Texto basado en los hechos reales que sucedieron en la ciudad de Valencia el 11 de julio de 1936.
Personajes por orden de aparición.
Speaker de la radio
Laborda
Juanín
Eusebio
Mujer
1º ACTO
11 de julio de 1936, alrededor de las nueve de la noche.
En un pequeño estudio de radio de la ciudad de Valencia, sito en la calle don Juan de Austria, realizaban el programa de radio, el speaker y el mecánico técnico de la cadena. Junto al speaker hay también una mujer joven.
Speaker (Con tono elocuente)
…. Sí, señoras y señores, estamos a 11 de julio de 1936, el calor nos obliga, a todos, a tener las ventanas abiertas, incluso ahora, a las nueve de la noche.
(Se oyen unos compases de la obertura de la zarzuela Bohemios) Queremos que nuestra compañía les haga un poco más agradable el bochorno de este verano. Y antes de entrar de lleno a nuestro programa de hoy, vamos a ofrecerles un breve repaso de la actualidad que se vive en la ciudad de Valencia. A pesar de los disturbios de estos últimos días, ahora reina la tranquilidad.
(Sigue la música de fondo de la obertura de Bohemios)
Ya saben que nuestro gobernador civil, el Sr. Braulio Solsona, acompañado por el subsecretario de Gobernación: el señor Osorio Tafall y otras autoridades, se encuentran en Argel en una misión comercial. Esta delegación, civil y militar, se ha embarcado en el vapor «Durango» recién botado en nuestro puerto. (Se escuchan los compases de la zarzuela)
Sí, señoras y señores oyentes, se buscan los mercados al alza y éstos se encuentran en las costas africanas. (De fondo se escucha el pizzicato de la obertura de Bohemios) Pero no, no crean ustedes que ahora les vamos a hablar de problemas y de la crisis económica de nuestro país. Estamos en julio y la ciudad de Valencia se encuentra en su gran feria… (Final de la obertura de Bohemios)
Sí, sí, me refiero a la Feria de Julio que hace pocos días que comenzó. Está llena de espectáculos y la música es uno de sus principales ingredientes.
(Se inician los primeros compases de «La canción de la libertad» de Bohemios) Como habrán podido adivinar esta noche nos acompaña la música del maestro Amadeo Vives con su zarzuela Bohemios.
(Se escucha el estribillo de «La canción de la libertad» de Bohemios) Esta noche, señoras y señores, les advierto que ésta no va a ser la única sorpresa que les he preparado. En nuestro estudio se encuentra una de las jóvenes promesas de la escena valenciana que actuará en la feria. Esta noche nos acompaña una de las grandes cantantes y actrices de nuestra tierra, la encantadora y adorable señorita… (Se oyen unos portazos y gritos)
Speaker
(Dirigiéndose al mecánico) Crescencio ¿Qué ocurre? (Se oye un murmullo y unos gritos ahogados) (Con tono angustiado) ¿Quién es? ¿Qué pasa? … No, no dejes pasar a nadie. (Muy nervioso) ¡Sube la música, rápido!…
Han entrado tres hombres vestidos con uniforme falangista. El que parece ser el jefe ronda la treintena, los otros dos que le acompañan, son unos muchachos. El cabecilla lleva en la mano una pistola Mauser que, mientras habla, la cambia constantemente de una mano a otra. (Con un hilo de voz)
Señores ¿Qué es esto? pero ¿qué quieren?
Laborda (Habla con un tono muy alto para intimidar a sus interlocutores)
Todo el mundo quieto. Tú (dirigiéndose al mecánico, Crescencio) no te muevas. Deja ese teléfono. Ya no sirve para nada. Terminamos de cortar la línea. (Avanza unos pasos hacia el speaker y la chica) Vamos a ver que tenemos aquí. (Con voz potente y de mando se dirige a uno de los muchachos que ha entrado con él, es el más joven.)
Laborda
Juanín.
Juanín
Sí, Laborda.
Laborda
¡Imbécil! ¿Por qué me llamas por mi nombre?
Juanín
… Yo… Pues no sé… Como tú me has llamado por el mío… Pues…
Laborda
Eres un inútil. No sé si podré hacer un hombre de ti.
(Se vuelve hacia el otro muchacho y lo increpa) Eusebio ¡idiota! átales las manos y después los metes en ese cuarto.
Eusebio
Sí, Laborda. Quiero decir. Sí, mi alférez.
Laborda (Le da una sonora colleja a Eusebio.)
