Unas horas antes de ser fusilado
1.
A veces me detengo un instante en medio de la agitación laboral y me dedico a revolver los cientos de papeles que acumulo a la búsqueda de un pequeño tesoro. Hace unos meses, como recordarán los lectores de fronterad, hallé una foto inédita de Alfonso tomada en la Puerta del Sol un treinta y uno de diciembre de 1932. Y ahora con lo que doy es con una carta escrita de puño y letra en la cárcel de Porlier por un preso que sabe que su fusilamiento se va a producir en breves instantes.
La caligrafía de ese condenado a muerte es extremadamente buena y equilibrada, pero tan personal que hay alguna palabra cuya trascripción me resulta complicada. Dice así:
Querido (INDESCIFRABLE):
espero que, con la ayuda de Cristóbal Cáliz, deis cumplimiento a las siguientes instrucciones:
-Avisar a la mañana temprano a mi cuñado Marcelo Bermejo que vive en el Pasaje Montesa Nº6 1º Dcha. Trabaja en la tienda de ultramarinos de Don Hipólito Garcia, calle Torrijos Nº5, teléfono 50.404. Que avise inmediatamente a Emilio por si pueden conseguir en Auditoria que les entreguen mi cuerpo, pues pienso que será un consuelo para mi familia saber donde estoy.
-Recoger mis cosas en la galería, empaquetar fotos, cartas y papeles para que nada se extravíe. Digo a mi cuñada que recoja un libro de inglés y un diccionario que usa Marín Bonilla. Siento el quitárselos, pero son dos libros que me han acompañado en el cautiverio y es el único recuerdo que puedo dejar a los míos. A ti te dejo mi lápiz -¡pobre cosa!- pero que ha servido para escribir los trabajos y traducciones con que me he entretenido desde el día de mi detención. Si algo más te gusta entre mis cosas, te lo regalo también. Entre mis libros de inglés hay una gramática negra que es de Cerrilla. Celda 28. Galería 6ª y dos de Lafuente. Se los devolvéis y dadles un abrazo de despedida. Tiene otra Roquero que es mía. Si le sirve, que se la quede como recuerdo.
-Dejamos aquí bastante fruta. Repartirla entre los más necesitados de la Galería 3ª. El chocolate y el queso que había en mi cesta se lo dais a los dos abuelos que hay en la 4ª Sala de la 3ª Galería.
Despide a (INDESCIFRABLE) con un abrazo, saludos a Rodríguez Vega y Ramón Díaz Hervás, Maltrana y tantos otros. Diles a los campesinos que pregunten por mí que les dedico un recuerdo y vosotros, todos los que podáis seguir viviendo, ¡Adelante!
Ricardo Zabalza
Nota-Adjuntas van unas cartas para que se las mandéis también a mi cuñada –son tres- y una hoja adjunta para Miguel Olay y un lápiz, un peine y los lentes.
Porlier 24-Febrero-1940
2.
Lo primero que me pregunto es quién era este Ricardo Zabalza que, con tanto orden dispone lo que quiere que se haga con sus magros bienes, y, como casi todos en estos tiempos, a la primera fuente que acudo es a la Wikipedia. Allí está su semblanza, que, comprimida, nos habla del hijo de un médico rural, nacido en Errazu, Baztán, Navarra, un 29 de enero de 1898. Acababa de cumplir, pues, cuarenta y dos años en el momento en que redacta su última misiva.
El niño Ricardo vivió de pueblo en pueblo de esa zona, al compás de los traslados de su progenitor, y, a los quince años, tras estudios de Magisterio partió para la próspera Argentina, en donde comenzó trabajando como estibador en el puerto de la capital y terminó de docente en escuelas rurales.
En 1930 regresó a España y vivió con sus hermanos en Jaca antes de trasladarse a Pamplona. Con el advenimiento de la II República, llegó a ser vicepresidente de la Federación Socialista de Navarra del PSOE y secretario de la Federación Provincial de Sociedades Obreras de la UGT.
En 1933 fue candidato a las elecciones a Cortes por el PSOE de Navarra. Y, pese a ser el candidato socialista más votado, no obtuvo acta de diputado, ya que las siete correspondientes a su circunscripción fueron para el Bloque de Derechas. Poco después, un artículo que publicó en la revista ¡Trabajadores!, en el que incitaba a la revolución proletaria, fue considerado también injurioso para el Presidente de la República.
Zabalza estaba alineado con el sector largocaballerista, el más radical dentro del socialismo español, que obtuvo la mayoría en el congreso de febrero de 1934. Él sustituyó entonces al besteirista, sector socialista mucho más moderado, Lucio Martínez Gil al frente de la Secretaría General de la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra. Y a los pocos meses estaba coordinando la huelga general en el campo, que resultó un fracaso. Participó en los preparativos de la revolución de octubre de 1934 y eso le llevó a ingresar en enero de 1935 en la cárcel Modelo de Madrid, donde permaneció unos meses.
