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Mientras tantoEspaña en Regional. Capítulo duodécimo: Valencia-Alicante

España en Regional. Capítulo duodécimo: Valencia-Alicante


 

Hace muchos años recorría lo que yo llamaba la “ruta de los castillos” dos veces por semana. Los lunes de ida y los viernes de vuelta. El trabajo y la vida nos llevan por territorios insospechados y durante más de diez años no he vuelto a pisar esta línea. Así que lo primero que hago ahora, que vuelvo a coger el regional madrugador, es ver qué ha cambiado y qué no ha cambiado. Y aparentemente todo sigue igual. “Aparentemente”, porque dentro de poco habría grandes cambios.

 

Y esos cambios, los trae, como muchas veces pasa, el Ave. Hasta Játiva se ha construido un trazado nuevo, que corre casi paralelo a la vía actual. Que en su momento ya tuvo un cambio sustantivo: un desvío a la altura del pueblo de Manuel, que obligo a un túnel y a una nueva estación pero acorto el trayecto de unos diez minutos. Lo malo es que los diez minutos que se ganaron se perdieron cuando se suprimió la vía del cercanías desde la estación de Alcudia de Crespins hasta Mogente. Los viajeros que quieren llegar hasta el final de la línea tienen que continuar en autobús. ¿El motivo? Pues ya lo he dicho: las obras del Ave.

 

Pero este es un caso curioso… La nueva plataforma para el Ave se construyó hace ya bastantes años. Desde Játiva hasta La Font de la Figuera todo el trazado es nuevo, y por ese trazado, en lugar del Ave, lo que han circulado durante estos años (y aún continúan circulando, son los trenes convencionales, toda clase de trenes: desde regionales hasta el Euromed que va a Alicante, pasando, claro está, por los mercancías). ¿Y qué pasó con la vía antigua? Pues se suprimió. Se suprimió con la idea de renovarla, de ampliarla a vía doble y de hacerle otras mejoras como la supresión de pasos a nivel. El problema es que esas obras se retrasaron, y se retrasaron y se retrasaron, hasta que hace algunos años por fin se iniciaron, y al mismo tiempo se construyó el tramo de Ave que faltaba: el que une Valencia con Játiva. Hace poco pasé por la estación de Alcudia de Crespins (o lo que era la estación, pues la vieja estación ya no existe) y las obras están muy avanzadas. ¡Por fin! Después de un retraso muy considerable parece que los trenes volverán al trazado original y el trazado del Ave verá pasar un Ave. Parece… Pues por lo que yo sé aún no hay fecha para la inauguración.

 

Un trazado original que, hay que decir, fue de los primeros ferrocarriles que se construyeron en este país. El tren llegó a Játiva en una fecha tan temprana como 1854. Muy rápidamente se inició la construcción hacia Almansa, donde tenía que enlazar con el ferrocarril que se iba a construir con destino a Alicante. Esta línea partiría desde Aranjuez y conectaría la capital del país con la costa, siendo la primera conexión de este tipo que se hizo. ¿Por qué? Por dos razones: la distancia entre Madrid y Alicante, menor que la distancia con otras capitales costeras, y las pocas dificultades del terreno. De hecho, en todo el trayecto y a pesar de subir hasta los novecientos metros y luego tener que bajar hasta el mar, la línea sólo tiene un túnel, y es bastante corto. Antiguamente las dos líneas se encontraban en una pequeña aldea llamada La Encina, pero hoy en día si vas a Alicante no hace falta entrar en esta estación: un nuevo túnel ha simplificado la ruta.

 

De manera que vamos directos de Játiva a Caudete, sin hacer ninguna parada intermedia. Y muy rápido entramos en la provincia de Alicante. Para entonces ya hemos visto dos castillos de una gran importancia histórica: el castillo de Játiva y el castillo de Montesa. Los dos castillos tienen actualmente un aspecto muy distinto. El de Játiva, de origen íbero y romano, está muy cambiado, porque durante muchos años fue la residencia particular de un rico empresario de la zona. Lo que queda de antiguo está en la parte denominada “castillo menor” y casi debajo de las obras de restauración de tipo “historicista” que hizo su propietario. Vale la pena la visita, desde luego, pero los que conocemos bien la historia y las corrientes artísticas nos podemos sentir algo decepcionados, al menos en la primera impresión.

 

El castillo de Montesa es todo lo contrario. Está en ruinas. Pero su destrucción no se debió a ningún hecho bélico, ni al abandono y al paso de tiempo. Fue destruido por un terremoto en 1748. Actualmente se han hecho algunas obras de urgencia, mínimas, para evitar que la erosión destruya lo que queda en pie. Y pese a todo se puede visitar y la visita vale la pena, porque a veces unas ruinas dan una idea muy clara de lo que debía ser un edificio y las ruinas del castillo de Montesa nos hablan de un castillo imponente, propio de una gran orden de caballería.

 

El tren ha ido subiendo por el valle del Cáñoles y ya hemos esquivado el puerto de Almansa, que era el principal obstáculo orográfico del recorrido, y nos hemos metido (después de pisar muy brevemente la provincia de Albacete) en el Valle del Vinalopó. Nos queda una bajada bastante suave hasta el mar, y tenemos cuatro castillos más: el de Villena, el de Sax, el de Novela y el de Petrer. Todos son dignos de una visita, pero personalmente me quedo con los de Villena y de Sax. Primero porque se ven perfectamente desde el tren, y segundo por su gran importancia histórica y su buen estado de conservación. El marquesado de Villena era un señorío muy poderoso en la España de la Edad Moderna y, ahí queda su Torre del Homenaje, bien alta y recia, para que todos vieran a simple vista hasta donde alcanzaba su poder.

 

 

Y mientras pensamos en las viejas guerras nobiliarias y en las intrigas palaciegas. En como los que un día lo tuvieron todo al día siguiente caminan hacia el patíbulo (como el pasó por ejemplo al Condestable Álvaro de Luna, muy relacionado con la familia de los Pacheco) y en cómo es de fácil tomar partido por el bando equivocado (como le pasó a Juan Pacheco, primer marques de Villena, al apoyar a Juana la Beltraneja contra la futura Isabel la Católica), el tren sale de las montañas, que poco a poco han ido rebajando su altura, y se mete en la llanura costera donde el último castillo, el de Santa Bárbara, en la misma Alicante, nos vigila desde un cerro escarpado. Y luego, ya, inmenso, azul y tranquilo, el mar. El mediterráneo del que salimos y al que regresamos.

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