Agua en la sed del agua
Hugo Mújica
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“Tenía un poder, un poder absurdo y maravilloso” escribe Iosi Havilio en Pequeña flor (Random House, 2017), una breve narración órfica con la crisis de la masculinidad y el amor romántico como telón de fondo.
Se trata de, como bien dicen sus editores, un largo párrafo único hipnótico, nocturno y ebrio.
El texto, que posee una gran fuerza neoexistencialista, comienza cuando el protagonista pierde su trabajo en una fábrica (de fuegos artificiales; atención al dato [irónico]) a causa de un incendio fortuito y se ve obligado a dedicarse al gobierno del hogar familiar, en tanto que su mujer retorna al mundo laboral (al mundo de la edición, ni más ni menos). Este cuidado implica el quedarse a cargo de una niña pequeña: Antonia.
Y es ella la que, de algún modo, le sirve al protagonista de talismán para abrirse a un mundo mágico, inconsecuente, una suerte de visión paralela, en la que los tradicionales valores masculinos son incapaces de incidir en la realidad y se trastocan en rasgos asociados tradicionalmente a la feminidad. Como si ese yo femenino (el de la hija) le abriese las puertas de su otro yo (el femenino que anida en sí mismo).
No en vano, así se nos advierte ya en el primer párrafo de Pequeña flor: “Esta historia comienza cuando yo era otro”. Hace referencia esta mención a la inversión de roles que se produce a partir de ese momento: el padre deja de ser quien provee y se convierte en el cuidador y la madre realiza el camino inverso.
El matrimonio protagonista de esta historia está en un momento de tensión, de crisis. El marido se refugia en la intimidad del hogar y se regocija en un cierto aislamiento (toma conciencia, diríase, de la importancia crucial del hogar), mientras que la mujer necesita de la colectividad; a través de un complejo (y algo sardónico) proceso de autoconocimiento con una suerte de gurú à-la-Jodorowsky, batalla con su ego, se deja seducir por hombres extraños… en definitiva, que pasa mucho tiempo fuera del hogar buscando un algo que en casa no encuentra.
No querría hacer spoilers, así que no desvelaré en qué consiste el don.
Esta es una de esas nouvelles que le gustaban a Poe –y a mí-; de esas que se han de leer completas de una sola vez.
Diré nada más que, al final, se produce un momento catártico. Y ahí aparece el enigma, porque no se resuelve la trama, parece como si se resolviera la trama. Pero no, pues, como ha de ser, queda una gran pregunta postrera: ¿habrá sido al fin desactivado el conjuro?
El sortilegio, no obstante, queda en suspenso. Por lo que es el lector quien debe formular una respuesta satisfactoria a la alegoría que propone la novela.
Mi respuesta es sí.
Lean vds. esta formidable novela y respondan según su entendimiento y parecer.
Es un consejo.
De nada.