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Mientras tantoIntersticios blancos

Intersticios blancos

Sestear absorto y pálido   el blog de Jose de Montfort

 

Es difícil dejar de soñar.

Remedios Zafra

 

1.

 

Me sucede los miércoles, siempre. Mi hija se va a casa de su madre después de tres o cinco días de estar conmigo (depende de la semana; y aun tardará tres o cinco más en volver de nuevo a mi casa -depende de la semana) y la rutina, el ritmo, la velocidad con la que comenzó la semana se viene abajo.

Sucede siempre a las nueve. Tras dejarla en el colegio y lanzarle una ristra de besos por la ventana, mientras la veo subir las escaleras hacia su clase.

Me siento en la terraza de algún bar y me tomo varios cafés.

El mundo se me viene abajo.

De repente, nada tiene ningún sentido.

Llevar solo una casa, atender los cuidados de la pequeña y cumplir sobradamente en un trabajo que exige mucha dedicación y responsabilidad no es fácil.

No, es agotador.

Duermo poco cuando tengo a la niña conmigo. Pero duermo feliz.

No tengo servicio doméstico. Y solamente he contratado una vez en mi vida a una canguro.

Me confío emocionalmente a un algo que, visto desde fuera, podría parecerse bastante a la consecución de un milagro: el lidiar adecuadamente con todas las demandas de mi vida.

 

 

2.

 

Me giro, desperezándome, y está tu espalda; veo el tatuaje.

Al rato me vuelvo a girar y está mi hija. Que duerme.

Son secuencias que se siguen la una de la otra, pero no son secuencias consecutivas.

(su simultaneidad, de hecho, me asusta)

 

Sucede en los días laborables; y laboriosos.

Entre ambas secuencias, sin embargo: un vacío.

El mismo de muchas otras noches en las que me voy a dormir, y veo la habitación de la niña, en la que solo hay ausencias. Un montón de peluches mudos, sobre la colcha.

Y ningún cuerpo en la cama, cuando me giro.

 

El silencio de las mil madrugadas.

Esto sería imposible de sobrellevar sin entusiasmo; y no uno fingido (aunque, en ocasiones, así lo parezca), sino un íntimo entusiasmo verdadero.

 

3.

 

Me gusta la idea de Remedios Zafra, que cuenta en El entusiasmo: Precariedad y trabajo en la era digital (Anagrama, 2017), del intersticio blanco, de la cesura que hemos de imponer(nos) ante la demanda tiránica de la sobreexplotación de nosotros mismos.

Para mí sería imposible no hacerlo.

Para Zafra se trata de una revolucionaria suerte de “tiempos de pensamiento que nos permitirían un ejercicio de agencia en el mundo online”. Y sigue: “Justamente lo que hoy cabe esperar de una trabajo intelectual y artístico que haga reflexivo el mundo al que mira”.

Más: “tiempos propios o espacios vacíos que nos faciliten cambiar de unas ideas a otras, cortocircuitar verdades creadas, ser palancas subversivas. Un movimiento que debiera acompañarse de la solidaridad de unos con otros frente a la tentación de huir hacia delante rechazando la doliente y liberadora conciencia”.

Para mí, este blog, es también uno de esos necesarios intersticios blancos, espacios en los que nos alejamos de la inmediatez de las redes sociales y nos permitimos pensar, cuestionarnos, ser nosotros mismos.

 

6.

 

Me gusta la idea de Zafra, que ya ha explorado en muchos otros sitios (aquí, por ejemplo), de que una cierta idea de fantasía o imaginación preñe la escritura de no ficción. Porque sirve para transformar políticamente la opresión simbólica del mundo.

La creación, y me parece que aquí sería espurio distinguir entre ficción y no ficción, sirve para romper la tendencia de una vida domesticada, nos dice Zafra. Porque crea tiempos de conciencia, cruciales.

Me gusta la idea de Zafra de la escritura afectiva y sexual, la que sucede en el espacio de la intimidad. La reivindicación del calor del cuerpo a través del texto libre, indomesticado. Un escribir que teje alianzas con las ausencias, vínculos con el vacío. Una subjetividad que se va haciendo por el camino.

Porque como bien dice en uno de los apartados de su libro, uno de los más bellos: “Si no se escribe, nada ha existido”.

Por eso estoy escribiendo ahora mismo esto, mientras la niña duerme, porque no quiero que -nada- se me olvide.

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