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Mientras tantoThe place I love

The place I love

Gazeta de la melancolía   el blog de Víctor Colden

 

El sitio que amo está a millones de kilómetros. Demasiado lejos para que podáis verlo desde aquí. (O demasiado hondo). En julio, por la mañana, si me despierto temprano y salgo a andar, me doy de bruces con ellos: un silencio maravilloso y el intenso olor de la menta fresca. Estoy dentro y fuera al mismo tiempo, en el mundo y contra él. Solo unos cuantos pasos —el aire es de una finura irreal— y enseguida se me ofrecen tres caminos: el del río, el de la era y el del monte.

Rumbo a las cimas, en ese silencio y ese frescor que se extienden por mi mente, una yegua solitaria viene a saludarme a la cerca de varas de avellano ante la que me detengo cada mañana. Busca una caricia en la cabeza y, a ser posible, también un manojo de dientes de león de los que crecen en el veril. Cuando me mira con sus grandes ojos tristes, no puedo evitar pensar que…

Flanquean el camino de la era bajos muros de piedra sobre los que se extienden los tonos delicados del liquen. La soledad es una condición del silencio. Vistas desde el herbazal, las montañas van azulándose a medida que se alejan. No os contaré mucho más. En ese sitio del que hablo se esconde también un puñado de ideas y recuerdos sin mucho valor, pero de los que ya no sabría desprenderme. Más —¡ay! —, a veces, unas gotas de angostura.

Tiene el lugar que yo amo atardeceres de invierno como de cuento antiguo. Río arriba, la leña de roble que arde en la chimenea del mesón produce un perfume seco que es una mezcla de perfume y de sonido: el crepitar de la madera entre las llamas. Hay vagas noticias de lobos por el monte… Al salir, ya a oscuras, un frío muy puro crepita también él en el silencio de la hora, y el lucero de la tarde se estremece conmigo.

El sitio que amo está siempre dentro de mí. También en un punto del mapa que no he de nombrar. Aunque de todas formas vosotros no podéis visitarlo: solo tienen permitida la entrada un cárabo que vive en el olmo, la ruana de ojos tristes y el mastín leonés del pastor. ¿Una declaración de intenciones?, ¿mi forma de enfrentarme al mundo? O tal vez un refugio al que no llegarán los que quieran herirme. Así es el sitio que amo (no os molestéis en buscar). Al salir de madrugada —o en lo hondo—, aspiro el olor de la menta fresca y ya sé que estoy a salvo.

 

NOTA: Este texto está inspirado en —y parafrasea libremente por momentos  la canción del mismo título compuesta por Paul Weller e incluida en el tercer álbum de los Jam, All Mod Cons (1978). Letra y canción pueden encontrarse en http://thejam.org.uk/home/the-songs-lyrics/the-jam-the-place-i-love-lyrics. (Aunque no sé si les sonará igual a quienes, entre los 15 y los 19 años, no la escucharan trescientas o cuatrocientas veces…).

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