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Mientras tantoAlgo peor que la politización nacionalista de las víctimas

Algo peor que la politización nacionalista de las víctimas


 

En España los muertos no descansan. Nuestra sociedad sufrió el mayor desgarro de los últimos tiempos tras el 11-M. Los odios cavaron más las trincheras. Y, sin habernos todavía recuperado de aquellas divisiones, los españoles vamos de nuevo a poner a prueba nuestro vértigo. A ver qué se cuece en el abismo.

 

Algunos creen que el problema ha sido politizar el atentado de Barcelona en lugar de, simplemente, llorar a los muertos. Esto es una verdad parcial. Y, como todas las verdades parciales, una mentira; afirmada sólo a veces con buena intención. Si sólo se tratara de llorar a los muertos estaríamos dando la razón a quienes dicen que más matan el tabaco y los aviones; y no digamos el azúcar. Pero el terrorismo es un delito político por definición: lo que buscan, caóticamente expuesto, es atacar al Estado de derecho, subvertir el orden, crear pánico, forzar el Estado de excepción y que mengüen nuestras garantías, que dudemos de la tolerancia, que sintamos inseguridad, condicionar políticas (exteriores en este caso)… y quizás, incluso, atizar la islamofobia (sin buenismos, nadie dice que el islamismo sea un caramelo; pero esto, otro día) para, aprovechando el resentimiento de esas terceras generaciones que ya no son ni de aquí ni de allí, ganar potenciales adeptos que se vuelvan nihilistamente hacia quienes estarán dispuestos a acogerlos en su macabro seno… a cambio, eso sí, de que se maten matando.

 

A juzgar por cómo se están desgarrando nuestras costuras políticas en las últimas horas, algo han conseguido. Aunque seguramente no se imaginaban lo débil que estaba España y la capacidad que tenían de desangrarnos. No sólo literalmente.

 

Lo cierto es que salir de un campo cantando la marsellesa también es politizar un atentado. Aquí el problema es cómo se lo politiza. Y en las últimas horas muchas categorías chuscas han ido ganando terreno mientras gente de buena fe, algún ingenuo y muchos malintencionados pedían respeto… ¡y silencio! No se puede. O, mejor dicho, si hay quien intenta politizarlo perversamente, nuestro deber ciudadano es no callar. Estamos como estamos y no podemos guardar silencio ni siquiera con los cuerpos calientes. Es nuestro drama. Y obviarlo no nos hace mejores ni más puros; sólo ciegos, cobardes y, en según qué casos, mezquinos. Si la gente se escandaliza por lo que está pasando igual es buen momento para que quienes aún no saben qué es el nacionalismo se vayan cayendo del guindo, que diría el maestro Félix Ovejero. Vamos al pan:

 

La información es preciosa. Es poder, es soberanía. Sobre todo la policial. Los secretos de estado, la evaluación de los riesgos y de las amenazas que nos acechan (y las que no nos acechan, pero a la cuales tememos irracionalmente) son herramientas fundamentales para administrar el miedo, la pasión política por excelencia, como bien sabía Hobbes. Ceder algo de nuestra libertad por seguridad, para sofocar el miedo más primario, no es moco de pavo. Si el Estado vulnera su deber, retribuirnos con la contrapatida de la seguridad, estará jugando con su propia legitimidad… y, por tanto, con su supervivencia. Antes que ceder mi libertad para nada, el caos.

 

Es revelador que uno de los grandes problemas con los que se topa la UE (y en el que más empeño pone la Comisión Europea en superar para seguir avanzando hacia la integración y no hacia la desintegración) es el recelo de muchos Estados en compartir información. Hay incluso Estados, como Bélgica, que fueron la vergüenza de Europa por la descoordinación policial tras los ataques terroristas. ¿Por qué? Entre otras cosas porque el nacionalismo en Bélgica ha dividido el país en dos mitades que no quieren hablarse ni compartir nada más allá de las competencias del Estado mínimo, entre la que destacan Defensa e Interior. El problema es que ni siquiera eso hicieron bien.  Pues bien, lo nuestro es peor.