Ya en libertad, y como secretario de la FNTT, recorrió Andalucía y Extremadura para conocer los problemas del campesinado de esas zonas de primera mano y en las elecciones generales de 1936 se presentó como candidato del Frente Popular por Badajoz, resultando elegido como diputado y participando activamente en el debate del proyecto de ley sobre el rescate de las tierras comunales.
Al estallar la Guerra Civil, Zabalza, que se encontraba en Madrid, tomó parte en el asalto al Cuartel de la Montaña, foco de la sublevación militar, el 20 de julio. E inmediatamente se trasladó a Badajoz para organizar el batallón de campesinos “Pedro Rubio”.
Cuando Largo Caballero fue designado Jefe de Gobierno, le nombró gobernador civil de Valencia, donde permaneció un breve espacio de tiempo, antes de dedicarse en cuerpo y alma a organizar cooperativas campesinas que fueron el germen de la Unión Central de Cooperativas Agrícolas y a fundar la revista Colectivismo.
Participó activamente, como portavoz del sector largocaballerista, en las negociaciones que se produjeron en la cúpula de la UGT en enero de 1938, en las que se pudo zanjar la división entre dicho sector y el sector prietista.
Apoyó la sublevación del coronel Segismundo Casado contra el gobierno de Juan Negrín para poner fin a la guerra y en marzo de 1939 dedicó todos sus esfuerzos a organizar la evacuación desde el puerto de Alicante de militantes socialistas y de sus familiares. Allí fue capturado por las tropas italianas e internado en el campo de concentración de Albatera, desde donde se le trasladó a la cárcel de Porlier en Madrid, en la llamada “expedición de los 101”, compuesta por personalidades notorias de la política y del sindicalismo, todas ellas atrapadas en aquella ratonera alicantina.
En la madrugada del 24 de febrero de 1940, poco después de escribir esta carta que ahora he encontrado, fue fusilado en las tapias del cementerio del Este de Madrid.
3.
Ansioso, sin embargo, de querer saber algo más sobre todos esos matices que constituyen la vida de un hombre, trascendiendo ese perfil biográfico que me devuelve la imagen de alguien muy radicalmente comprometido, de una de esas personas que no duda en sustituir un libro o la palabra por un fusil cuando considera que eso forma parte también de la defensa de sus principios, sigo rebuscando en internet y llego a un blog llamado quieneseran, dedicado a la memoria de las víctimas de la represión franquista en Madrid, donde hallo más documentación sobre él, empezando por una imagen suya, con esas famosas lentes de las que habla en la nota adjunta de su despedida, junto a su mujer, Obdulia Bermejo, de una gran y serena belleza.
En ese blog aparecen otras cartas escritas en prisión, dirigidas a su esposa, a sus padres y a su hijo, Abel Zabalza, lo que me abre una nueva pista. La de su mujer está transcrita:
Mi queridísima Obdulia:
unos renglones para darte una mala noticia. He sido juzgado por los tribunales correspondientes a la última pena. Ignoro cuál será mi suerte, pero vale más estar preparado para lo peor. Los antecedentes de otros amigos no son para sentirse optimistas y yo he mirado siempre esta eventualidad con valor y serenidad y así deseo que lo hagas tú. Tienes una labor grande que cumplir al lado de nuestro hijo que es el criarlo y educarlo sí –contra las esperanzas que todos podamos formularnos-. Me tocará a mí estar eternamente ausente de vuestro lado. La vida es lucha y el perderla no es más que un accidente en el combate. Por eso hay que estar siempre listos para afrontarlo. Os escribo entre renglones a vuela pluma. Los ampliaré más adelante con nuevas impresiones, ¿optimistas? ¿pesimistas? Veremos. Recibe muchos besos de quien ahora es tuyo y de nuestro pequeño.
Ricardo
Y también figura allí la que escribe a sus padres, Lázaro y Marcelina:
Mis queridos padres:
cuando leáis estas líneas yo no seré más que un recuerdo. Hombres que se dicen cristianos lo han querido así y yo que nunca hice daño a nadie a sabiendas me someto a esta prueba con la misma tranquilidad de conciencia que presidió mi vida entera.