¡Atajo de inútiles!
Eusebio
¡Uy! (Da un respingo doliéndose del golpe recibido.)
Laborda
No hay nada que hacer con vosotros. (Mientras estaban discutiendo, el mecánico, Crescencio, se escabulle del estudio. Laborda lo ve.)
Laborda
¡Eusebio, atontao! ¿Pero no te das cuenta de que se termina de escapar el mecánico? Sois una pandilla de… (Laborda apunta con la pistola máuser al techo y dispara para intimidarles.) Anda, Juanín ayúdale que éste tarda demasiado con la cuerda.
(La chica que estaba sentada junto al speaker también intenta huir de la habitación pero Eusebio la retiene por los brazos.)
Eusebio
Perdona Laborda pero cuando he querido darme cuenta salía por la puerta. ¿Y qué hacemos con la chica?
Laborda
¿Qué chica? (Tono de sorna) ¡Ah! ¡Una sorpresa que no esperábamos! ¿Quién es?
Mujer
¿Y a ti qué te importa? Mamarracho.
Laborda (Suelta una risa sonora.)
Pero si nos ha salido contestona.
(Le acaricia la mejilla. La mujer le escupe en la cara.)
Laborda (Enfadado)
¡Hija de la gran…! ¿Pero con quién te crees que estás tratando?
Mujer
No hace falta saber mucho para darse cuenta de que con un par de torpes dirigidos por un fanfarrón.
(Laborda levanta la mano para abofetearla pero se detiene al darse cuenta de que ella le sostiene la mirada.)
Laborda
Eres valiente, rapaza. Ya veremos cuánto te dura ese coraje. Ya verás, no tardaremos mucho en dominar el país y a gente como tú también.
Mujer
¡Ni lo sueñes!
Laborda (Ríe a carcajadas.)
«A rapaza é valente, pero un pouco inocente. » (Ríe otra vez.) ¿Pero de dónde sales tú? ¿Es que no sabes que nosotros tenemos el poder? (Endurece el tono.) Te estás equivocando de bando, pequeña. (Habla a sus acompañantes.) ¡Eusebio!, átala y tú, Juanín la amordazas.
(Cuando Eusebio intenta cumplir la orden ella se defiende.)
Eusebio
¡Ay! ¡Me ha mordido la oreja!
Laborda (Ríe a carcajadas.)
Es valiente, la rapaza.
Mujer
Nunca nos podréis vencer, tendréis que usar la fuerza para doblegarnos.
Laborda (Con tono seco.)
Venga ¡amordázala! y ahora, rapaza ¡cállate y escucha!
(Saca un papel del bolsillo del pantalón y se dirige al micrófono.)
Juanín (Se abalanza hacia Laborda. Con tono suplicante.)
Eh, Laborda, me prometiste que sería yo quien leyese el bando.
Laborda
¡Déjame en paz, atontao! Aquí quien da las órdenes soy yo. Aparta y escucha, zangolotino.
Juanín (Gimoteando)
…Pero si me lo prometiste…
Laborda (Carraspea y se acerca al micrófono. Con voz impostada lee.)
«Falange Española, militarmente ocupa, en estos momentos, el estudio de Valencia de Unión Radio. ¡Arriba el corazón! ¡Viva España! Dentro de unos días saldrá la revolución sindicalista a la calle. Aprovechamos la ocasión para saludar a todos los españoles y particularmente a los correligionarios»
Juanín (Por detrás de él y gritando a todo pulmón.)
Y saludos a mi señora madre. (Con voz desesperada) Mamá soy tu Juanín.
Laborda (Se vuelve y le da una sonora bofetada.)
¡Idiota! Has roto la categoría del discurso.
Juanín (Doliéndose de la bofetada)
Es que… Laborda, no sabes cómo es mi madre. Si se entera de que he estado en la radio y que no le he enviado un saludo… Me mata de una paliza.
Laborda (Con un tono muy enfadado.)
No hay remedio con vosotros. ¡Vamos! los camaradas nos están esperando en la Gran Vía. (Se vuelve y mira a la chica.)
Guapa, me hubiese gustado conocerte mejor pero, no importa, en otro momento. Me gustan las rapazas bravas como tú. (Se acerca a ella y antes de que ella pueda rechazarlo le quita la mordaza y le besa en la boca.) Domarte será un placer. Ya nos volveremos a ver. (Dirigiéndose a sus acompañantes.)