 

El nacionalismo es esa lacra que genera injusticias con la financiación y con la fiscalidad, creando ciudadanos de primera en las regiones ricas y ciudadanos de segunda en las pobres. También es eso que lleva décadas vulnerando los derechos civiles de la mayoría catalana castellano-hablante. Pero ahora vemos añadidos los problemas que crea cuando, decidido a perseverar en su ser y a dar pasos firmes hacia la independencia, decide arrogarse hasta las competencias básicas de un Estado o Federación mínima: la información policial, la seguridad, la defensa.

 

En fin, la concertación de la acción política se viene abajo por culpa de las fronteras que el nacionalismo quiere levantar. Pero la descoordinación que en materia de seguridad hemos sufridos estos últimos días y que el Gobierno y la mayoría de medios parecen empeñados en tapar pasa de castaño a muy oscuro. De grave, acojona. Y de asco, dan arcadas. Dice la prensa:

 

“Los citados expertos han asegurado que los Mossos d’Esquadra no comunicaron en tiempo real lo que había pasado en Alcanar a la Guardia Civil y al Cuerpo Nacional de Policía, que se enteraron al día siguiente cuando se comunicó de forma oficial y pública lo ocurrido, y se vinculó con el atentado de Barcelona.

Hubo, por lo tanto, un fallo muy importante de coordinación, ya que la explosión podía ser fortuita pero, como se ha demostrado, tenía orígenes terroristas. Tres cuerpos actuando y colaborando a la vez, con sus correspondientes bases de datos y con sus analistas, podían haber dado con la clave de que el citado piso era una base yihadista y no un local de «okupas» como se llegó a decir en los primeros momentos

La explosión en esta localidad se produjo poco después de las 11 de la noche del miércoles, con el balance de un fallecido (el terrorista) y siete heridos. Los Bomberos de la Generalitat achacaron esa explosión a una acumulación de gas. Sin embargo, los Mossos pronto se dieron cuenta que estaban ante un hecho de índole terrorista, pero no lo comunicaron a Policía y Guardia Civil”.

 

Es evidente que la Generalitat ha aprovechado el atentado para hacer campaña para el 1-O, un referéndum con el que están desafiando al Estado, provocándonos a todos, amenazando con un golpe… con su “revolución de las sonrisas”. Ahora vamos a las sonrisas, las que hielan la sangre.

 

Lo primero que sorprende son las muestras de su abyecta voluntad propagandística tras el atentado:

 

1º) Los grandes hombres del nacionalismo han confirmado, con sus reacciones, que el atentado se ha aprovechado como simulacro de la viabilidad del nuevo Estado catalán.

 

Carod Rovira dijo que “En 37 años de existencia de la Generalitat, ayer [por el jueves], el Estado español no ha existido, no ha estado”. «Los que han hecho la conferencia de prensa han sido el presidente de la Generalitat y la Policía de la Generalitat. El jefe de esa policía lo ha hecho en catalán». “Algunas televisiones extranjeras” lograron traducir el mensaje del mayor de los Mossos d’Esquadra, Josep Lluís Trapero, a “mayor velocidad” que la televisión española, poniendo como ejemplo a la Rai italiana. Todo un motivo de orgullo, sí señor.

 

Pero las de Carod no son las únicas declaraciones en ese sentido, indicio claro de que toda la parafernalia (incluido dirigirse por televisión al mundo, a las víctimas y a los familiares –muchos de ellos extranjeros- exclusivamente en el segundo idioma de Cataluña y no en la segunda lengua más potente del mundo –no Puigdemont, pero sí el Consejero de interior o el jefe de los Mossos) fue para ellos la oportunidad de sacar pecho mucho antes que de dar una respuesta coordinada y eficaz, que velara por la seguridad de todos los ciudadanos.