Vosotros en vuestra sencillez religiosa no os explicaréis como un hombre que ningún crimen cometió –el propio fiscal lo reconoció así en su informe- y sobre el que no existe tampoco acusación de hecho vergonzoso alguno, pueda sufrir la muerte que me espera. Para comprenderlo, recordad a mi hermano Javier. Él era también bueno, trabajador y noble y ya sabéis lo que hicieron con él. Pero la muerte de los hombres justos no debe producir pena. Vosotros creéis en una Divinidad llena de amor y mal podría serlo si castigara a los buenos, mucho más cuando Cristo murió mártir de sus doctrinas. Miles de hombres han seguido después su ejemplo y nosotros vamos por la misma vía, dando la sangre por nuestras ideas que también quieren el amor y la fraternidad humana, pese a cuanto digan los calumniadores.
Yo os ruego que me perdonéis si alguna vez –también sin pensarlo- dejé de cumplir mis deberes de hijo. Me voy sin rencor. He recibido muchos agravios en el cuerpo y en el espíritu; pero yo los he olvidado todos.
Quedan mi mujer y mi hijito Abel. Sé que mientras viva Obdulia será capaz de sacar adelante al niño y hacer de él un hombre como yo; pero quisiera que vosotros le profesarais cariño y os ayudarais mutuamente. Obdulia tiene el corazón muy generoso y el nene promete un carácter como el de mi mujer y el mío. En la última carta que me escribía me decía que recibieron la foto de la mamá y que Abelito la llamaba “abela”. Queredles porque lo merecen.
Dejo unas cuantas fotos del nene y de Obdulia. Encargué que os las mandaran a vosotros. Es mi último recuerdo. Una foto de la mamá, de mi compañera y de mi hijito me acompañarán a la tierra.
Por respeto a vuestras creencias guardé entre mis papeles la estampa que Carmen me mandó hace meses. Allí se quedó: ya veis para lo que ha servido.
Queridos padres: valor y ánimo. Mis hermanos os ayudarán y consolarán. Voy a unirme a Javier en la paz del martirio y del descanso. El pulso firme con que os escribo, os dirá cuál es el estado de mi conciencia. Ella es un juez incorruptible y me dice que soy inocente. Os envío todo mi cariño en un abrazo.
Ricardo.
En Capilla 24 de Febrero de 1940
No se transcribe la carta dedicada al hijo, aunque hay una pequeña reproducción fotográfica, de imposible lectura.
Y luego, en las páginas de ese blog, se suceden algunos documentos más, en los que terceras personas nos hablan de su cultura e inteligencia, de los gratuitos apaleamientos a que fue sometido, del impulso que dio a esa Federación de Trabajadores de la Tierra, que a algunos les parecía más anarquista que socialista, de su fusilamiento junto a José Gómez Osorio –último presidente del Partido Socialista-, el republicano Serrano Batanero y un joven anarquista… e incluso de una biografía sobre su figura, escrita por Emilio Majuelo, llamada “La generación del sacrificio”, que buscaré y leeré con sumo interés.
4.
Pero, entre esos datos, hay un pequeño relato de Javier de la Puerta, en el que se narra que él y compañera se conocieron en casa de la diputada socialista por Badajoz Margarita Nelken, donde trabajaba la hermana de Obdulia, Ricarda, hermanas ambas de ese tal Marcelo al que se alude en la misiva que he localizado entre mis papeles. Y, lo que es más importante, descubro que Obdulia y Abel consiguieron salir a tiempo de España y escaparon a la ciudad argelina de Orán, donde ella cosía para que pudieran mantenerse y que, después de la guerra de Argelia, en 1961, ambos se trasladaron a Bordeaux, en Francia.
En ese momento, y de nuevo gracias a internet, comienzo un rastreo por la guía telefónica francesa para localizar a Abel Zabalza. Y, al cabo de muchos y frustrados intentos, doy con ese nombre y dos números de teléfono en la pequeña localidad de Pessac, próxima en efecto a Bordeaux. Marco uno de esos números y una voz juvenil me contesta en correcto francés. Tardo un tiempo en comprender que no es un hijo del hombre que busco, sino que es él mismo el que está al aparato. Le hablo de esa carta que he localizado. “Sí”, me dice, “todo lo que se cuenta en ella avala que pertenece a mi padre, pero yo no tenía ni idea de su existencia; creí que todas las que había escrito esa noche estaban en mi poder…”. Y empieza a recitarme de memoria la que su padre le escribió para que él la leyera cuando pudiera hacerlo (Abel nació en plena guerra).
Un pequeño papel, escrito por las dos caras, y encerrado en una de esas carpetas a las que vuelvo cuando tengo un poco de tiempo, me ha hecho viajar durante unos días por la memoria de un hombre, por sus ideas y, sobre todo, por algunos de sus sentimientos. Uno de estos días, como le he prometido a Abel, le haré llegar a su casa de Pessac, con todas las medidas de seguridad posible, esa carta que le falta: la carta en la que Ricardo Zabalza ordenó sus cosas y las distribuyó antes de que le llevaran a las tapias del cementerio.
Felipe Hernández Cava