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Mientras tantoLléveme a algún sitio

Lléveme a algún sitio

Sestear absorto y pálido   el blog de Jose de Montfort

 

1.

 

Sale a la noche, oscura.

Un parque enorme al frente, de un verdor parduzco que es menos amenazador que cómplice.

Le dice al taxista: LLéveme aquí.

Y el señor, taciturno, después de unos segundos misericordiosos, dice: Ésa es la calle más insípida de Madrid.

A él apenas le afecta la opinión de este hombre.

Vd. lléveme, después ya veremos.

 

2.

 

Le deja en una especie de centro comercial. Han improvisado una galería en los pasillos. Señoras con pieles estiradisímas y grandes pendientes; señores pausados recubiertos de una pátina de mostaza y azul. Según.

Los atraviesa con una moderada pausa, incrédulo.

Sale del centro comercial, camina por unas terrazas y elige un restaurante argentino. Por qué. Y por qué no.

Lee a Elisa Levi mientras come mucha carne argentina y bebe cerveza y encuentra algo obsceno en este acto.

Bien no lo sabe. El qué.

Piensa en los malentendidos. Qué fácil es que se produzca un malentendido. Lo raro es que la gente se entienda bien, se dice. Y no es cosa de la pulcritud del idioma, ni de la generosidad de los actos. Es la suspicacia, piensa.

Algo cerval: una desconfianza que ciega al espíritu.

Qué difícil es, pues, no ya acertar, sino que se disipen los velos entre la intención, el lenguaje y los ojos y orejas ajenos.

 

3.

 

En la mesa de al lado un niño repite todo el tiempo papá esto, papá lo otro, papá, papá.

El padre no le hace mucho caso al niño.

Algún gruñido. Eso es todo.

Así que el niño desiste y se marcha a la otra punta de la mesa. Se acerca a él, le pregunta: señor, puedo cojer esta silla (es la silla que tiene enfrente).

Dice que sí. Por supuesto.

Sonríe.

Su vulnerabilidad se vuelve en este momento inexcusable.

Y piensa en su hija.

Se pone triste y no quiere ya comer más carne argentina ni beber más cerveza.

Sale rápido a fumar a la calle.

Cruza una avenida. No hay taxis.

Mira la noche madrileña, oscura.

Cuando hace algunos minutos que se había acabado el cigarrillo, llega uno.

Sube. Dice: Vd. lléveme, lléveme a algún sitio. Y luego ya veremos.

Parece que esta vez el taxista entiende. Y no hacen falta más explicaciones.

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