¿Acaso hablo del caso Cifuentes, ahora que está todo tan caliente? Reconozco que sí, y sería la tercera vez que, en primera persona de singular, escribo sobre asuntos estrictamente ibéricos, dejando al lado al general de los tres ejércitos guineanos Obiang Nguema Mbasogo. (Puede, incluso, que haya más) ¿Alguien cree que lo que está pasando en algunas televisiones de Spain, el caso Cifuentes, tiene que ver con los chinos? Sí, hablo de ciudadanos de la escasamente comunista república de China. Pues no parece que sí. De los chinos se dice que la tienen pequeña, pero no me refiero precisamente a lo que cualquiera diría, sino a la pequeña paciencia que suelen tener para mantenerse parados, al menos cuando están en el extranjero, de modo que el resultado de aquella escasez de paciencia suele ser lo que pasó con Gao Ping, el de la mirada broncínea.
Tengo que reconocer que cuando mostraron la cantidad de dinero que tenía aquel mozo, el vuelco que tuve en el corazón me convenció de que ante la misma eran pocos los hombres, y mujeres, que podían creer que no robar era una virtud. Madre de Dios amantísima, Gao Ping, nos pusiste en evidencia. A propósito, los intonsos que van por ahí repitiendo que los chinos la tienen pequeña, refiriéndose a lo que se refieren, deben un día explicarnos a qué se refieren con sus pesadas reiteraciones teniendo en cuenta que los chinos no tienen grande ninguna parte del cuerpo, siendo precisamente tan chicos como los vemos, así que no tendría sentido que la natura fuera con ellos generosa en lo otro, y oído fino.
¿Alguien se extrañaría que se oyera que un comandante, de los muchos que hay en Spain, alargó la mano y sisó una parte del caudal incautado al empresario asiático? Incluso debe de haber miles de ciudadanos que se enrojecerían si se les dijera que un solo general ingreso todo aquellos millones en la cuenta de… ¡quién sabe! ¿Y se extrañaría alguien si se le dijera que esto que está pasando en la vida de Cifuentes tiene una relación con los chinos? Aunque no parecería, relacionar cualquier caso español, o francés, o ruso, con los chinos es una medida de sensata precaución, porque cualquiera debe saber que en Madrid debe haber muchos chinos esperando invertir sus dineros comunistas en todo. Si no, que se lo digan precisamente al general Obiang, cuyos súbditos, tan finos, elegantes y perezosos, suelen decir que los chinos sólo saben construir edificios de usar y tirar, y luego cierran los oídos para no oír la réplica de por qué no toman el asunto de la arquitectura patria por los cuernos y dejan de echar la culpa a personas de ojos tan llamativamente oblicuos.
Españoles, yo no era adulto cuando os comunicaron que Franco se había muerto, pero hace poco la divina providencia os puso en la grandísima oportunidad de ajustar las cuentas de vuestra historia y la mandasteis al carajo, ordenando comprar exactamente 759 mil banderas rojigualdas fabricadas en China para demostrar vuestra patriotería, pues dolorosamente intuisteis que la quita de 98 no se volvería a repetir en forma de la enajenación de la Hispania Citerior. Sepan, en cualquier caso, que las dos acepciones de la palabra enajenación son validas en este caso vuestro. Lo habéis hecho bien, tan bien que no os quedaron fuerzas para hablar de la idoneidad de alfabetizar a personas adultas de esta vuestra España asida por los atributos toriles. Ya está, causa sonrojo reconocer que muchas veces los censores, que aquí proliferaron, suelen emitir su dictamen sobre obras totalmente carentes de sentido.
Barcelona, 9 de abril de 2018