la verdadera razón de la inestabilidad de las coaliciones creadas.
–La política no puede constituir, en ningún sentido, una alternativa laboral para ningún colectivo o individuo, lo que implica que la meta en el futuro guineano es no solamente aligerar el aparato del Estado de los que lo parasitan, sino crear y fomentar otras alternativas laborales y profesionales para la ciudadanía.
–Entender que el concepto de independencia exige someter a escrutinio todos los dogmas que la sostienen, pues no parece compatible la asunción del carácter indivisible de la integridad territorial con el rechazo enfermizo de los resultados de la acción colonial. Esto es, reconocer que todo lo hecho ha costado sacrificio, sea propio o ajeno, pensamientos que coadyuvarán en la discusión del tema étnico en el país.
–Identificar, en el ámbito de la política, los hechos, personas u obstáculos que frenan el transcurso de la historia. Este punto permitiría no solamente abandonar la política de dependencia practicada hasta ahora, sino expulsar del seno de la comunidad guineana a los individuos extranjeros que la parasitan para su propio provecho. Es en este punto donde creemos en la pertinencia de aclarar que no habiendo en la comunidad guineana un sentimiento reseñable de antiespañolismo, o cualquier sentimiento negativo contra la antigua metrópoli, exista, sin embargo, un nutrido grupo de españoles que se inmiscuyen entre los guineanos creando o avivando las diferencias que hay entre ellos, impidiendo que hagan causa común. Estos individuos deberían recibir una severa advertencia de la comunidad guineana y expulsados sin ninguna contemplación.
–Erradicar entre la oposición guineana cualquier atisbo “todoposibilista” de sus formas de relación, porque sería imposible erradicar la dictadura con esta concepción si tenemos en cuenta que ella misma cimenta su existencia en este maquiavelismo atroz. Con una ventaja ya ganada por las muchas décadas en el poder, competir con la misma con el ejercicio del puro maquiavelismo es contraproducente. La consecuencia de este pensamiento es que la oposición jamás triunfaría si pretende actual alejada de toda ética.
–Entender que el emprendimiento del camino propio exige la asunción de que ciertas posiciones ideológicas podrían no ser adecuadas para la causa guineana, habida cuenta de la escasa evolución social del país, no siendo óbice esta afirmación, sin embargo, para hacer otras afirmaciones tajantes.
Si en toda actividad humana debe haber un método, pondríamos las bases para crear un método eficaz en la lucha contra la dictadura si tenemos en cuenta los puntos arriba aludidos sin ninguna pretensión de exclusividad. La naturaleza compleja de nuestro destino lo exige.
Barcelona, 15 de agosto de 2017