¡Vamos inútiles! ¿A qué estáis esperando? Eusebio ¡Pon la música!
Suena el Himno de Riego muy alto. Salen del estudio a toda velocidad.
2º ACTO
20 de noviembre de 1940, en una calle cualquiera de la ciudad de Valencia.
En una calle céntrica de la ciudad de Valencia. Una mujer con aspecto de mendiga, con la cara quemada por el sol, se encuentra sentada sobre un pequeño taburete. Tiene la mirada perdida como si esperase ver a alguien. Le falta una pierna. Hay una pierna ortopédica junto a ella. Lo que más destaca de la prótesis es que termina con un zapato que lleva el símbolo anarquista de la A dentro de un círculo. Junto a ella pasa un hombre vestido de militar, luce varias condecoraciones en el pecho. Es Laborda. Se detiene ante ella. La mira con detenimiento. Contempla el zapato de la prótesis.
Laborda (Con desprecio)
Mujer, ese zapato lleva un símbolo que me insulta.
Mujer (Sin mirarle a la cara y sin escuchar lo que le ha dicho.)
Una caridad caballero.
Laborda
Búscate la vida de una manera más decente y quita esa A del falso pie.
Mujer (Ríe y habla como si fuese para ella misma.)
«A rapaza é valente, pero un pouco inocente. »
Laborda (Sorprendido)
¿Qué has dicho?
Mujer (Como si volviese a la realidad.)
Nada señor, cosas del pasado que, de vez en cuando, me vienen a la memoria. Tenga una caridad conmigo, señor, que hoy no he comido.
Laborda (Laborda le mira el rostro con detenimiento.)
Juraría que te conozco. ¿No nos hemos visto hace unos años, en otra parte?
Mujer (Pensativa)
Hace unos años… Hubo una ilusión. Yo tuve una ilusión…
Laborda
¿Ilusión? ¿De qué ilusión hablas? ¿Por qué lo dices? ¿Acaso tú luchaste? ¿Fuiste combatiente?
Mujer
No, mutilada. (Se levanta la falda y le enseña el muñón de su pierna a la que le falta el pie.)
Laborda
Todos tenemos heridas de guerra, a algunos se nos ven y a otros se nos quedan dentro, rapaza.
Mujer (Se asusta al oír la palabra ‘rapaza’. Le mira a la cara y luego aparta la mirada rápidamente. Balbucea un poco antes de hablar.)
Perdone señor por haberle molestado. (Recoge la pierna ortopédica e intenta colocársela rápidamente pero sin éxito.)
Laborda
¡Espera! No tengas tanta prisa. (Le pone una mano sobre el hombro. Ella le rehúye.) No corras tanto.
Mujer (Con amargura. Sigue poniéndose la prótesis.)
Por mucho que quiera correr no puedo hacerlo, señor.
Laborda
¡Ya sé quién eres! Eres la rapaza de la radio, en Valencia en julio del 36 ¡Eres tú!
Mujer (Incorporándose del taburete y recogiendo sus pertenencias.)
Se equivoca, señor. Me debe de confundir con otra persona. Usted y yo no nos hemos visto nunca.
Laborda
(Con tono autoritario)
¡No me mientas! Eres tú. Nunca podré olvidar tu cara. A pesar del tiempo transcurrido, a pesar de…
Mujer (Le interrumpe.)
A pesar de una guerra.
Laborda
¡Cuántas veces he pensado en ti, rapaza! Creía que te habías muerto. Te he buscado por todas partes, en los hospitales, en varias de las cárceles… pero era difícil encontrarte sin saber tu nombre…
Mujer
Mi nombre (Ríe) ¡Qué importa un nombre u otro!
Laborda
¡Ah!, sigues empecinada en mantener el secreto de tu nombre.
Mujer
Ya todo da igual. Ya no hay nada por lo que luchar.
Laborda (Con tono de orgullo)
Nada de eso. Es el momento perfecto para seguir la contienda.
Mujer (Ríe amargamente)
Nada ha cambiado.
Laborda
Al contrario. Todo comienza. Ahora tenemos que levantar nuestra patria.
(La mujer ha recogido sus cosas. Intenta irse. Laborda le retiene por un brazo.)
Espera. ¡No te vayas!
Mujer
Debo irme.
Laborda
Un momento. Todavía no me has dicho porque guardas el secreto de tu nombre.
Mujer (Con tono de desánimo)
Mi nombre…una mujer del pueblo.
(Se marcha.)
Oscuro.