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Mientras tantoDe mi diario : Semana 38 / 2018

De mi diario : Semana 38 / 2018


 

Weiß/Colonia, 16.9.

Me llama Ralf desde su retiro de Baviera, para perfilar las exequias de Dieter en Berlín, la semana próxima. Me pide que reconsidere mi decision de no ser uno de los oradores fúnebres, golpeando en el mismo yunque que Diny desde hace días. Al final le digo que sí, pero que mi aporte va a ser muy breve, casi reducido a la pasión común que Dieter y yo sentíamos por Bertolt Brecht, y a cómo le revelé un poema de BB que o no conocía o bien le había pasado desapercibido, pero a mí no; no en vano es el poema que Brecht mandó como muestra de solidaridad al congreso de escritores antifascistas, Valencia 1937. Es un hermoso y sobre todo emocionante poema, que alguna vez quise aproximar a nuestro idioma: «Mi hermano era piloto, / llegó un día una postal, / hizo su equipaje y / rumbo al sur le vi marchar. // Mi hermano es un conquistador: / nuestro pueblo vive estrecho / y hallar espacio es, / entre nosotros, un viejo sueño. // La tierra que mi hermano conquistara / está en la Sierra del Guadarrama, / y un metro ochenta mide en longitud: / poco más que medía su ataúd».

 

11:35 pm : Acaban de pasar por el canal ZDF el primer capítulo de una nueva serie sueca de cuatro basada en una novela de Annie Holt. En este caso se trata de un relato que comienza de manera muy espectacular, con la desaparición de la presidenta de los USA, que se encontraba en visita oficial en Estocolmo. Por de pronto ya hay un daño a la verosimilitud, y es ver a un agente del FBI que porta un arma (en Suecia lo tienen rigurosamente prohibido todos los polis no suecos), y no solo la porta sino que la usa, y mata a sangre fría a otro agente del FBI en presencia del protagonista, un comisario sueco que acepta el hecho como si Estocolmo fuese una barriada de Hollywood. Ay. ♫ Ayayayayay, canta y no llores

 

Weiß/Colonia, 17.9.

Almuerzo con Diny en el italiano a la orilla del Rhin, también para ver el local con calma y decidir que ahí festejaremos nuestros cumpleaños el domingo 30. Desde hace ya bastantes años no festejamos nuestros cumpleaños por separado y en sus fechas, sino juntos y con asistencia de toda la familia, en un restaurante que siempre fue La Modicana, pero este año hubo consenso mayoritario que fuese en otro lugar, y el italiano junto al Rhin se presta que ni pintiparado para el evento. Harto más a partir del momento en que le encargo al camarero una ración de gambas al ajillo pero sin cebolla y sin ensalada. «Como la vez pasada», me contestó, y eso decidió de una manera definitiva el lugar del encuentro. Me encantan los restaurantes donde el camarero es capaz de ponerle una voz o un rostro, o ambos, a un plato del menú modificado por el cliente.

 

Comienzo la traducción del cuento “Herido”, de Eduard von Keyserling, para que acompañe mi texto sobre el autor, el que aún debo escribir para Nexos, y tendrá que ser esta semana, la fecha de la efeméride (centenario de su muerte) es el 28, así es que debo enviar el texto a la redacción a más tardar el lunes 24. Donde entonces todavía me quedaría por escribir (¡en alemán!) ese In memoriam que debo leer en las exequias de Dieter, que serán justamente el mismo día 28 de la efeméride, en Berlín, y Diny y yo volaremos allá el día anterior.

 

Weiß/Colonia, 18.9.

Con Carlitos en La Modicana. La segunda semana consecutiva que estamos largo tiempo solos en el local. Cuando están por traernos la comida (espaguetis con marisco Carlitos, los míos con ajo, aceite y parmesano) llega una pareja desigual que se sienta de espaldas a nosotros y de cara a la la calle. Son a todas luces una abuela con su nieto. El niño debe ser un poco más joven que Henri y adolece de una cabeza algo acromegálica, tal vez incluso algún retraso mental. Carlitos no puede verlo, yo sí, y noto que nos mira de reojo varias veces, extrañado del idioma en que estamos hablando. Me llena el alma una enorme congoja. El mayor crimen de ese Dios en el que tantos creen es dejar morir de hambre a miles de niños, es hacer que nazcan niños que expían los pecados de los padres. La lógica de ese Dios me provoca arcadas.

