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Mientras tantoTiempos nuevos, tiempos salvajes

Tiempos nuevos, tiempos salvajes

Moleskine 32 (Piel de topo)   el blog de Andrés Delgado

 

La cárcel es un juego de supervivencia, se gana un hermano y a la vez otro enemigo, y en esa decisión, por supuesto, comienza el acecho. No eran más que una banda armada buscando un sitio en cualquier parte. Y aunque caminen nunca llegarán. “Delincuentes juveniles ayer, hoy hombres peligrosos. Viejas caras, nuevas caras, pero las mismas cabezas”.

 

En febrero desocuparon el patio número cuatro. Para echarle un ojo desde arriba, bastaba pegarse a la reja y ver la cancha. Corrió el rumor que se utilizaría como patio para mujeres.

 

Cuando ellas llegaron, los muchachos se fueron contra las rejas para gritarles e intentar saludarlas. Fue todo un suceso. Estaban abajo, casi a setenta metros de distancia. No se podían lanzar utensilios de aseo, drogas o puñales. Carlos Cebolla, el cacique, el delincuente más peligroso y patrón del patio carcelario, estaba fascinado con una reclusa de pelo largo y negro que a lo lejos se veía muy linda.

 

Al segundo día Carlos comenzó un juego con una toalla de baño. Funcionaba como una tripa de plastilina. Dibujó una letra contra la reja. Luego la otra y la otra. Lo llamó “el chat”. Las reclusas muy rápido entendieron el procedimiento y comenzaron a leer los mensajes. Ellas también utilizaron el mecanismo. Carlos estaba feliz. Supo que se llamaba Camila, era de Bucaramanga y tenía veintitrés años. Todos los días cruzaban mensajes por «el chat». Pasaron dos meses y decidieron solicitar el permiso para “la conyugal” y fue un éxito.

 

Carlos aprovechaba para llevarle una ración de marihuana en el dedo de un guante de látex. Para sortear las requisas, tragaba el dedo y en la pieza, durante el encuentro lo vomitaba. Ella lo introducía por la vagina y así franqueaba los controles de los perros. Esa mujer no creía en nadie. Era la mujer del cacique.

 

Según decía estaba acusada de porte ilegal de armas, un caso menor. Eso decía. Carlos supo que ella saldría muy pronto. Camila quedó en libertad y le prometió su amor y su compañía. Al día siguiente de lograr su libertad, cuando salió de su casa, la esperaban dos hombres en moto con pistolas. A mitad de cuadra le metieron cuatro tiros y fue todo.

 

En las noches a Carlos le daba por poner el tema de Ilegales: “Si no visito tu tumba, si no invoco a tu fantasma, si no vivo en el pasado, si no tomo tu veneno, si no estoy en el infierno, es solo que al final, todos somos traidores”. Y remataba con otra canción: “Tiempos nuevos, tiempos salvajes, toma un arma, eso te salvará”.

 

 

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