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Los sabios formulan en mil palabras la sentencia del dilema,
regocijados en el desván mental de su indolencia:
cuando la solución está en cuatro letras: AMOR.
En tiempos tan canallas como éstos, no hay nada más revolucionario que seguir siendo bueno.
El amor y la bondad se conjugan en muchos tiempos.
En nuestros múltiples oficios nos relacionamos con los otros,
ese es nuestro campo de batalla, sin desgastarnos en falacias.
Los budistas tienen casi tantas sectas como oficios: con Dios se dialoga trabajando, intentando imitar en sus respectivas actividades, la perfección que a la suya le otorgan.
No leamos tantos tratados de economía, ni escuchemos tantos telediarios para entender lo que está pasando. Tampoco debe estar resuelto en la filosofía cuántica de las cábalas. Es mucho más sencillo que todo eso. Mirémonos al espejo. Seamos mejores jefes, mejores empleados, mejores profesores, mejores periodistas, mejores blogueros… Tratando mejor al otro, con y para el que trabajamos, estaremos siendo lo más revolucionarios posible, que se puede ser en estos tiempos.
Realicemos nuestro trabajo con una entrega y un amor, como si fuéramos los mejores pagados del mundo, y los que más confianza tienen en el futuro, aunque eso aquí y ahora suene a camelo; y por supuesto sin perder el ánimo, ni dejarse llevar por melopeas apocalípticas ni derrotismos inoperantes. Frente a la decepción: huelga a la japonesa de entusiasmo. Que nadie nos robe la sonrisa. Hay que estar siempre alegres, y lo dice uno que siempre se está quejando.
Afrontemos nuestro trabajo y nuestras relaciones con los otros, como un camino de perfección en colectividad, o en pareja, donde todo lo aprendido de las bofetadas y zancadillas de la vida, sirva para ser reciclado en fértil estiércol, que genere nueva vida, nuevos defensores de la buena causa, para que no se interrumpa esa delicada cadena de hielo que es la confianza; en el presente y en el futuro, por muchos chuzos de punta que caigan.
¿Qué hacer?
Darse.
Juan Antonio Vizcaíno es profesor titular de Dramaturgia de la RESAD de Madrid. Entre 1983-2002 dirige y diseña la revista Teatra, de la que aparecieron 15 números. Ha sido crítico teatral de La Razón y de El Cultural. Sus críticas están reunidas en el blog El meteorito del Teatro. Desde 2009 escribe el blog Huerta del Retiro en FronteraD
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