 

En su beatus ille caribe José María lee la nueva entrada en mi blog de El Espectador, y tira la toalla, no logra resolver la adivinanza que planteo. Le escribo: «Sin embargo, si te pusieras a relacionar hechos, personas y palabras creo que encontrarías la solución. En serio. Es un ejercicio mental estupendo. Yo estuve jugando a las adivinanzas de Tratschke, en el semanario Die Zeit, con mi amigo Dieter, el que acaba de morir en Berlín, durante años y años. Jugábamos a la distancia de 13 semanas (un trimestre), y al final, el que menos personajes había adivinado tenía que pagar una cena para los dos matrimonios en un restaurante como mínimo de tres estrellas. No es fatuidad sino estadística decirte que gané dos terceras partes de las rondas, que fueron al menos unas cuarenta y sólo las interrumpimos cuando él se fue a vivir a Berlín. En esta adivinanza de mi blog, el nombre del hombre es un dato esencial, valga como ayudita».

 

Guglielmo, desde su orquidiócesis, me escribe para decirme que Fulano y Mengano no deben ir con mayúscula. Le contesto (no muy concentrado, en realidad) que en España sí los escribimos con mayúsculas. Me responde: «Mio caro Riccardo: Pobre disculpa imperialista. Te recuerdo que Caro y Cuervo no eran españoles y don Andrés Bello tampoco. Pero, para darte gusto de cómo se debe escribir en España, te digo que las instrucciones que vienen en la indispensable Ortografía de la lengua española (llamada confianzudamente la Nueva Ortografía), en la pg. 458, bajo el numeral 4.2.1.2 titulado Usos de nombre propio como nombre común, hablando del uso de minúsculas en lugar de mayúsculas, son: «Los nombres propios pueden convertirse en nombres comunes cuando, en virtud de determinados procesos, como la metonimia (tomarse un jerez) o la antonomasia (ser un judas), adquieren significados léxico y pasan a denotar clases de seres que comparten determinadas propiedades». Tiro la toalla, la esponja y hasta el taburete: «Mio caro Guglielmo, tal parece que sumercé querida (como decimos en Boyacá) tiene razón, y que la norma es la que vuecencia dice. Ello me obliga a volver a convertir en papel higiénico una norma de la Academia, igual que en el caso de mi bienamado Rhin, al que la susodicha me ordena hacerle la hachectomía, y el nieto de mi abuela no está por esa labor. Seguiré escribiendo, pues, Fulano, Mengano, Perengano y Zutano con mayúsculas, mal que le pese a la Academia. Pero ahora sabiendo que peco contra la ortografía, cosa que antes no sabía. Te debo ese desasne. Gracias. Nota bene : Por supuesto, escribiré «un fulano» o «una fulana» cuando no use tales sustantivos como nombres propios. Vale».

 

Avancé mucho más rápido de lo que pensaba en la traducción de “Herido”, el cuento de Eduard von Keyserling que quiero enviar a Nexos acompañando mi artículo. Es un hermoso cuento, y al pensar en que EvK lo dictó ciego me asombra su capacidad de hacernos visualizar, a través del más simple de los trucos (la palabra exacta), tantos colores y matices. «¡Intelijencia, dame / el nombre esacto de las cosas!», clamaba Juan Ramón. Ese es el secreto de la mejor prosa.

 

Weiß/Colonia, 19.9.

