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Mientras tantoHeurtel y Rudy (Monica y Ross) a por la Copa Geller

Heurtel y Rudy (Monica y Ross) a por la Copa Geller


Después de ver tantas veces la agresión de Heurtel a Rudy me he acordado de Minority Report. Lo digo por los ojos. Esa parte en la que a Tom Cruise le extirpan los ojos y le implantan otros. La escena es estupenda y tremenda. Sólo de pensarlo le entran a uno (por hipocondríaco) escalofríos.

Al personaje de Cruise le quitan los ojos y le ponen otros para que no lo reconozca a través de ellos la policía, que lo busca por un crimen que va a cometer, pero que aún no ha cometido. Son cosas de Philip K. Dick y de la ciencia ficción, y de la agonizante ACB.

La ACB es una competición phildickiana en el sentido de que todo depende de los ojos con los que se mire. A los árbitros de la ACB les deben de estar cambiando los ojos con frecuencia, porque si no, no se entiende que no vieran nada en la acción entre Heurtel y Rudy, o que viesen lo que vieron en la final de Copa, entre otras visiones fantásticas.

Son decisiones trascendentales que cambian el destino de las cosas. La ACB debe de guardar en su sede a los precognoscientes que deben siempre de anunciar la victoria del Madrid. En realidad, los árbitros son los precop, la policía que trata de evitar a toda costa el triunfo preconocido del Madrid. No había más que ver la cara de Pesic tras el desenlace apoteósico del segundo partido. No podía creer que la ciencia hubiera fallado.

Eso suele pasar con el Madrid. La ciencia en ocasiones no sirve con el Madrid. Es la humanidad sobreponiéndose. La última esperanza. El caso es que el triunfo barcelonista en el tercer partido fue escasamente celebrado por los vencedores y escasamente lamentado por los perdedores. Eso da una idea del escaso valor real de lo que se juega.

Aquí la importancia y la emoción la dan nada más que los restos del orgullo personal y colectivo y aficionado que necesita ser alimentado de otra forma. Ganar una liga ACB no es ganar una liga NBA. Miren a Marc Gasol durante las celebraciones en Toronto. No parece que nadie del Madrid ni del Barcelona pueda estar así de contento, ni que quiera ponerse así de trompa por ese trofeo casi absurdo.

No van a alegrarse tanto ni los beneficiados ni los perjudicados por la adulteración que va más allá de la extirpación y de la implantación de los ojos. Ver la agresión de Heurtel a Rudy sin castigo es una parte clara de la finalidad. Es un camino. Lo que no saben (o sí, y es peor) es que ese camino sólo lleva a la destrucción por ruina. Esta competición es una ruina, como aquella casa.

El otro día volví a ver ese capítulo de Friends en el que juegan a fútbol americano en un parque. Ross y Monica (Rudy y Heurtel) ponen en juego la Copa Geller, un recuerdo de su infancia, y yo me acordaba, al verlo, del trofeo de la ACB. Son esas cosas del baloncesto español, ese deporte dirigido por hombres con los ojos implantados una y otra vez, y practicado por hombres en busca de la Copa Geller, una especie de trol despeluchado sobre un pedestal de madera.

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