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BrújulaNómadas orientalistas

Nómadas orientalistas

 

Afirma Flaubert en su Dictionnaire des idées reçues que un orientalista es un “homme qui a beaucoup voyagé”. Pero viajar no basta, como nos enseñó Edward Said: el orientalista busca ávidamente al otro y en consecuencia aplica indiscriminadamente la mirada occidental a las culturas que no lo son.


El debut literario en prosa narrativa de Enrique Juncosa es un libro, ciertamente, orientalista, pero uno que va más allá de los lugares comunes. El volumen reúne diez sugerentes relatos, la mayoría situados en tierras exóticas, o al menos remotas.  Sus protagonistas son seres de sensibilidad especial, casi todos trabajadores de la cultura (escritores, traductores, profesores de universidad) y artistas reales muy conocidos (Miró, Jean Seberg, Somerset Maugham, James Baldwin).

 

Leyendo estos relatos –como muy bien apunta el prologuista– el lector viajará mucho, y los desplazamientos, sin duda, estimularán su imaginación: Mandalay, Kuala Lumpur, Filipinas, Turquía, Tailandia, Argentina… incluso Mallorca y Madrid. ‘Maugham y Haxton en Mandalay’, el primer relato, revindica entre otras cosas al secretario y amante del famoso novelista británico, quien curiosamente por discreción post-victoriana nunca apareció en sus libros. ‘Los nihilistas’ nos sitúa en Filipinas al borde de la liberación colonial, la cual coincide con la emancipación sexual de un personaje. ‘La noche de Europa’ teje un relato sobre una anécdota que el autor oyó contar en familia: cómo, durante la Francia ocupada, los Braque abandonaron a los Miró en la costa francesa hasta que dos mujeres desconocidas les ayudaron a regresar a París. ‘Los ojos de los hombres’ nos trasporta al exótico Estambul de los años 60, mezcla de oriente deliciosamente rezagado y, al mismo tiempo, meca del ultimísimo y delirante mod. Poblado por expats, bohemios, gais y travestis, James Baldwin sirve de eje narrativo por ese mundo literario y displicente.

 

Viajar sea quizás una de las pasiones más importantes del autor, y este libro, ciertamente, lo refleja. Pero otra de sus pasiones, sin duda, es la cultura. Abundan, pues, en estos relatos alusiones a exquisitas rarezas culturales. En todos –o casi todos– los cuentos se menciona tal o cual película, un libro olvidado, un autor que habría que recuperar. Noli me tangere de José Rizal es la mejor novela en español del siglo XIX, dice uno de sus narradores. Un personaje ha grabado la integral (¡ni más ni menos!) de la obra para piano de Debussy; otro ha trabajado para Frank Gehry. El río, Los pájaros del Perú y París nos pertenece son algunas de las películas que apasionan a los protagonistas de estos cuentos (y probablemente a su autor) y vienen a funcionar, en su explícito entusiasmo, como recomendaciones que el lector avispado anota y corre adonde sea a buscarlas en DVD, a bajarlas de la web, a encargarlas a Amazon.

 

El amor es otro importante eje de estos cuentos. Hay amor homosexual y heterosexual; hay eros y hay agape; por internet y en discoteca; dulce y masoca. ‘El tatuaje del diablo’ disecciona con fina empatía el cansancio al que se puede llegar en toda relación, pero también la imposibilidad de la ruptura. La contraportada del libro promete relatos de “sexualidad heterodoxa”, pero yo no he encontrado herejía alguna: aquí todos los amantes respetan escrupulosamente el antiguo precepto de que los polos se atraen y es en consecuencia la différence lo que los une carnalmente. Así, se juntan occidentales con orientales, y blancos con negros (‘Los ojos de los hombres’); cultos y toscos (‘Kuala Lumpur’) y pijos y plebeyos (‘Lady d’Arbley’), sólo por poner algunos ejemplos.

 

Sin duda, Juncosa ha realizado un esfuerzo enorme de estilo. Su prosa es elegante y de tono menor, lo que quiere decir que desea pasar desapercibida por su naturalidad, precisión y agilidad narrativa. En la forma, el autor se sitúa en un punto medio muy bien logrado entre el realismo –tan denostado últimamente– y la prosa postmoderna, entre un Muñoz Molina y un Vila-Matas, para entendernos, o un Franzen y un Foster Wallace por generalizar un poco. El modo de expresión directo apunta hacia el realismo, pero los ambientes sofisticados, el cosmopolitismo y los esthètes que pueblan su narrativa, así como la hábil mezcla de realidad, autobiografía y ficción que reventa los géneros establecidos, en conjunto alude al juego formal de los narradores postmodernos.

 

Quizás en el año 2014 ya sea intrascendente una pequeña proliferación de faux amis del inglés. Así, Juncosa usa “discutir” (por hablar), “excitar” (por ilusionar), “historia” (por relato), fantasear (por imaginar), “preservar” (por conservar). No parece acertado, por otra parte, otro comentario de la contraportada que atribuye al prologuista que el “libro contiene al menos ‘dos obras maestras’ del relato breve”. Puede que así sea, pero el prologuista dice, creo yo, otra cosa.

 

Los relatos de esta colección son en el fondo puro goce. Las interferencias y estática que causan estos pequeños deslices son excusables. Este lector, por cierto, sólo hubiera querido, quizás, que dada la experiencia profesional del autor en el mundo del arte, algunas narraciones –tan siquiera una– hubieran reflejado los laberintos oscurantistas de ese intrigante y misterioso mundo. Pero esto hubiera resultado sin duda en un relato demasiado realista para el autor, un viaje literario demasiado cercano y ciertamente nada exótico para él.  Juncosa hubiera dejado de ser ese nómada orientalista que es.

 

 

 

Los hedonistas

Enrique Juncosa

Prólogo de Vicente Molina Foix

Libros del lince, 2014

202 páginas

19€


 

Antoni Pizà, musicólogo y articulista, dirige la Foundation for Iberian Music en NY y es profesor de Historia de la música en el Centro de Posgrado de la Universidad de la Ciudad de NY (The Graduate Center, The City University of NY). En FronteraD ha publicado Ver, oír… tal vez escuchar. La imagen determina lo que oímos, Los errores de Glenn GouldArqueología de una voz: Montserrat Figueras “Etc. Etc.”

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