2:00 am : Como terminé pronto la traducción del cuento de Keyserling y no había nada que me interesara mayormente en la TV, reanudé mi relectura de Ibsen y hoy le tocaba el turno a Un enemigo del pueblo. Cada vez entiendo mejor al Dr. Stockmann. Mi primer artículo publicado, en el viejo Odiel, lo dediqué al fandango que es como una seña de identidad de los onubenses y que dice así: «Tres cositas tiene Huelva / que no las tiene Madrid: / La Rábida y Punta Umbría / y ver los barcos venir / al amanecer el día». Yo postulaba que si todo lo que tiene Huelva y no lo tiene Madrid se podia concentrar en los cinco octosílabos de ese fandango, si los madrileños quisieran enumerar todo lo que tienen sus madriles y no tiene nuestra Onuba, necesitarían echar mano de una partitura de Wagner. Debuté, pues, en el periodismo, con un golpe de timbal a la manera de Haydn. A partir de entonces quedé marcado a fuego para el establecimiento, al que otro día llamé «la charla pestilente», y ahí no me condenaron al exilio porque ya estaba en él.

 

Anoche, tras anotar mi lectura de Un enemigo del pueblo, y a punto de irme a dormir, me dieron ganas de repasar lo que escribió Arthur Miller sobre su versión de esa obra, pero hacerlo en la traducción que otro Ibsen, mi pana mantuano, en el exilio de Bogotá, hizo para Nexos. ¡Qué bien sabía decir Arthur Miller aquello que pensaba! ¡Y qué excelente la traducción de Ibsen de ese texto! La comparé a trechos con la alemana, y la de mi buen Ibsen es mejor. Y ya que hablo de ello, en mayo se repuso la obra acá, y al decirle el alcalde al Dr. Stockman que era imposible pensar en renovar en dos años las cañerías del balneario, «porque ya sabes tú lo que se demoran las obras públicas», el teatro se venìa abajo de la risa. En Colonia sabemos mucho de eso.

 

Me escribe Andrés pidiéndome fotos mías para El Malpensante, para ilustrar allí una entrevista que hace algunos meses perpetró conmigo Juan David Zuloaga. Le mando una docena larga, pero tal  parece que ninguna de ellas cumple con los parámetros de calidad que exige la reproducción en la revista. Descubro después una serie que Carlitos me hizo en este mi cuarto de trabajo, años atrás, cuando estaba leyendo a mi tocaya Ricarda Huch. Le mando las tres mejores a Andrés, quien me responde ipso fuckto pidiéndome la dirección de Carlitos. Me temo que le encargue una nueva serie de  retratos con diversos motivos de mi día a día. Oremus.

 

Don Samuel Whelpley, el ingeniero civil de Barranquilla que sigue muy de cerca mi diario y el resto de mis publicaciones, la sacó del estadio: me hace el día con un email dándome a conocer la solución de la adivinanza en mi blog de EE. ¡Qué bueno tener lectores como éste, carajo!

 

Weiß/Colonia, 20.9.

2:50 am : Después de ver un reportaje acerca de los tejados de Roma, me vuelvo a cagar en la eternidad de la sedicente Ciudad Eterna. Lo eterno no tiene principio ni fin, y Roma puede que no tenga fin, pero vaya si tuvo principio. ¡Si hasta la cronología de la ciudad está referida a él!

 

Antes de proceder a vaciar en el contenedor la cesta de la prensa, por lo general suelo repasarla por si descubro algo que me puede servir para alguna columna, algún comentario. Ahora acabo de encontrar la opinión de un columnista deportivo acerca de la derrota ¡por 5:3! encajada en su propio estadio por el 1. FC Colonia, el domingo pasado. Dice el columnista: «Quienquiera que haya visto el espectáculo contra el Paderborn debió tener la impresión de que en el sistema de juego del Colonia no está previsto que el equipo contrario se haga con el balón». Chapeau!

 

Tras el aliciente que me llegó desde México (¡Kathyushka queridísima!) avanzo por el texto de mi artículo sobre Eduard von Keyserling como el barco del pirata de Espronceda: «viento en popa, a toda vela». Tanto que me permito un receso para ver en el canal 3sat una peli uruguaya que se titula Tres y que, no sé por qué, creo que ya la he visto pero no recuerdo nada de ella.

 

Weiß/Colonia, 21.9.

2:00 am : No, no la había visto, la peli Tres, y no la aguanté hasta el final. El repudio comenzó cuando nada más empezar se ve a un grupo de colegialas con un uniforme que hace sospechar que todas están embarazadas, es una de las prendas más antiestéticas que he visto en mi vida, y no han sido pocas. Cuando hagan una segunda versión, con otros uniformes, prometo verla.