 

 

 

 

  2º) La ANC, asociación hasta hace poco dirigida por la actual Presidenta del Parlament y regada con subvenciones públicas salidas de las arcas de la Generalitat para promover la independencia, ha aprovechado todas las embajadas que el nacionalismo ha ido creando internacionalmente con dinero público para advertir al mundo que las muestras de solidaridad con las víctimas debían hacerse con la bandera catalana o con la estelada, pero no con la bandera española.

 

 

 

3º) El Consejero catalán de interior distinguió impúdicamente entre víctimas catalanas y españolas:

 

“Hay 13 muertos, de los cuales hemos identificado ya a siete personas: una mujer italiana, una mujer portuguesa, una mujer con doble nacionalidad española y argentina, dos personas catalanas y dos personas de nacionalidad española. Estas son las siete personas que han sido identificadas”.

 

Bien, ahora a lo segundo. Si los mossos han ocultado la información de Alcanar a la policía para mostrarse como un Estado propio, y si, derivado de eso, no se hubiera aplicado la alerta 5 que habría desplegado al ejército y coordinado a múltiples cuerpos de seguridad nacionales e internacionales antes del atropello, la cosa es muy gorda; de una mezquindad y una falta de responsabilidad difícil de digerir.

 

Y lo que es más desesperanzador, desconcertante… triste: no se entiende por qué el Gobierno y los medios siguen la corriente al nacionalismo y mantienen la tesis de que ha habido buena coordinación. Y tampoco tranquiliza pensar que el Gobierno supo algo y no intervino para no crispar al nacionalismo.

 

En asuntos realmente importantes como éste, donde juega la soberanía, la jerarquía jurídico-política, la capacidad de dictar el estado de excepción que Francia mantuvo activo meses, es donde se percibe qué es lo que la amenaza nacionalista supone. Aquí se ven de verdad las implicaciones del nacionalismo… de eso va negar una soberanía y tratar de montar otra paralela. La fragmentación, además de insolidaria, nos debilita ante las amenazas: evasión y dumping fiscal, flexibilidad laboral, cambio climático… terrorismo. Aquí parece que la sociedad sigue sin entender que el nacionalismo/secesionismo catalán se quiere ir con lo que es de todos y arrebatarnos nuestros derechos, del mismo modo que les arrebata a los catalanes sus derechos sobre el suelo español. O sobre la información española. Falta mucha gente cayéndose del guindo. Hay que llenar las calles, en Cataluña y las demás ciudades españolas.

 

Por ir acabando: en las últimas horas parece que los capos independentistas han emprendido una campaña de contrainformación, de intoxicación ante la que prevén que se les va a venir encima por haber jugado con la seguridad de todos. Están diciendo que no han sido los Mossos quienes han dejado de informar a la policía (como la propia policía española afirma) sino que ha sido el Gobierno nacional el que ha cortado el acceso de los Mossos a la información. El cinismo no tiene límites.

 

Bien, esta noticia es de mayo: “Madrid, 24 mayo (EFE).- Los máximos responsables de la lucha antiterrorista del CNI, Policía Nacional, Guardia Civil, así como altos mandos de los Mossos d’Esquadra y la Ertzaintza analizarán mañana la situación de la amenaza yihadista en España tras el atentado suicida del lunes en Manchester (Reino Unido).”

 

Y aquí una entrevista de La Vanguardia en junio de 2015 al coorganizador de la Unidad de Contraterrorismo de Interpol donde explica con buenas razones por qué la información debe estar jerarquizada y unificada siguiendo una cadena de mando:

 

La Vanguardia: La Generalitat hace años que reclama que los Mossos accedan a datos de Interpol sin intermediación y las últimas operaciones antiterroristas en Cataluña han reavivado la reivindicación.

Respuesta: El único canal de comunicación que tiene la Secretaría General de Interpol con los 190 países del organismo es la Oficina Central Nacional (OCN) de cada uno de dichos países. Y en el caso de España esa oficina depende de la División de Cooperación Policial que gestiona la Policía Nacional. Es el único conducto válido.

LV: En Cataluña está la mitad de las mezquitas salafistas de toda España. ¿No sería más útil para la prevención que los Mossos accedieran a esos datos?

