De a fanchile Papa Naxiolo, fo fundu dexi no pindji bo pa bo cha pepe se fo liba jadela se ban saja tende fa?
Esto lo digo por el artista Moisés Bestué, que es el que gustaba de presumir que del annobonés sabía mucho y se tomaba la libertad de soltar muchas tonterías, de las que se enorgullecía. Este Moisés, que cantaba y que se dio a conocer como Fidele Moi, era un trans que cargó con todo el peso de serlo en uno de los peores países del mundo para ser algo que no agradaría a los que tienen poder, el político, el religioso, el económico, y la jefatura de las tonterías. Con el saco a cuestas sufrió, cantó y bailó hasta que lo fui a ver de la mano de Melibea, que lo cuidado por instinto inmarchitable. Y lo vi claro: si se salva Moisés saldrá tan malparado que se morirá. Lo sé, estamos pisando los terrenos del oxímoron. No tuve dudas. Bueno, cuando lo vi postrado, me vio, pero no quiso o no supo decirme nada. Entonces comprendí que estaba ya con aquellos largos pies, era un humano de cerca de 1.80, en la otra orilla. Y puso el otro pie esta mañana, habiendo, si hubiera tenido o querido, recibido el calor de quien fuera suyo. Estando en aquella inminente despedida cogimos el teléfono y llamamos a alguien: Hermano, qué hacemos si se nos va. ¿A quién llamamos si Fidel se muere? Y no supo qué decir. Estaba en otro sitio con los bolsillos vacíos, dijo, así que le estaban pidiendo un imposible. Y en la tierra de Obiang. Si dijera ahora que en el hospital en que estaba había un militar diario en la puerta porque del Blay Beach trajeron a unos presos que contagiaron allá la tuberculosis, se vería como si estuviera manchando la memoria de Fidel, que ya no está con nosotros. Pero es que ya no estará por lo mismo, y de ahí el recuerdo de arriba, una apelación a Dios, dondequiera que esté.
Barcelona, 13 de septiembre de 2019