 

Henri en casa. Y al rato un email de Bärbel preguntándome si le puedo pasar el número del teléfono móvil de Diny. Le contesto: «El móvil de Diny es más bien un inmóvil. Siempre está en casa, anclado en su puerto, y sólo lo usa cuando viaja a Holanda, para avisar a sus hermanos, o a mí (al regreso), del retraso de los trenes». Le doy el número del teléfono fijo y le pido que la llame antes de las 4:00, que tiene que llevar a Henri a su entrenamiento: Henri ha “fichado” por el equipo de Weiß, el de Sürth parece que le venía chico.

 

He perdido la receta del Dr. Stäblein que recibí el lunes. He puesto este cuarto de trabajo patas arriba, y nada que aparece. Tengo la convicción de que juega al escondite conmigo, mal rayo la parta. Pero es verdad. Soy una de esas personas a la que profesan alergia casi todos los objetos.

 

Gracias a que un tuitero cita de mi columna en El Espectador, me entero de que esta semana la han publicado en fecha, pero lo cierto es que no aparece en la página web del diario. Reclamo y al rato la suben a la página. Es un quod erat demonstrandum de aquello de que el ojo del amo es el que engorda al caballo.

 

Weiß/Colonia, 22.9.

0:30 am : Termino de escribir el texto de mi artículo sobre Eduard von Keyserling y ahora sólo me queda rematarlo con un colofón personal, una confesión de parte, respondiendo la pregunta de por qué he dedicado tantas horas de lectura e investigación a un autor que ni en su propio país se conoce bien, y del que poco se ha traducido a nuestro idioma. El editor de Landpartie [Excursión campestre], Horst Lauinger, quizá pudiera motejarlo como una donquijotería, pareja a las muchas de EvK. Pero estuve reflexionando acerca del impulso que me llevó a conocer más de cerca la obra y la persona de este autor, y a darlas a conocer a mis lectores, y llegué a una conclusión poco o nada quijotesca, más bien de catequesis. Y es que no suele ser frecuente que uno descubra a un autor, y aún menos a un autor que escribió en un idioma distinto al propio. Cuando se tiene una experiencia de lector tan extensa y variada como la mía, las posibilidades de que ello suceda se acrecientan, claro está, pero de cualquier modo no tanto que sean una cosa habitual. Y eso fue lo que me sucedió con Wellen [Olas], el primer libro de Keyserling que leí. Ese alemán tenía una dicción distinta, ¡y cómo!, del alemán de todos los demás autores que ya conocía en su original. Algo parecido me pasó con los relatos de Emine Sevgi Özdamar, la turca escribe en una lengua que califiqué como «alemán con sabor a turrón». El de Keyserling es un alemán de ámbar, el lujo de las costas de su Mar Báltico. Así es que al alcanzar este punto me siento muy tentado de llegar al extremo que llegó Miguel Sáenz en el prólogo a la antología de poemas de Günter Grass (Visor, Madrid 1994), y aplicarlo a la obra de Keyserling: «Ruego al lector con insistencia que aprenda alemán. Vale ampliamente la pena, aunque sólo sea para leer a autores/poetas/creadores tan intraducibles como Günter Grass».

 

Cuando me levanto ya se han ido Diny & Henri. El niño habrá sido devuelto a su casa, la abuela se habrá ido después a lo de Karin, quien ya se encuentra en un asilo en Darmstadt, y hay que vaciar su apto. de acá y así poderlo vender. Alex & Moosi han venido desde Darmstadt para la tarea, además de contar con los fuertes brazos de Paul, a quien han contratado para que les eche una mano. Debe haberles causado muy buena impresión porque ya lo han invitado para el fin de semana próximo, en Berlín, cuando vayan a levantar el apto. de Dieter. Del de Karin regresó Diny con dos grabados numerados y firmados por Felipe. Dos buenos regalos para gente con las antenas puestas en el arte y en el ingenio. Veremos a quiénes se los haremos llegar. En cuanto al resto, ha sido un día sin historia, gris, lluvioso, mortecino. Estuve por añadir “alemán”. Lo dejo en boreal.

***************THE END***************

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