Respuesta: Nuestro objetivo es coordinar la acción policial y para eso tiene que existir un único canal aceptable, viable y seguro. Celebramos innumerables reuniones sobre todas las áreas de la criminalidad global en todos los países miembros e Interpol sólo habla directamente con cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. No hablamos con otras policías. Es nuestro reglamento.

LV: ¿No fluiría mejor la información con vínculos con más cuerpos policiales?

Respuesta: Al revés. Cuantos más cuerpos policiales, más desorganización. Interpol no trabaja directamente con unidades antiterroristas sin que lo sepan y den permiso las OCN. Los Mossos d’Esquadra tienen un oficial de enlace en la oficina central en Madrid»

 

Falta mucho por saber. Pero los datos podrían indicar que, más que descoordinación, ha habido una negligencia dolosa, un grave e irresponsable ataque a la soberanía española que nos ha puesto a todos en riesgo. Y si es verdad lo que va trascendiendo, las responsabilidades a dirimir no serían sólo políticas. Las razones para el escándalo son muchas: morales, policiales, políticas, jurídicas. Esto es un punto de inflexión. De aquí no puede pasar.

 

PS: en esta noticia de La Información se recogen varios «errores» de coordinación policial que no deberíamos dejar pasar:

 

1º) «En primer lugar hay que remitirse a la circular que difundió la Comisaría General de Seguridad Ciudadana de la Policía Nacional en diciembre del año pasado y en la que recomendaba a los ayuntamientos instalar bolardos o sistemas contundentes para detener atropellos masivos. Madrid sí los colocó en sus calles, pero Barcelona hizo caso omiso a esta recomendación».

 

2º) «En segundo lugar hay que recordar un aviso concreto de la CIA sobre un posible atentado en España. La agencia estadounidense, la que mejor información maneja en el mundo, informó que los yihadistas podían actuar en Barcelona, ciudad que tenían en su punto de mira. Incluso desde Washington citaban Las Ramblas como el escenario de un posible ataque indiscriminado. Nadie hizo caso a esta advertencia».  (Esto agrava la inexistencia de Bolardos en las Ramblas, claro)

 

3º) En tercer lugar, el punto que parece más grave: «En un primer momento, el propio alcalde de la localidad habló de un incidente doméstico y se refirió a una posible explosión provocada por gas. Nada más lejos de la realidad: los terroristas estaban manipulando un potente explosivo que les estalló. Ese mismo día (el día anterior al atentado) y tras la explosión del día siguiente al retirar los escombros, los Tedax de la Guardia Civil solicitaron en dos ocasiones a los Mossos d’Esquadra poder acceder al operativo, pero la policía autonómica lo desestimó».

 

4º) Por último (aunque en la noticia se recoge antes), se recuerda el enfrentamiento entre Ministerio del Interior y Conselleria/Mossos: «Apenas media hora después de que el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, diera por desarticulada la célula de terroristas que atentó en Cataluña durante una rueda de prensa desde Moncloa (al mismo tiempo que mantenía el nivel 4 de alerta antiterrorista porque no existe riesgo de atentado inminente en España), los Mossos d’Esquadra le desmentían y advertían de que el riesgo de una acción terrorista seguía latente y la investigación muy abierta porque no se había acabado con la célula de yihadistas de Cataluña ya que uno de sus integrantes aún continúa en busca y captura. ‘Nosotros somos los que damos los datos’, dejaba claro el responsable de la Policía autonómica catalana para asombro de sus colegas de otros cuerpos».

 

Bien, que no hubiera riesgo inminente el viernes con la célula prácticamente desactivada (sólo uno libre) no significa que no lo hubiera el míercoles por la noche, antes del atentado del jueves, tras la explosión de Alcanar, cuando se prohibió la entrada a los Tedax. La conducta de los Mossos pudo arrebatar al Gobierno una decisión soberana en el momento en que debía ser tomada. Por último, que los Mossos contradigan al Ministro es la viva muestra de que algo va mal. Muy mal.

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